La agresividad en la adolescencia es algo recurrente y puede aparecer por múltiples causas. ¿Cómo se relaciona con los estilos de afrontamiento? ¿Cómo prevenirla? Te lo contamos todo.
La adolescencia es una etapa llena de desafíos que podrían convertirse en fuente de estrés para el individuo (por ejemplo: problemas vinculados al colegio, incertidumbre respecto al futuro, presión social, etc.). Así lo afirman Solís y Vidal (2006), en un estudio publicado en la Revista de psiquiatría y salud mental Hermilio Valdizan. En gran parte, debido a ello, la agresividad en la adolescencia es uno de los retos a los que se enfrentan muchos padres y educadores.
Hay muchas formas de ser agresivo, en ocasiones asociadas a las estrategias de afrontamiento de cada uno. En este artículo, abordaremos la definición de agresividad, centrándonos especialmente en la adolescencia por ser un periodo crítico para la formación de la personalidad y la adquisición de hábitos.
La agresividad en la adolescencia
Según Osorio (2013), la agresividad es “una de las tácticas al servicio de la competición social, una de las habilidades normales del repertorio comportamental humano que van dirigidas a obtener saldos favorables en las interacciones conflictivas (es decir, ganancias/pérdidas, victorias/derrotas)”.
¿Dónde podríamos situar la frontera entre agresión y violencia? Según el autor, en el criterio del daño físico. Sin embargo, según Tobeña (2001), se trata de una distinción muy imprecisa, ya que por ejemplo, no es necesario causar lesiones físicas para conducirse de manera agresiva; con producir merma, molestar o tener prejuicios de cualquier tipo sobre los demás es suficiente.
Un estudio de Mestre et al. (2012) analizó la relación entre las estrategias de afrontamiento y las emociones de los adolescentes para determinar en qué medida son procesos relacionados con la conducta agresiva.
Los resultados del estudio mostraron que había claras diferencias entre los sujetos con alta y baja agresividad y los mecanismos de afrontamiento que utilizaban; concretamente, vieron cómo los adolescentes más agresivos utilizaban en mayor medida un afrontamiento improductivo. En el caso de los menos agresivos, estos aplicaban estrategias más centradas en la resolución del problema.
Estilos de afrontamiento y agresividad
Así, vemos cómo la agresividad en la adolescencia y en otras etapas vitales se relaciona también con el tipo de estilo (o estilos) de afrontamiento de cada uno. Recordemos que los estilos de afrontamiento son aquellas estrategias o mecanismos que utilizamos las personas a la hora de enfrentarnos a adversidades o los problemas. Una persona con conductas agresivas es más probable que utilice estrategias no adaptativas.
Frydenberg, una estudiosa de los estilos de afrontamiento, se centró en la adolescencia para desarrollar su teoría, en la que incluyó hasta 18 estrategias de afrontamiento diferentes. Estas 18 estrategias se agrupan en tres estilos de afrontamiento:
Resolver el problema: incluye concentrarse en resolver el problema e invertir en amigos íntimos, entre otros.
Referencia a otros: incluye, por ejemplo, buscar apoyo social.
Afrontamiento no productivo: preocuparse, hacerse ilusiones, ignorar el problema…
Frydenberg (1997) asegura que muchas de las conductas de riesgo adoptadas por los adolescentes, como por ejemplo el consumo de drogas, la promiscuidad sexual, la violencia o la agresividad, respondena su incapacidad para afrontar determinados desafíos o problemas.
Estilo de afrontamiento y agresividad en adolescentes son dos elementos asociados.
Cómo prevenir la agresividad en la adolescencia
¿Cómo prevenir la agresividad en adolescentes? Una herramienta clave será la educación emocional temprana; también un estilo de crianza parental democrático, positivo y respetuoso.
En este sentido, un estudio de Del Barrio et al. (2009), pretendió crear las bases para prevenir la agresión en niños y adolescentes, a través de la información de la que se dispone sobre la relación entre los hábitos de crianza y la agresividad.
Como resultados, el estudio encontró una serie de elementos, en relación a la crianza especialmente relevantes a la hora de prevenir la agresividad en adolescentes. Estos tres factores fueron:
· Una mejora de la hostilidad materna.
· El control de la conducta de los hijos.
· Un incremento de la comunicación afectiva.
Así, vemos cómo trabajar la comunicación resultará esencial a la hora de prevenir la agresividad en la adolescencia (también en la infancia). Fomentar estilos de comunicación asertivos, por ejemplo, puede ayudar a prevenir la agresividad.
Recordemos que, en comunicación, la agresividad se encuentra en un extremo, al igual que la pasividad. Por ello, situarnos en el centro es lo mejor, donde encontramos la asertividad.
Hay otras alternativas a la agresividad
La agresividad en la adolescencia es una alternativa conductual que puede ser muy tentadora. Su origen es diverso: construcción de la personalidad, incapacidad para afrontar los problemas de forma adecuada (déficit en estilos de afrontamiento), problemáticas familiares, relaciones conflictivas con sus iguales, poca tolerancia a la frustración, una corteza prefrontal que no se ha terminado de formar, etc.
La forma y la intensidad en las que la agresividad se manifiesta también pueden variar mucho: violencia física, verbal, estilo de comunicación agresivo, etc. Como siempre, la mejor herramienta para combatir la agresividad es la prevención.
Ir al encuentro de los adolescentes, en el instituto, en su casa o en sus lugares de reunión y facilitarles herramientas para el autocontrol y la regulación emocional son una de las mejores medidas que podemos adoptar para evitar que se muestren agresivos.
Lo esencial, en este punto, es ofrecerles estrategias alternativas de afrontamiento (adecuadas), como dialogar, reflexionar, respirar, relativizar… y que puedan recurrir a ellas antes que a la agresión o a la agresividad.
Fuente: La Mente es Maravillosa
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 24/10/2023