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Literatura, La Hora del Cuento: ESAS PASTILLAS…

ESAS PASTILLAS… (1)

por Rodolfo Oscar Negri     –    

 

La zona denominada “La Loba” es una parte especial de Concepción del Uruguay. Allí se construyeron casas grandes y bonitas que –sobre una loma- dejan apreciar el horizonte y, desde algunas,  incluso,  se puede ver ese bello y grandioso coloso que es el río Uruguay.

Una de estas viviendas fue el escenario de nuestra historia.

De estilo moderno, protegida por una preciosa reja  que delataba el trabajo de algún verdadero artista -además de un hábil  artesano-, con mucho vidrio y ladrillo a la vista, un  techo de tejas rojas de tipo colonial, con ambientes  de grandes dimensiones y un parque esmeradamente cuidado que la rodeaba.

La entrada de auto, dejaba ver –todavía sin guardar en el amplio garage- una lujosa camioneta importada que confirmaba el nivel económico de sus moradores.

El gran living, donde un enorme hogar era el centro físico a partir del cual parecía girar todo,  poseía un formidable ventanal que permitía apreciar la belleza del jardín, una paleta de estudiados colores que aportaba una amplísima variedad de plantas y flores.

En aquel lugar,  un hombre mayor, estaba sentado en una reposera, leyendo.

Eduardo, era quien a lo largo de su vida había podido conseguir la holgada posición económica que le permitía disfrutar de todos esos placeres de comodidad y belleza.

Si bien, todavía aparentaba un cierto buen aspecto físico,  se esforzaba en disimular el paso de los años acudiendo a medicamentos, técnicas y todo lo que apareciera como novedad –o no- para retrasar el deterioro cruel e inexorable; pero los problemas del paso del tiempo ya habían comenzado a socavar  lo que alguna vez había sido su envidiable fortaleza física y mental.

Tres matrimonios, siempre cambiando por mujeres más jóvenes, alimentaban  -además- cierto grado de vanidad de la que nunca había podido desprenderse.

Intentaba leer, pero infructuosamente, porque su vista  -por instantes- se nublaba y lo obligaban a releer una y otra vez muchos de los párrafos. Cortázar ya no es para mí, se dijo, no solo no lo puedo ver, sino que –además- este maldito problema me impide pensar, meditar o reflexionar, sobre el texto que estoy leyendo… Además recordó sus problemas de memoria, verdaderas lagunas que cada vez se hacían más frecuentes… “se viene la vejez y no hay con que darle…”, pensó con tristeza y resignación.

Lejos de esa realidad, en una de las amplias y lujosas  habitaciones del fondo, se desarrollaba una áspera discusión.

  • ¿Hasta cuándo…?
  • No lo sé
  • Pero, me lo prometiste hace ya casi un año
  • Sí, pero no lo hice y no sé si lo haré.
  • ¿Cómo que no sabes si lo harás?

El silencio fue la respuesta.

  • Silvia, por favor, acabamos de hacer el amor fogosamente, pero a hurtadillas, escondidos… Y yo, estoy cansado de esta situación, te amo y vos decís que también, ¿Por qué me amas, no es cierto?
  • Claro que te amo, Horacio; pero el problema no está allí…
  • ¿Dónde está? ¿Qué nos hace falta para huir juntos y vivir a pleno nuestro amor? Aquí, en la China o en la Luna… ¿y querés que te diga una cosa? no sé como podés vivir con ese viejo que tenés al lado… ¿no te da asco el solo hecho de su cercanía, de tocarlo, de acariciarlo…? Me da celos el solo imaginarlo…
  • ¡Por favor! No seas chiquilín y dejá esas pavadas para los adolescentes. El me da cosas que de otra manera no podría obtener ¿Por qué querés cambiar esto que estamos viviendo y disfrutando, si estamos bien así?
  • ¿Qué estamos bien? Por favor, espero que no lo digas en serio. Te repito, te amo y quiero tener toda una vida con vos, formar una familia, tener hijos y envejecer a tu lado…
  • Si, si… todo muy lindo y romántico, pero ahora te pregunto ¿de qué corno vamos a vivir?
  • De mi trabajo, por supuesto…
  • Haceme el favor ¿Qué vida me podes dar? Una de privaciones y miserias y yo, mi querido, estoy acostumbrada a otra cosa… a otro tipo de placeres… el sexo no lo es todo…
  • Pero entonces…

En ese instante, se abrió repentinamente la puerta y la figura de Eduardo se proyectó sobre la cama en donde los amantes, completamente desnudos, discutían.

