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UNER, una universidad entre dictaduras y democracia. Aniversario de la primera universidad pública estatal entrerriana.

Por Prof. Luis Cerrudo  –  Mg. y Dr. en Educación  – 

El 10 de mayo de 1973 se firmaba el decreto ley por el cual se creaba la Universidad  Nacional  de Entre Ríos, integrando unidades académicas preexistentes y fijando su sede rectoral en Concepción del Uruguay. De esta manera se concretaba una aspiración trabajada desde fines de la década del 50 por los sectores dirigentes de  nuestra provincia para instalar  una ¨universidad para todos los entrerrianos. Surgió así la primera universidad pública estatal de Entre Ríos y la segunda del sistema universitario propio, ese que tiene toda su estructura instalada en el territorio provincial.

Hoy, a casi medio siglo de ese acontecimiento,  proponemos hacer un breve recorrido por su historia fundacional. Una universidad entre dictaduras y democracia. 

La Universidad Nacional de Entre Ríos. La búsqueda de la identidad entrerriana para el desarrollo regional.

En el año 1973 se crea la UNER (decreto ley Nro 20366/73), un proyecto político educativo que tenía como objeto el establecimiento de una universidad pública estatal entrerriana a través de la integración de unidades académicas preexistentes. Un largo proceso de gestiones fallidas desde 1956, se concretaron finalmente en el marco de creación de universidades abierto en la etapa de la Revolución Argentina con la aplicación del Plan Taquini. Hemos podido observar que al ser una universidad pública estatal y en un momento de construcción institucional, la UNER fue absolutamente permeable a las luchas políticas que se dieron en el gobierno peronista primero y a los lineamientos de destrucción y achicamiento de los espacios de pensamiento, estudio y reflexión establecidos por la dictadura del Proceso de Reorganización Nacional después.

El mandato fundacional originario de la UNER era el de ser una universidad estatal entrerriana y para todos los entrerrianos, abierta, pública y democrática, que favoreciera el desarrollo regional investigando y dando respuestas a las problemáticas provinciales y aportando a la formación de los recursos humanos que Entre Ríos necesitaba para dar un salto cualitativo en su integración económica con la nación. Construir ¨una universidad para todos los entrerrianos¨, con facultades distribuidas en las principales ciudades de la provincia para que los jóvenes pudieran acceder a estudios superiores. Las dificultades para plasmar el mandato fundacional estuvieron en relación directa con la situación política en la cual se dio su creación y puesta en funcionamiento. La UNER, aprobada en el último mes de gestión del presidente de facto Lanusse, quedó sujeta al enfrentamiento que se dio en el ámbito universitario nacional entre las facciones políticas que se fueron radicalizando paulatinamente en el gobierno peronista, llegando a la imposición de los sectores de derecha, ultracatólicos integristas y nacionalistas, en una institución con destacable dispersión geográfica y con gran concentración en la capital provincial, a pesar que el asiento rectoral estaba en Concepción del Uruguay. La dictadura militar del PRN terminó de ahogar la posibilidad de nacimiento de una universidad pública estatal como se había planteado desde los diferentes sectores sociales interesados a lo largo de la década del 60 (Ateneo Universitario, Movimiento Popular Pro UNER). La etapa de la dictadura fue un momento sumamente oscuro y mediocre en la vida de la UNER, la cual debió esperar hasta la apertura democrática para reiniciar su camino y comenzar a desarrollar – actualizar su mandato fundacional. La renacida democracia fue el espacio abierto para que la comunidad discutiera, desde la base, qué universidad era necesaria y cuál el mandato que la misma estaba destinada a cumplir en la nueva etapa de la vida argentina.

Por lo tanto, entendemos que los meses que van desde la creación de la Universidad en mayo de 1973 a julio de 1974, momento de la muerte de Perón, es un período marcado por la necesidad de integrar unidades académicas preexistentes con sus culturas particulares en una nueva institución que debía generar una identidad propia que las contuviera y les diera nuevo sentido. Así trabajó el primer rector Miguel Angel Marsiglia (1973-1974), buscando integrar al rectorado a dirigentes jóvenes del peronismo y del radicalismo, en una difícil tarea por la escasez de recursos y las fuertes tensiones generadas en la resistencia de los diversos grupos académicos, en especial de Concordia, renuentes a formar parte de la nueva institución cómo así también de la UNL, que intentó resistir un nuevo desmembramiento.

La radicación del rectorado en la ciudad de Concepción del Uruguay puso énfasis en un eje de conducción de la nueva universidad en la frontera oriental de la provincia, propendiendo a una descentralización que no reprodujera el modelo de dominación existente. La generación de un polo de gobierno universitario en el oriente entrerriano sugería la posibilidad de avanzar en una integración de las costas, intentando romper la histórica fractura y rivalidad existente entre las ciudades del Uruguay y las del Paraná. El desafío de la conducción universitaria estaba en poder crear mecanismos y normativas tendientes a dar coherencia y cohesión a las facultades de la nueva universidad. O sea, la integración al interior de UNER, consolidando una universidad realmente entrerriana y no paranaense. La tarea del primer rector se orientó a ese fin: incorporar y hacer funcionar las nuevas facultades (cuatro sobre la base de unidades académicas de la UNL y dos de la UCA) y tratar de avanzar en la integración de las carreras de los convenios de adscripción (dos escuelas del gobierno provincial) y la transferencia de UCU.

