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EL SABLE CORVO DEL GENERAL SAN MARTÍN y SU HISTORIA .

 

por Rodolfo Oscar Negri   –   

El sable corvo de José de San Martín es el arma utilizada en combate por el Libertador de América, y como tal posee un alto valor iconográfico, pero -también- tiene una historia muy interesante y desconocida (por muchos) que pretendemos poner a disposición de los lectores de La Ciudad.

HISTORIA.

Antes de embarcarse para América, luego de dejar España para siempre, el entonces Teniente Coronel de Caballería don José Francisco de San Martín adquiere en Londres, seguramente a fines de 1811, el sable corvo (del tipo que usaban los moros) que lo acompañaría durante toda su campaña en tierra americana.

La compra del arma, totalmente distinta en sus características a la Espada de Bailén (batalla donde España vence al ejercito napoleónico y donde se destacó  la actuación de San Martín, a raíz de lo cual recibió como premio a su actuación justamente una espada), es índice revelador del espíritu que animaba al futuro Libertador desde el momento mismo del inicio de su nueva gran empresa.

El arma que compra entonces en la capital inglesa es un fiel reflejo de su personalidad. Se distingue por sus severas líneas como por su sencillez, tanto de empuñadura como de la vaina, carente de oro, arabescos y piedras preciosas como gustaban usar entonces los nobles o altos jefes, en sus espadas.

Llevaba implícita, además, la practicidad de su futuro uso, pues estaba presente ya en San Martín la idea de armar a sus escuadrones de granaderos con el corvo que su vasta experiencia guerrera le decía constituiría la mejor arma para decidir la victoria en una carga de caballería, especialmente en aquel tiempo y en aquel característico teatro de operaciones.

DESPUES DE GUAYAQUIL.

Tras el retiro de San Martín, posterior a la entrevista de Guayaquil, el arma quedó en la ciudad de Mendoza en manos de una familia amiga; mientras el Libertador debía abandonar estas tierras perseguido como un delincuente por el odio con que lo perseguía Bernardino Rivadavia  que pretendía juzgarlo por traición a la Patria y se embarcaba -en secreto- rumbo a Europa.

Diez años más tarde, en diciembre de 1835, les escribe a su yerno Mariano Balcarce y a su Merceditas diciéndoles: “que si les encargo se traigan es mi sable corvo, que me ha servido en todas mis campañas de América, servirá para algún nietecito si es que lo tengo».

El sable lo acompañó desde entonces en Gran Bourg, primero y en Boulogne -Sur-Mer, después, hasta su muerte, acaecida el 17 de agosto de 1850.

LEGADO A JUAN MANUEL DE ROSAS.

Antes de morir San Martín legó su sable al gobernador Juan Manuel de Rosas. Mariano Balcarce le escribió a Rosas lo siguiente para darle a conocer la noticia.

Como albacea suyo, y en cumplimiento a su última voluntad me toca el penoso deber de comunicar a V.E. esta dolorosa noticia, y la honra de poner en conocimiento de V.E. la siguiente cláusula de su testamento: «3ro –  El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la Independencia de la América del Sur le será entregado al General de la República Argentina, Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que tentaban de humillarla».

DESPUES DE LA MUERTE DE JUAN MANUEL DE ROSAS

Rosas recibe -orgulloso- la reliquia que le envía San Martín y, en su testamento, dispone en la cláusula decimoctava: “A mi primer amigo el Señor D. Juan Nepomuceno Terrero se entregará la espada que me dejó el Excelentísimo Señor Capitán General D. José de San Martín (“y que lo acompañó en toda la Guerra de la Independencia”) “por la firmeza que sostuve los derechos de mi Patria». Muerto mi dicho amigo pasará a su esposa la Señora D. Juanita Rábago de Terrero, y por su muerte a cada uno de sus hijos e hija, por escala de mayor edad”.

A la muerte de Rosas, acaecida en 1877, ya había fallecido Juan Nepomuceno Terrero correspondiéndole, conforme a la cláusula testamentaria, la posesión a Máximo Terrero, hijo mayor, y de Manuelita Rosas.

EL PEDIDO Y LA DONACIÓN DE MANUELITA

En 1896, el entonces director del Museo Histórico de la Capital, don Adolfo P. Carranza, solicitó por carta a Manuelita Rosas la donación al Museo Histórico del Sable del Libertador.

Con fecha 26 de noviembre de ese mismo año le contesta Manuelita Rosas de Terrero a Carranza, expresándole, en la parte fundamental de su misiva que: “Al fin mi esposo, con la entera aprobación mía y de nuestros hijos, se ha decidido en donar a la Nación Argentina este monumento de gloria para ella, reconociendo que el verdadero hogar del Sable del Libertador, debiera ser en el seno del país libertó” requiriéndole, posteriormente, el pedido oficial respectivo para el envío del sable.

Con fecha 20 de diciembre Carranza, conforme al requerimiento efectuado, se dirige por nota oficial a Máximo Terrero, pidiéndole la donación del Sable Corvo del General San Martín.

Con fecha 1ro de febrero de 1897, Terrero contesta la nota oficial al Director del Museo Histórico, expresándole en su parte resolutiva:

“Mi contestación es el envío de la prenda a Buenos Aires, acompañarla de una nota dirigida al Presidente de la República, suplicando a S.E. se sirva aceptarla en calidad de una donación hecha a la Nación Argentina, en nombre mío, de mi esposa, de nuestros hijos y al mismo tiempo manifestando el deseo que sea depositada en el Museo Histórico Nacional”.

