Por German Bercovich (*) –
La historia de las adicciones tiene, en el alcohol como sustancia, uno de sus personajes más atractivos. Responsable del 6% de las muertes a nivel mundial y de 1 de cada 4 fallecimientos entre los 20 y los 40 años, principal causa de defunción y discapacidad temprana en edades productivas, puede adquirirse alegremente en cualquier negocio amigo.
Como muchos conocen hubo, sin embargo, varios períodos en la historia de la humanidad en la cual la fabricación y la distribución de bebidas alcohólicas estuvieron vedadas desde los Estados.
A fines del siglo XIX, en Canadá por ejemplo, se realizó un plebiscito en el que la prohibición resultó ganadora en las costas este y oeste ( de raíz protestante), pero no en algunas ciudades importantes con tradición católica (Québec por caso), con lo cual el Gobierno central dejó en manos de las provincias la decisión final.
La etapa más famosa fue, indudablemente, entre 1920 y 1933, en Estados Unidos.
Allí, un senador republicano de Minnesota, Andrew Volstead, impulsó la Ley de Prohibición, generando la 18 enmienda a la Constitución.
A partir de su implementación, se abolía todo tipo de alcohol con excepción del vino para ceremonias religiosas católicas y judías.
Gran algarabía supuso entre algunas porciones ingenuas de la población esta medida. Ante un numeroso público de miles de personas, el reverendo Billy Sunday decía que «Todos los hombres volverán a caminar erguidos, sonreirán todas las mujeres y reirán todos los niños. Se cerraron para siempre las puertas del infierno». Las impactantes palabras de Sunday (que fue un gran jugador de béisbol profesional antes de desplegar oratoria e histrionismo corporal- hay videos en Youtube-en el escenario) quedaron en promesas.
Tal como ocurre con otras sustancias legalmente anuladas hoy en día, se despegaron desde ese momento varias formas alternativas, y (también tal como hoy) relativamente accesibles de procurarse alcohol.
Uno de los hijos de esa medida fue el crimen organizado, muy divulgado por diferentes películas y series, y que cambió radicalmente la graduación alcohólica en que los consumidores bebían (antes de la Ley, los licores tenían el 40% del mercado. Los gángsters lo llevaron al 90%.
Es lógico: si algo es prohibido, tiene que concentrarse más en menos espacio, para minimizar el riesgo de que lo incauten. Esto, además, generó más adictos.
La falta de control también produjo daños irreparables en la salud.
Partidas masivas de alcohol adulterado recorrían el país. Una sola de ellas en Wichita, Kansas, dejó a 500 personas con invalidez permanente.
Una vía para beber de aquella época que no se conoce tanto hoy fue la del alcohol legal. Porque, como dijimos, había formas legales de tomar.
Sospechosamente, entre 1922 y 1924 aumentó en 3 millones de litros la circulación de vino para sacramentos religiosos.
Los médicos también podían recetar alcohol si se justificaba terapéuticamente, y sólo en 1928 se calcula en 40 millones de dólares los ingresos que tuvieron por prescribirlo.
Las indicaciones eran múltiples: para picaduras de mosquitos, de serpientes, sonambulismo, neumonía, cólera, tétanos entre otros. Algunas marcas de Whisky como Jack Daniels u Old Crow se especificaban incluso en la receta.
Esta pequeña historia deja por fuera cientos de detalles atractivos que quizás retomemos otro día.
Si digamos que Roosevelt ganó luego de 12 años de gobiernos republicanos, en 1933, y por casi 20 puntos, sosteniendo un discurso contra la Ley Seca.
(*) German Bercovich es sicologo y se desempeña como Director de Salud Mental de la Municipalidad de Concepción del Uruguay