  • ¿Qué es esto? Gritó entre extrañado y confundido el dueño de casa.

Por un momento se hizo silencio y el clima pareció congelarse.

  • ¿Qué es qué? Refutó reponiéndose rápida y sagazmente Silvia.
  • ¿Cómo qué? Me estas siendo infiel, en mi propia cama… por Dios, sos una puta desvergonzada…
  • Espera, espera Eduardo, antes de que sigas y digas algo de lo que te arrepentirás toda tu vida, contestame ¿Qué es lo que estás viendo?
  • ¿Cómo que estoy viendo? Estoy frente a mi mujer y al jardinero, en mi cama, desnudos…
  • ¿Las pastillas? ¿A que no tomaste las pastillas que te dio el Dr. Griyi la semana pasada?
  • ¿Qué tienen que ver las pastillas con lo que está pasando?
  • ¿Cómo que tiene que ver? Lo que vos decís que ves, no ocurre y eso es porque –seguramente- te olvidaste de tomar las pastillas.
  • Dejate de joder, hija de puta, me estas siendo infiel en mi casa y ahora me salís con esa estupidez. ¿acaso me querés hacer creer que estoy imaginando lo que tengo enfrente?

Mientas el marido engañado hablaba, Silvia se levantó muy despacio de la cama y le hizo, disimuladamente, un gesto al jardinero para que se escape por la gran puerta balcón que daba al parque.

  • A ver Eduardo, decime ¿Cómo estoy vestida?
  • ¿vestida? Hija de puta, si estas completamente en bolas…
  • No, mi amor, tengo puesto el primoroso camisón rosa que me regalaste para mi cumpleaños… ¿no te acordás…?
  • ¿Cómo que tenés puesto un camisón?
  • Tu estado te hace ver lo que imaginas y no lo que realmente es. Es tanto lo que me amás que me imaginas desnuda… ese es tu placer, tu deseo… y está bien, pero hay que tratarlo.
  • ¿Vos decís que estoy loco?
  • No, mi bichito, loco no; pero tenés que seguir las instrucciones para poder estar bien. Para que te convenzas, otra mas ¿con quién crees que estaba?
  • Con el jardinero, por supuesto, si yo lo vi, también en bolas al lado tuyo…
  • No, cariño, es parte de tu problema, es una fijación… crees ver situaciones que en realidad no están pasando y las mezclas con cosas que si realmente son ciertas. El jardinero, en este momento, está arreglando el jardín. Andá y miralo, si querés. ¿Qué pasó? Seguramente al verlo entrar a casa para trabajar, tu mente lo registro y ahora lo asoció a este evento imaginario que creíste ver cuando ingresante a la habitación, el problema que tenés…
  • ¿pero vos te crees que soy boludo?
  • No, creo que estás enfermo y que de ahora en adelante yo misma administraré los remedios, para que estas situaciones no se repitan… dijo decidida y autoritariamente Silvia.

Hay momentos en los que se produce un quiebre, un corte, un cambio de dirección, un hecho determinante que altera una realidad tangible y  transforma en una derrota totalmente oscura, confusa y vergonzosa a una situación que parecía una clara y determinante victoria. No son pocas las veces en que esta drástica alteración cuenta con un  aliado inesperado, pero decisivo: la duda. Eduardo recordó la vista nublada y sus recientes problemas de concentración, como así también la visita de la semana anterior al médico y dudó. Cuando quiso continuar hablando, ella lo cortó y preguntó:

  • Mi amor, vos viniste a la pieza por algo ¿Qué precisas?
  • No, solo tenía hambre y te iba a pedir que calentaras ese guiso de lentejas que hiciste al mediodía que estaba riquísimo, para que lo compartiéramos juntos, mirando alguna película.
  • La idea me encanta, pero vos ya comiste pesado al mediodía; así que ahora te voy a preparar un purecito de zapallo con dos fetas de jamón cocido, además te compré un flancito Ser de dulce de leche para postre –ese que a vos te gusta tanto-, después nos venimos a la cama y a disfrutar, entonces sí, de una buena peli.

Hizo una pausa y sin darle tiempo a decir nada, agrego:

  • Ah… eso sí, mi vida, antes que nada y para cuidar tu salud, para que estés bien y no volver a repetir un episodio como el de recién, yo misma te voy a dar esas pastillas.
  • Muchas gracias mi amor y… por favor, perdoname.

 

 

(1) Esta cuento está incluído en el libro “Historias de la Rys y otros cuentitos” de Rodolfo Oscar Negri, editado por Editorial UCU en diciembre de 2014 y vuelto a editar en diciembre de 2020.

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