Por Aída «Marisa» Toscani *- Colaboración para La Ciudad –
En las vísperas de la conmemoración de los 200 años de la creación de la República de Entre Ríos, cuando todas las luces se encienden sobre el escenario donde transcurrieron los sucesos, los interrogantes buscan el eje sostenedor de esa histórica entidad. La respuesta se cierra sobre el primigenio objetivo, que fue defender la libertad de los pueblos.
La dominación de un pueblo sobre otros, se ha planteado como realidad permanente en la Historia, constituyéndose así en las continuidades que atraviesan siglos y que Fernand Braudel lo caracterizó como procesos que transcurren en el tiempo largo. En ese marco se dio el desenvolvimiento de Entre Ríos como espacio que buscaba su afirmación dentro del resto del territorio y su Historia se inscribe en esa lucha que es inacabada.
Al crearse la República de Entre Ríos, esa epopeya impulsada por Ramírez, “sobre los retazos de la Liga de los Pueblos Libres liderada por Artigas,”[1] se conformaron ambas, como las experiencias más significativas en cuanto a búsqueda de autonomía, desarrolladas en las primeras dos décadas del proceso independentista en la región.
Al indagar en la complejidad de esos acontecimientos se visualizan los múltiples actores donde la acción de cada uno, mujeres y hombres posibilitó su concreción. En su accionar Artigas primero y Ramírez después, actuaron de articuladores de miles de esfuerzos tras la causa de la libertad. Una de las figuras claves en esos esfuerzos fue Tadea Jordán por su participación en la construcción de una argamasa identitaria social y política desde donde se levantó la República en 1820.
El asentamiento de los primeros pobladores, a la vera del Arroyo de la China, juega como primera experiencia y se inscribe en la lucha entre ellos y propietarios poderosos, representados por Esteban García de Zúñiga. En ese contexto áspero y lleno de dificultades del total de 101 familias,[2] se encontraba Tadea Jordán y su marido Juan Gregorio Ramírez, al igual que sus padres y hermanos y hermanas casadas. Para legitimarse como dueños y dueñas del espacio elegido para vivir, debieron gestionar, peticionar, mover todos los hilos de las influencias para ser escuchados y respondidos, acordes a sus requerimientos.
El esfuerzo, las luchas y conflictos en medio de los cuales desplegaron sus trabajos, perfiló en esas familias una identidad social, que en muchos casos, devino en identidad política. En el caso de Tadea y sus hijos e hijas, esa identidad política los empujó a defender los intereses de la región en oposición a todo intento de sojuzgamiento.
La disposición que subyace en la personalidad de Tadea y que la hizo partícipe fundamental en la conformación y sostenimiento de su terruño, puede encontrarse en los vívidos y adjetivados comentarios de diferentes historiadores revisados. Así Benigno Martínez la describe “mujer de energía poco común.” Ese rasgo destacado, le permitió hacerse cargo con eficacia del manejo del campo y “montar el picazo y hacerse cargo del campo, lidiar con la peonada y organizar yerras, tropeadas y faenas,”[3] ante la permanente ausencia del marido, quien tenía como oficio el de comerciar a lo largo del río Uruguay, en una embarcación de su propiedad. Jinete audaz, organizaba todo impartiendo órdenes con la seguridad de quien conoce los oficios.
Destaca también Martínez el “viril temple” del carácter de Tadea. El autor la diferencia del arquetipo de mujer, que la sociedad de la época había construido para las mujeres y le atribuye cualidades masculinas, al reconocer sus características de valor, audacia, intrepidez, como no propias del ser femenino.
Con este bagaje de cualidades, encerrados en un cuerpo de pequeño porte y con un bello rostro de ojos negros, llenos de fuerza, esta mujer impulsó y formó parte activa de un movimiento en defensa de la autodeterminación del pueblo de Entre Ríos contra la intromisión de los intereses porteños. En esos afanes no trepidó en montar en su caballo y cruzar el río Uruguay para salvar de la muerte a su hijo, Ricardo López Jordán, exiliado en Paysandú. Así, como organizar junto a otros revolucionarios, un movimiento para destituir al gobernador Mansilla nombrado a instancias del gobernador de Buenos Aires y Santa Fe, desconociendo el mandato de los congresales entrerrianos que habían elegido a Ricardo López Jordán, como gobernador de Entre Ríos. La saña salvaje y cruel de Mansilla, la llevó a la cárcel y a sufrir todo tipo de humillaciones y padecimientos junto al resto de su familia, sumado al “saqueo escandaloso”[4] de los bienes de Tadea y de las familias involucradas en la revolución. El encarcelamiento de esta mujer, construida en la firmeza de sus convicciones, desbarató la posibilidad de éxito del derrocamiento de Mansilla, paso ineludible a fin de restaurar y defender los derechos republicanos y federales de Entre Ríos.
Las justas aspiraciones de un desenvolvimiento regional donde la libertad de sus pueblos fuese la principal bandera, quedaron truncos. Después vendrían otras luchas y otros actores. En todas ellas, el mojón que plantó Tadea por la firmeza de sus designios sirvieron como duros cimientos en la construcción de Concepción del Uruguay y la provincia toda. Las luces del Bicentenario de la República de Entre Ríos se enfocan entonces, en Tadea Jordán y la ubican así, en el escenario principal de sus hacedores y será justicia.
[1] Urquiza Almandoz, Oscar. (2002) Historia de Concepción del Uruguay. Argentina: Editorial Entre Ríos. p.313.
[2] Según datos del censo levantado por el comisionado Julián Colman en 1781.
[3] Bourlot, Rubén. Tadea, mujer de mucha monta. Ramos Generales, El almacén de la Solapa entrerriana.
[4] Urquiza Almandoz, Oscar. (2002) Historia de Concepción del Uruguay. Argentina: Editorial de Entre Ríos.
*Investigadora e historiadora, profesora universitaria y colaboradora habitual de La Ciudad
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 4/3/2020