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Las falacias mediáticas que se hacen cultura

Por Luis Alejo “Toto” Balestri (1)   –    

Ayer por la mañana estaba escuchando radio en la 750 y el periodista le realizó un reportaje al presiden de la Cámara Argentina de la Construcción. En el medio de una serie de comentarios sobre las consecuencias de la pandemia en la construcción y lo que creen que puede venir, le preguntaron por el impuesto a la riqueza. No recuerdo bien su respuesta, sí que se oponía y la razón de la oposición es que tenemos “la presión tributaria más alta del mundo”. Y me dije, mira vos como prende la mentira.

Poco tiempo después el reportaje fue para un viejo dirigente gremial de la Federación del Sindicato de Comercio y otra vez la muletilla. La presión tributaria de Argentina es la más alta del mundo.
Y empecé a hacer memoria y creo que en la última semana, tributo especial a la riqueza de por medio la debo haber escuchado una diez veces. Y sí, los medio lo transformaron en cultura. Me acordé de Perón cuando en su libro póstumo al hablar de las políticas culturales enumeró tres fuentes: la familia, la escuela y los medios de comunicación masiva. Y bueno, hoy ante la crisis de las otras dos instituciones educan los medios (y si no es por la crisis, la cosa es que los medios son más eficaces).
También me acordé cuando hace unos dos o tres años me traía un taxi surgió el tema de la corrupción y casi indignado el taxista me soltó “no puedo entender que la defienda, ¡se robó un PBI!”. Y me froté las manos, pregunté ¿sabe usted a cuánto asciende un PBI?. Fue sincero y dijo que no tenía ni idea. Se lo dije y le pedí que pensara cuantos maletines o contenedores son necesarios para tener el equivalente a un PBI argentino en billetes de U$S 100.
Bueno, hoy es la presión tributaria más alta del mundo. No ando mucho en temas tributarios, no es una cosa que me atraiga pero en tiempos del cuarentena y con tiempo suficiente estoy actualizado los encuentros pedagógicos con mis estudiantes de la UNAJ que con gran sorpresa mía estoy llevando adelante con videos conferencias y power point con mi explicación grabada y no sé cuántos medios más a los cuales en otros tiempos me negaba.
Aclaremos que la presión tributaria es un índice que se obtiene de dividir la recaudación que tiene el Estado dividido su PBI, que a su vez es el cálculo de la capacidad productiva de un país. Encontré en una página especializada en datos macroeconómicos de España que la tasa de presión tributaria para nuestro país en 2018 fue del 28,80%. Es decir, los ingresos de nuestro Estado representan casi el 29% de nuestra capacidad de producir riqueza.
¿Es el más alto de mundo? Y allí nomas puedo ver que Francia tiene un 48,2%; que Suecia un 44,30%; que Italia el 41,8% que Alemania el 41,3%, que España el 35,20% y que el Reino Unido el 34,90%. Bueno, dije, son países europeos y es el resabio del Estado del bienestar. Busquemos otros ejemplos y encontré Japón 30,6%; el admirado Australia 36,6% Canadá 30,8% o nuestros vecinos Brasil 33,10% o  Uruguay 29,2%.
Clarito amigos. Machacan tanto con el latiguillo que de pura repetición se termina por creer. Miré un mapa del mundo donde se pintan de colores los países según su presión tributaria y estamos en la mitad de la tabla.
Pero ya se la respuesta. La vez pasada estaba en tele uno de los tantos economistas jóvenes (bah, más jóvenes que yo, lo cual no es demasiado mérito) y ante el planteo de quien dirige el programa lo rebatió con cifras como las expuestas allí arriba. Y sí, los muchachos están entrenados pues enseguida dijo “pero no se puede comparar porque los servicios allá son mejores”.
Y en esto tienen razón, pero esto también tiene una explicación. Esos países que nombre tienen mejores servicios porque su Estado no soporto la cantidad de políticas adversas que recibió el nuestro. Cada vez que el neoliberalismo se hizo cargo del Estado perdimos los mejores cuadros y a los que quedaban se los menoscaba. No hubo entrenamiento y se creó un sistema de concursos que solo posibilitó el acceso a cargos jerárquicos de personas que comparten esa ideología.
Hasta el 2015 estuve asesorando algunas compañeras con responsabilidad de gestión y a veces me toco recabar información de otras áreas y operar información es algo que da poder en la estructura estatal y no se da, salvo intervención directa del funcionario. Algo que debería ser un trámite normal implicaba que fuera a ver a quien me encargo la tarea para hablar con el jefe de la otra sección para que un empleado me diera datos que deberían ser de uso libre. En fin. El Estado era un conjunto de compartimientos estancos donde la mayoría no tiene ni idea cual es el papel del sector público en nuestra sociedad ni cuáles son los criterios que deben guiar las decisiones.