La intervención del Ing. Andrés Millán (1974 – 1976), designado en la etapa decadente del gobierno nacional de María Estela Martínez, dio un giro hacia posiciones de intolerancia en consonancia con la derechización política de la orientación universitaria pública, abriendo un segundo período en la universidad donde aparece claramente un proyecto político divergente que se profundizará durante el PRN. Así, con una universidad que ya había puesto en funcionamiento sus unidades académicas y organizado su rectorado, serán entonces los rectores interventores de la dictadura militar y sus funcionarios los que le darán a la nueva universidad su impronta modificando ese mandato fundacional primigenio, buscado y esbozado desde la década del 60 y presente al momento de creación de la UNER a principios de la década del 70.

El mandato fundacional, el contrato inicial elaborado por todos aquellos que durante décadas plantearon la necesidad, como ya dijéramos, de crear una universidad estatal entrerriana, abierta, pública y democrática, fue borrado por los interventores civiles al servicio de la dictadura militar, primero con el Lic. Homet (1976 – 1979), llegando a su extremo opuesto con el fundamentalismo del rector Luis Barnada (1979 – 1983). Modalidad disciplinaria, control ideológico, respeto estricto del orden jerárquico, despolitización, represión, militarización de las prácticas, integrismo católico como garantía ideológica, eliminación de cualquier vestigio de laicidad fue su impronta. Colocar la universidad bajo la advocación y patronazgo de la Virgen, establecer como símbolo universitario la cruz junto al libro y negar la ciencia fueron claras acciones que daban cuenta del integrismo fundamentalista que caracterizó la gestión y modelación institucional de la intervención rectoral del PRN. La reducción del claustro estudiantil, la mediocridad académica provocada por la expulsión y cesantía de docentes, un presupuesto ínfimo y decreciente y el debilitamiento de las incipientes líneas de investigación fueron elementos que dieron cuenta de la pauperización de este proyecto, en los años que la UNER pasó bajo la dictadura militar. De esta manera, los funcionarios de facto obliteraron toda posibilidad de crecimiento y desarrollo de una institución educativa recién creada que necesitaba desplegar todo su potencial para cumplir con su contrato fundacional. El mandato de universidad pública estatal para el desarrollo regional se modificó y transformó, en la gestión Barnada, en una universalización atemporal donde la universidad se transformaba en espacio a ¨refundar desde sus cimientos¨, en la lucha de la ¨civilización occidental y cristiana¨ para formar un hombre sustancial anteponiendo ¨la Fe a la Ciencia¨ (Barnada: 1979).

A lo largo del período del rectorado de Barnada se terminó de definir la integración institucional de la UNER con la reestructuración de su propuesta académica con la consolidación de cinco unidades académicas, la incorporación de dos escuelas y la finalización del conflicto en Concepción del Uruguay al habilitar la Escuela de Enfermería, base de la futura Facultad de Ciencias de la Salud. En este período se integró autoritariamente las diversas culturas institucionales previas y, mediante una férrea conducción rectoral, le dio cierta cohesión mediada por la estructura vertical y represiva impuesta por la política del PRN. Las dificultades que se presentaban por la supuesta dispersión territorial fueron solucionadas con autoritarismo y fuerte concentración de poder en la estructura rectoral avalada por las políticas del Ministerio de Educación y la escasa autonomía de los delegados rectorales en las facultades.

La Universidad Nacional de Entre Ríos, luego de su primera etapa, la de creación destinada a su organización académico territorial y una segunda etapa de oscurantismo donde se tergiversó el mandato original, tuvo recién la posibilidad de comenzar a repensarse a sí misma con la reapertura democrática en 1983. La UNER comenzó a transitar la vida democrática con la participación de los diversos actores sociales que la llenaron de contenido y avanzaron en la normalización institucional, poniendo en marcha los mecanismos correspondientes con la integración de los órganos de conducción (conformación de los claustros, concursos docentes, convocatoria a investigadores.) La realización de la Asamblea Universitaria en 1986, la elección de autoridades y la sanción de un nuevo Estatuto Universitario fue el producto de estos nuevos tiempos. Eduardo Barbagelatta fue el rector elegido para llevar adelante ese programa.

Aquí se abrió, finalmente, la posibilidad de retomar la etapa fundacional y llenarla de contenido democrático. La tarea fundamental a desarrollar en la transición democrática de los 80 fue la de transformar una universidad que se edificó en los estrechos y opresivos límites del pensamiento dictatorial, en un espacio libre y participativo.

Cerrudo, Luis (2020), UCU y UNER. Mandato fundacional y construcción institucional. Historia de las dos primeras universidades entrerrianas. 1962-1983.  BsAs, MCdelU-Ed. Dunken.

Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 12/5/2021

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