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Nuevo aniversario de la muerte de Gardel

Por Alfredo Guillermo Bevacqua    –   

Al recordarse un nuevo aniversario de la muerte del Zorzal Criollo, recordamos un texto escrito mucho tiempo atrás y que rescata el recuerdo de la actuación de Carlos Gardel en Concepción del Uruguay, según algunos investigadores la última que realizó en suelo argentino antes de partir en una prolongada gira, en la que encontraría la muerte. Gardel actuó en octubre de 1933, en el Gran Teatro Avenida, donde hoy funciona un supermercado. Al mes de siguiente de su presencia en esta ciudad, Gardel emprendió una gira por distintos países de América que acabaría trágicamente en Colombia, en Medellín, el 24 de junio de 1935. 

¡Que suerte tuvo mi viejo, él vio cantar a Gardel! 

Me parece mentira. Ahí, en el anden de Basavilbaso. En ese pademonio del mediodía. Cuando el altoparlante anunciaba que “por plataforma nº 5 ingresa el tren procedente de Federal”; “por plataforma nº 3 ingresa el tren procedente de Paraná!”  Era así, a la una y pico de la tarde…

Toda la provincia confluía en Basavilbaso; cuando funcionaban los trenes. Yo lo conocí de chico. Tenía magia. Quedaba ensimismado admirando todas las máquinas a vapor, incluidas las gigantescas Henscheld, recién compradas por el gobierno de Perón.

Parece mentira. Ese mismo anden fue transitado por Gardel, a fines de octubre de 1933 ; se bajó del tren llegado desde Paraná e hizo combinación con el que tenía por destino Concepción del Uruguay.

Gardel, el de la sonrisa. El de la pinta increíble. El de la voz incomparable.

Tomó el tren en Basavilbaso y a las tres y cuarto de la tarde bajó, sonriendo, en la estación de Concepción del Uruguay.

Había un mundo de gente esperándolo. Un mateo – algo así como las antiguas diligencias- lo trasladó al Hotel París; ahí frente a la plaza Ramírez, donde hoy, a la entrada –en lo que era el lobby- se amontonan talonarios de facturas, hacen cola los viajantes, y muestras de todos los productos no dejan espacios en viejos y destruídos escritorios, en sillones con el tapizado sucio y raído… ¿Quién puede animarse a desmentir a su propietario si se le antojara decir “lo de la imagen es puro verso, mis cajeros no tienen descanso…”  Es cierto: él no les da, los multiplicados clientes, tampoco…

Pero ahí estuvo Gardel.

¡No quiero imaginar la cara del peluquero, ahí en calle España, detrás de la Basílica, que entonces no tenía ese nobiliario título y solo era Parroquia! ¡Cuándo lo vio entrar, lo que habrá sido para el pobre mortal que al terminar de cortar, amablemente preguntaba a su cliente: “¿Está bien así, o lo quería mas largo?”

Seguramente temblaba entero cuando con esa voz, que parecía con asma en los discos, le dijo: “Hágame la barba y recorteme a los costados…” Porque a poco de llegar, cruzó a pie la Plaza, pasó frente a la Pirámide, entró a la Iglesia, nadie sabe si a rezar o por curioso, y fue a la peluquería.

Y después, cerca de las ocho, de traje gris y sombrero, desandó las siete cuadras que hay entre la Plaza Ramírez y lo que hoy es –como no puede ser de otra manera- un Supermercado; entonces era el Gran Teatro Avenida.

Caminaba delante de todos. Una verdadera procesión lo acompañaba, a los costados y detrás, nadie por delante, había mucho respeto y era demasiado grande… Sonreía y sonreía. Y la gente admirada se esforzaba por verlo.

Después cantó. Mucha gente no pudo entrar; quedó en la calle.

El regreso al hotel repitió el ritual. El adelante, la gente detrás. Y la gente esperándolo en el hotel; mayoría de estudiantes, del Colegio Nacional, muchos fraternales de todos lados del país, y él les dio el regalo de algunas canciones desde un balcón. No lo sabían, pero esa improvisada actuación, gratuita, sería la última ante el público argentino… Días después emprendería el viaje hacia el infausto fuego de Medellín…

Era un auténtico grande. Así, me lo contó mi viejo. Francamente, ¡qué suerte tuvo mi viejo, él vio cantar a Gardel!…

Este articulo fue publicado por la revista La Ciudad el 25/6/2019, bajo el título «A 84 años de la muerte de Gardel»

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