Y una anécdota más. Otras veces me toco entrevistar candidatos a un contrato con el Estado para realizar tareas de generar información útil para las decisiones públicas. Para la mayoría no hubo diferencias entre decisiones públicas con las decisiones privadas. La maximización de la rentabilidad afloraba por los poros, la competitividad era la palabra a usar y cuando indicaba mi desacuerdo porque el objetivo de la entidad debe guiar la decisión, no se sabía cuál era la razón de ser del Estado. Este es un tema para nuestras universidades. Excelente formación para ser gerente o directivo de una empresa privada que busque ganancias, pero nos olvidamos de formar profesionales para el Estado. Esto vale un comentario. Mi experiencia fue hace más de diez años atrás. Hoy deben estar llegando egresados de las nuevas universidades con formación acorde a estas necesidades.
Me fui por la tangente, pero me pareció que hablando del Estado las anécdotas valían. Volvemos a la presión tributaria. Si estamos en el medio del mundo, quienes están por debajo de nosotros. Chile 25,36%; Colombia 19,4%; México 16,10% o Paraguay con 14%.
Y la conclusión es muy simple. Señores, yo no quiero Estados ausentes. Yo quiero un Estado con capacidad de prestar buenos servicios y de llevar a nuestro país por la senda del desarrollo, con educación pública y gratuita como la que tenemos (y podemos mejorar), con salud (como la que no tenemos pues es uno de los sectores donde más pegan los neoliberales), con servicios públicos de calidad (que no prestan las privatizadas porque les importa un bledo la calidad, tienen la vaca atada y ordeñan y ordeñan), con transparencia y con eficiencia (que no significa recortar el gasto sino buscar la mezcla conveniente de factores).
Y señores, mejorar los servicios, que es algo lograble si existe esa propuesta, es posible que no lo podamos hacer con la recaudación que tenemos. Si quiero tener servicios como los europeos es necesario mejorar nuestra recaudación. Nunca se mejora un servicio recortando el gasto, solo se deteriora. Los servicios se mejoraran cuando convenzamos a los empleados públicos de la importancia de su papel en la sociedad y le indiquemos pautas acordes a ese desarrollo que tenemos pendiente. Y de la comparación mundial surge que hay margen para aumentar la presión tributaria.
Pero me queda una cuestión. El impuesto a la riqueza es una necesidad de nuestro sistema tributario. Y no por única vez, sino de modo permanente. La presión tributaria enorme es para los de bajos ingresos y de ingresos medios porque nuestro sistema es totalmente regresivo. Regresivo significa que los que menos tienen pagan más en proporción de lo que pagan los que más tienen.
Nuestra principal fuente de recaudación es el IVA y en este impuesto, ante la compra de un bien, paga lo mismo el jubilado de la mínima con el empresario más rico del país. El impuesto a las ganancias que sería el más progresivo (al menos prevé tasas mayores a medida que aumenta la ganancia de las personas), por lo que vi en el proyecto de presupuesto trucho que prepararon los macristas para este periodo recauda tanto como el impuesto a los débitos y créditos bancarios, que vino de emergencia y parece que se quedó.
Este es el deber pendiente. El desafío que todo gobernante plantea al inicio y que en gestión termina abandonando. Los de pocos ingresos estamos podridos de bancar un Estado que quiero creciendo y cumpliendo la función que le corresponde. Todo el mundo serio graba la riqueza, solo nosotros teníamos un impuesto pedorro a los bienes personales y el macrismo lo rebajo como rebajo los impuestos a los vehículos de alta gama y a las bebidas especiales.
En fin. No aceptemos la muletilla.
Demostremos que es un engaña giles de los medios y vayamos por el impuesto a la riqueza ahora y a reformar el sistema después. Seamos un país serio: ¡cobremos impuestos a los que deben pagarlo y lo fugan a los paraísos fiscales!
(1) Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Córdoba (España). – Contador Público por la Universidad Nacional de La Plata (Argentina). – Diplomado en Relaciones Internacionales por la Círculo de Legisladores del Congreso de la Nación Argentina y el auspicio de la UBA.

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