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El 1ro de setiembre de 1883 Concepción del Uruguay es despojada de su condición de ser capital de Entre Rios

por Rodolfo Oscar Negri   –    

Curiosamente el mismo año que la ciudad festejaba el centenario de su fundación, oscuras sombras la despojan de su condición de capital provincial.

Dice el Archivo de Entre Rios:

La Convención reunida en Concepción del Uruguay, sancionó la nueva Constitución que vino a substituir a la del año 1860, y que el gobernador Eduardo Racedo con la firma de su ministro doctor Miguel Laurencena promulgó el día 4.

Desde este momento Concepción del Uruguay dejó de ser capital de la provincia cuya sede, veinte días después, fue trasladada a Paraná con gran disgusto de los pueblos de esa costa, suscitándose una sensible y áspera divergencia en la opinión pública que se prolongó por muchos años y se tradujo en la composición de la fórmula gubernativa que se integró, en su primer término con un ciudadano de la costa del Paraná y el segundo con uno representativo de la del Uruguay.

No era el primer intento del despojo, pero este fue exitoso.

Por su parte el prestigioso historiador Oscar Urquiza Almandoz, en el tomo III de su Historia de Concepción de Uruguay, nos cuenta:

“A pesar de la denodada oposición de los convencionales de la costa del Uruguay, la mayoría obtuvo que la reforma prosperase y el 1° de setiembre era sancionada la nueva Constitución, cuyo artículo 4° declaraba que «las autoridades que ejercen el Gobierno Provincial residirán en la ciudad del Paraná, capital de la Provincia».

El motivo inconfesado.

El traslado de la capital constituyó un hecho irreversible. Un sector de la provincia había trabajado para que así ocurriera. Otro sector había bregado con denuedo para defender la situación existente. Unos y otros habían invocado lo que creían era su mejor derecho, esgrimiendo para ello parecidas razones de carácter histórico, económico, político y estratégico.

Pero pudo haber algo más. Al menos así se lo denunció en la época. El interés de algunos particulares por valorizar las tierras de la zona del Paraná, fue señalado como una de las causales determinantes del traslado de la capital. Claro está que afirmaciones de esta naturaleza pudieron ser frutos de la pasión puesta en la lucha. Pero llama poderosamente la atención que hombres como Dámaso Salvatierra, amigo y correligionario del general Racedo, a quien instaba a no innovar en el asunto capital, le escribiera el 26 de mayo de 1883 en estos términos: «Sería ridículo que yo que no soy propietario en Entre Ríos, me afiliase a uno u otro bando, pues le repito que fuera de estas cuestiones de valor de propiedades no hay otra cosa en la cuestión… Si me he ocupado en pensar en estas cosas, ha sido sólo pensando en Ud., con cuya vida política me encuentro identificado».

Lamentablemente, no nos ha sido posible hallar, de manera suficientemente explícita, el pensamiento íntimo de Eduardo Racedo, respecto de la cuestión capital en la provincia de Entre Ríos. Sabemos que sobre este tema escribió varias cartas al general Roca, recogidas más tarde en un folleto por el doctor Jorge Damianovich. Pero hasta ahora, nuestra búsqueda ha sido infructuosa.

Consecuencias de la descapitalización.

La disposición constitucional que consagró a la ciudad de Paraná como nueva capital de la provincia de Entre Ríos, produjo consecuencias muy desagradables y harto prolongadas para Concepción del Uruguay.

Por cierto que las hondas heridas tardaron en cicatrizar. Es que no se trataba simplemente de la pérdida de un rango para el que poseía legítimos títulos históricos y jurídicos, sino del tener que soportar un deterioro que se proyectó a todos los órdenes de la vida social, política y económica.

En rápidos trazos trataremos de hacer una síntesis de las principales consecuencias producidas:

1°) Disminución de la población: Prácticamente de un día para otro, todos los poderes del estado provincial, el Poder Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, con las oficinas de sus respectivas dependencias abandonaron Concepción del Uruguay. Funcionarios y empleados con sus correspondientes familias debieron trasladarse al nuevo asiento de sus funciones y, tras ellos, todos quienes de un modo u otro poseían una actividad que giraba en torno de las esferas del gobierno.

El presidente de la Municipalidad de Concepción del Uruguay (Olegario Mabragaña) destacó con pesar el hecho: «Ha sido evidente la disminución de población producida con la traslación de la Capital, por el cese repentino de medios de subsistencia para personas y familias obreras… No hay que repetir, que el Uruguay ha perdido, bajo diversos aspectos, con el alejamiento de población que no obstante probadas simpatías y agradecimiento hacia él, vióse obligada a abandonarnos».

2°) Retracción económica: Consecuentemente, al desaparecer numerosas fuentes de trabajo, sufrió un serio deterioro el comercio local. Don Darío del Castillo – conspicuo vecino de Concepción del Uruguay – hacía alusión en 1884, al «malestar económico de la población, originado en las perturbaciones traídas a su industria y a su comercio», por el traslado de la capital.

3°) Reducción del presupuesto municipal. Al mes siguiente de haberse dispuesto la descapitalización de Concepción del Uruguay, ya fue necesario que se realizara un ajuste del presupuesto municipal. Como era inevitable, por todas las razones antedichas, que se produjera una notoria disminución en los ingresos fiscales se debió efectuar una reducción en el gasto público. Para ello se suprimieron las partidas correspondientes a la subvención de la banda de música, el sueldo del médico municipal, los salarios de varios guardas y celadores, etc.

