DE CUANDO ME RECIBÍ DE PAJUERANO [1]
Por Rodolfo Oscar Negri –
Era casi de noche cuando regresaba del Taller Literario. Caminaba por la calle Ameghino despacio y disfrutando de la agradable temperatura de octubre. Cuando llegué a la peatonal estaba bastante despoblada, síntoma de las épocas duras que estamos atravesando a lo que se sumaba la altura del mes. A una cuadra de la Rys, no pude resistirme y doble por Urquiza hasta Galarza. Esa es una esquina que funciona como un imán para mí. La Plaza Ramírez, con sus rosales totalmente florecidos, la fachada del Histórico Colegio iluminada… no sé… tanta historia… tanta belleza… y encima la confitería ofreciéndome no solo una escala, sino una ubicación de privilegio para admirar aquel espectáculo en la angosta vereda uruguayense.
Cinco minutos antes o cinco minutos después no hacen la diferencia, me dije y me acomodé para disfrutar del panorama. Tenía la compañía de un cortado, con el clásico vasito de soda, cuando sentí que me palmeaban la espalda.
- ¿Qué haces Rodo, tanto tiempo?
Eduardo, un ex compañero de la Cooperativa en la que trabajé por más de cuarenta años me sonreía. Lo invité a sentarse y se quedó a acompañarme un rato.
- Un ratito nomas, porque tengo cosas que hacer. ¿En qué andas? Supe que estuviste de viaje e incluso llegué a tratar de localizarte llamándote al celular, pero no tuve suerte porque no pude comunicarme.
- Si estuve de viaje, le dije. Mi hermano sufrió un ataque cardíaco y me fui a Buenos Aires para ver en que podía ayudar a él y a la familia.
- ¿Cómo está?
- Gracias a Dios, superó el mal trance, pero se la vio fea. Por suerte pude estar y colaborar. Te cuento que me quedé casi quince días.
- ¿apagabas el celular?
- No, al contrario, el teléfono era una de las herramientas fundamentales para mantener en contacto a todos los integrantes de la familia, pero yo tuve un inconveniente con el mío.
- ¿Qué te pasó?
- Me recibí de pajuerano.
- ¿Qué decís?
- Sí, me recibí de pajuerano.
- ¿Cómo es eso?
- Te cuento, todos los días iba desde Palermo, en donde estaba viviendo hasta la clínica donde se encontraba internado mi hermano en el barrio de Balbanera. Hasta allí iba en el colectivo 12 que tomaba sobre la calle Santa Fe. Una de las veces, cuando iba en el ómnibus sentado cerca de la puerta delantera, veo que sube una señora grande, como yo te diría, con un bastón blanco tanteanto el pasillo.
- Ciega…
- Tal cual. Miro al resto del pasaje y estaba lleno de gente parada. Entonces me dispongo a darle mi asiento. Se lo ofrezco y ella me responde “me bajo en pocas cuadras, pero le agradezco profundamente”. Cuando me levanto para que ella se siente, alcance a percibir un roce extraño, pero no me llamó la atención. Unas cuadras más adelante, la señora se paró, me volvió a agradecer y se bajó. Fue en ese instante que llevé mi mano al bolsillo para avisar por el celular que estaba cerca. No lo tenía. Se había esfumado, junto con la no vidente.
- Ja, ja, ja… La ciega seguramente no era tan ciega…
- Tal cual
- ¿y entonces?
- Cuando llegué a la Clínica, les conté a mis sobrinas y ellas, riéndose, me dijeron “te calaron al toque”, “te hicieron el cuento del tío” y “te recibiste de pajuerano…”. El resto fue una serie de trámites, idas y venidas –vos sabes que todo en Buenos Aires cuesta más y te hace perder el tiempo de una manera increíble- hasta que pude rescatar el número y colocarle una tarjetita a un teléfono viejo que tenía mi hija. Así pude salir del paso. En fin…
- Lo que pasa es que nosotros no estamos acostumbrados a ese tipo de cosas…
- Es así, ¿pero querés que te diga una cosa?
- ¿Qué?
- Si en una nueva oportunidad se presenta una situación igual y se sube alguien que parezca ser un ciego a un colectivo lleno y yo estoy sentado ¿sabes qué hago?
- No
- Le vuelvo a ofrecer el asiento.
[1] Este adjetivo es un término coloquial y despectivo que se aplica a quien proviene del campo o de un pueblo pequeño, y se expresa o actúa torpemente en una gran ciudad o en un medio que le es ajeno.
Este cuento forma parte del libro «Te cuento un cuento» que editara la Editorial El Miércoles en febrero de 2020
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 10/4/2022