CARTA AL PRESIDENTE URIBURU

En la nota dirigida por Máximo Terrero al Presidente de la República, doctor José Evaristo Uriburu, le expresa, en su parte fundamental:

“En virtud de esta solicitud, la presente tiene por objeto ofrecer a V. E. en su carácter de Jefe Supremo de la República, este monumento de gloria para nuestro país, siendo mi deseo donar a la Nación Argentina, para siempre, este recuerdo, quizá el más interesante que existe, dc su valiente Libertador”. “Suplico a V. E. se digne aceptar la ofrenda que hago a la patria en nombre mío, de mi esposa Doña Manuela Rozas de Terrero y de nuestros hijos, y si bien en caso de ser aceptada la donación, nos fuera permitido expresar nuestro deseo en cuanto al destino que se le diera al sable, sería el que fuese en el Museo Histórico Nacional, con su vaina y caja tal cual fue recibido el legado del General San Martín”.

En la misma época, con fecha 25 de enero, se extendió en la Legación Argentina de Londres, a cargo entonces del poeta Luis Domínguez, un certificado donde constan los sellos colocados en la que contenía el sable corvo, en su vuelta de regreso a América y en el que se expresaba:

“y deseando mandarla al Señor Presidente de la República Argentina para que se conserve en Buenos Aires perpetuamente, pide al Ministro de la República que suscribe, que haga poner el sello de la Legación para constancia, y para entregarla así sellada en Buenos Aires».

DE LONDRES A BUENOS AIRES.

La caja conteniendo el sable corvo fue embarcada en el “Danube” de la Royal Mail, desde el puerto de Southampton para Buenos Aires, donde fue desembarcada, previo trasbordo desde la corbeta “La Argentina», el día jueves 4 de marzo de 1897.

El sable trasladado desde el puerto fue entregado en el Salón de Ceremonias de la Casa de Gobierno al Presidente de la República, por el Señor Juan Manuel Ortiz de Rozas, en nombre de la familia Terrero. Posteriormente, el Presidente Uriburu lo entregó al Teniente General Donato Álvarez, Presidente de la Comisión Militar designada para tal evento, para que lo entregase al Museo Histórico Nacional.

Poco después, en dicho local, se formalizó el acto de entrega, labrándose el acta, que en su parte de interés, expresa:

“y procedieron a entregar en nombre del Excmo. Señor Presidente de la República una caja, dentro de la que estaba un sable y los documentos que comprueban ser éste el que perteneció al Libertador José de San Martín y que legado en su testamento al General Juan Manuel de Rozas, era donado por su familia a la Nación Argentina, para ser depositado en ese establecimiento”.

Recibido por el Señor Carranza, manifestó que “aquél sería colocado y guardado con la dignidad y atención que merece, como que era representativo de la gloriosa guerra de la emancipación americana”.

ROBOS

El sable permaneció allí (Museo Histórico Nacional) hasta el 12 de agosto de 1963, día en que fue robado por Osvaldo Agosto -quien ideó el plan y estuvo a cargo de su parte operativa-, Manuel Gallardo, Aristides Bonaldi y Luis Sansoulet, todos integrantes de la Juventud Peronista, que en esa época estaba comandada por el triunvirato conformado por Envar el Kadri, Jorge Rulli y Héctor Spina.

Osvaldo Agosto —publicista y ex Secretario de prensa del asesinado ex titular de la CGT, José Ignacio Rucci— señaló que el robo “fue algo simbólico; el peronismo venía de varias derrotas, estábamos proscriptos, había ganado el radicalismo con Arturo Illia y teníamos que hacer algo para levantar el ánimo de los muchachos”

Indicó que el objetivo del robo fue poner en ridículo al “régimen” y a las Fuerzas Armadas apropiándose del arma más conocida de San Martín, que había legado a Juan Manuel de Rosas por su exitosa defensa contra Gran Bretaña y Francia, para luego entregársela a Juan Perón, quien seguía exiliado en Madrid.

Agosto, que fue secuestrado por la temible brigada de San Martín (la misma que había asesinado a Felipe Vallese un año antes), que actuaba fuera de su jurisdicción bonaerense como un comando paramilitar, relató en el libro “Historias secretas del peronismo” (Sudamericana): “Tenía una sensación extraña que me llevaba a pensar, mientras me golpeaban, que no me iban a matar, tal vez por eso no tenía miedo de que me mataran. Creo que en esos días aprendí a perdonar a quien ‘cantaba’ por ser torturado y apremiado por el dolor y el terror”.

Para poner fin a secuestros y torturas, Aníbal Demarco, que tenía la misión de llevarle el Sable a Perón, acordó con otro miembro de la resistencia peronista, el ex capitán del Ejército Adolfo Philippeaux, la devolución de la reliquia al Ejército.

Años después, en 1969, cuando Osvaldo Agosto fue a Madrid a entrevistarse con Juan Domingo Perón se produjo el siguiente diálogo:

Perón: Agosto, yo lo esperé mucho tiempo creyendo que usted vendría a Madrid a traerme el sable.
Agosto: Ésa era la idea, General, pero tuvimos algunos inconvenientes: compañeros detenidos, otros bajo la persecución de la policía…
Perón: Estoy enterado, Agosto.

Fue robado nuevamente el 19 de agosto de 1965 por otro grupo de la Juventud Peronista y entregado un año después a los servicios del Ejército luego de diversos avatares. Tras este episodio quedó bajo custodia en el Regimiento de Granaderos a Caballo General San Martín, y fue colocado dentro de un templete blindado, construido para tal efecto, por donación del Banco Municipal de la Ciudad de Buenos Aires.

El sable permaneció allí hasta el 24 de mayo de 2015, día en que Cristina Fernández de Kirchner -en ese momento Presidenta de la República- tras la aprobación de la Ley de “Restitución del sable corvo del General San Martín al Museo Histórico Nacional”, lo hace trasladar a ese lugar.

(fuentes: https://web.archive.org y Wikipedia)

Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad  el 7/4/2018

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