Al prepararse el presupuesto para 1884, necesariamente se tuvo que tener en cuenta esta situación. La comparación con las cifras de años anteriores muestra claramente el recorte operado en cada partida, incluso la disminución de las remuneraciones que recibían los empleados municipales.

4°) Paralización de las obras públicas. Esta fue otra de las consecuencias negativas que se produjeron. Los dos mil pesos acordados para este rubro sólo alcanzaron para el mantenimiento de las calles y otros accesos.

Si bien continuaron efectuándose las obras del puerto nuevo, cabe recordar al respecto que ellas eran costeadas por el gobierno nacional.

Pero también la iniciativa privada en materia de construcciones sufrió un sensible retroceso, pues por muchos años pocos quisieron invertir en una ciudad que aparecía estancada por el rudo impacto sufrido.

5°) La desvalorización de la tierra. Ya hemos señalado que uno de los posibles motivos que más incidieron en la sonada cuestión del traslado de la capital a Paraná fue la procura de la valorización de las tierras de esa zona. Conseguido ese propósito, lógico fue que en la correspondiente al Uruguay se operara el fenómeno contrario, es decir, la merma en el valor de la tierra.

6°) Supresión de instituciones. Otra de las lamentables consecuencias fue el traslado a Paraná de la Escuela de Derecho creada en 1881. Por el decreto del 18 de setiembre de 1883, que resolvió el traslado a aquella ciudad de todas las reparticiones y oficinas gubernamentales, se dispuso también que la Escuela de Derecho seguiría funcionando en Concepción del Uruguay «hasta que pasen los exámenes, quedando el decano de la misma encargado de adoptar las medidas necesarias para la traslación».

7°) El impacto espiritual. Nada puede resultar peor para una población que el deterioro anímico de sus habitantes. No hay duda de que el pueblo de Concepción del Uruguay sintió hondamente el impacto de la pérdida de su condición de ciudad capital. Y bajó sus brazos… Al menos por algún tiempo. Debieron transcurrir varios años antes de que llegara la recuperación espiritual, que se tradujera en el genuino y continuado esfuerzo de un pueblo en el que alentara nuevamente la llama de la fe. De un pueblo de cara al futuro, sin depender de los presupuestos y la burocracia que suelen condicionar el desarrollo de las sedes gubernamentales.

Pero no seríamos honestos si no reconociéramos la responsabilidad que también le cupo al pueblo de Concepción del Uruguay. Tal vez sin quererlo, incurrió en el mismo pecado de otros pueblos, que se acostumbran a usufructuar casi exclusivamente los abundantes medios que ofrece una ciudad con el rango de capital. Y descuidó los elementos de una existencia propia y realmente progresista. Olvidó que una simple reforma de la Constitución – por más ilegal que ella fuera – bastaría para cambiar de cuajo su situación y sumirla en un estado de inferioridad e impotencia del que sería muy difícil salir.

Razón tenía entonces el presidente de la Municipalidad, cuando en 1884, expresó: «No podemos perder de vista que las condiciones de vida de esta localidad han cambiado bruscamente, y que por lo tanto sólo con el desenvolvimiento de la agricultura, la industria y el comercio, podemos alcanzar el rol que está llamada a representar la ciudad del Uruguay, con su muelle y ferrocarril, en vías de construcción».

Los conceptos de un periódico.

En un editorial aparecido el 21 de junio de 1883, en el periódico The High Life, «semanario científico, literario, noticioso y humorístico», que por aquel entonces se publicaba en Concepción del Uruguay, se vertieron interesantes conceptos que describen el clima que se vivía en la ciudad, en vísperas de la reunión de la Convención y cuando ya se advertía un destino irremediable.

Su redactor y propietario, Manuel Ugarteche, expresó: «Hace un mes y medio próximamente que la ciudad del Uruguay soportaba con placer o disgusto el peso de las banderas que la vestían, y recibía el perfume de las flores arrancadas a sus jardines para cubrir las calles que debía atravesar un hombre como todos los demás, pero a quien se juzgaba digno de esas demostraciones de aprecio o cariño aconsejadas por la cultura o inspiradas por la exageración de una cortesía». La referencia al gobernador Racedo y al cordial recibimiento que le hiciera el pueblo de Concepción del Uruguay, ha fluido clara y precisa. Y agregaba a renglón seguido: «Era entonces todo animación y bullicio, ya porque la alegría de unos cuantos se transmitiese a los demás, o ya porque la virgen conducida al altar de la felicidad o del sacrificio (que muchas veces se confunde lo uno con lo otro), quisiera sonreír a los que la agasajaban».

Como bien decía el autor del editorial, Concepción del Uruguay había vestido sus mejores galas para recibir al nuevo gobernador. Y de ello hacía muy poco tiempo. Sin embargo, aunque apenas había transcurrido un mes y medio desde aquel 1° de mayo, el contraste entre ese «ayer», colorido y feliz, y este «ahora», frustrante y gris, era por demás evidente. Por eso Ugarteche expresó: «La Concepción del Uruguay está triste, silenciosa, como esas heroínas de las baladas alemanas que van a llorar al borde de la fuente, o como esa mujer de Guido Spano que, marmórea y desmayada, se vestía en blanca neblina; sauce lloroso inclinado al borde de la laguna».

(fuentes: Archivo Entre Rios e Historia de Concepción del Uruguay, tomo III de Oscar Urquiza Almandoz)

Este artículo fue publicado por revista La Ciudad el 1/9/2019

 

 

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