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Sobre el Estado Eficiente

Por Luis Alejo “ToTo” Balestri.   –

Son síntomas del cambio de época. Sé que algunos cuestionan la idea, pues bien, para ellos diremos que estamos en los “tiempos turbulentos” en términos de Toynbee. Esos tiempos históricos que van desde un orden político mundial a otro.

Cualquiera sea el concepto, lo cierto que soplan vientos contradictorios en todo el mundo. Cuando eso ocurre se forman remolinos que a veces, en virtud de su fuerza, se transforman en tornados. En el núcleo de esos tornadosesta la vieja institución de la modernidad: el Estado Nación.

Hoy por hoy, quizás sea la institución más agredida en Occidente. Ese proyecto político que los norteamericanos llamaron globalización necesita su reducción a un mínimo, o quizás su desaparición como lo sostienen los anarcolibertarios.

Hablar de la globalización me lleva a una pequeña digresión de tipo semántico. Se trata de un término que va de la mano de la “competitividad”, en el fondo la actualización de las ventajas comparativas. Estas palabras, a fuerza de repicar y replicar terminan por “moldear conductas y perspectivas y ejercer influencia en la vida práctica”. Puedo dar fe de esta actitud de comprar el discurso del centro pues en mis tiempos de asesor gubernamental he discutido sobre estas palabras con muchos funcionarios que lo aceptaban como ineludibles y sin críticas.

A mi entender, para un buen razonamiento geopolítico es necesario distinguir entre los procesos reales y sus interpretaciones, muchas veces influidos por las ideologías o, más concretamente, por intereses perseguidos. Uso la palabra “planetización” para referirme al proceso real de convergencia continental y mundial de la humanidad y que  resulta  algo innegable e irreversible.

La planetización tuvo una interpretación mayoritaria, que propuso una forma de organización dependiente de determinados centros financieros que en el proyecto profundo propugnaban avanzar hacia un gobierno mundial, hoy asumido desde las redes en el proyecto que reconocemos como “globalismo tecnocrático” (me parece un término más elocuente que “tecnofeudalismo” que propone Varoufakis pero esto sería cuestión de otro escrito).

Pero existe otra propuesta organizativa de la planetización. En este caso, lo paradójico es que forma parte de una mirada prospectiva. Con su notoria clarividencia, hace 50 años Perón nos anticipaba que el proceso y advertía que dependía de nosotros su presentación. Nos habló de Universalismo, una forma organizativa donde la integración global significaba  voz y votos para todos, en igualdad de condiciones. En aquellas advertencias finales del General, para llegar al Universalismos había que pasar  por el continentalismo (Methol Ferré los identifica como Estados Continentales) y creo que la UNASUR era un serio proyecto que marchaba en esa dirección, luego destruido por los Macris y los Bolsonaros

Lo cierto que para poder conseguir el escenario deseado del Universalismo, Perón también los había planteado un gran desafío: “unidos o dominados”. Hoy casi que aquel viejo ideal del Universalismo parece ser el propósito del grupo llamado BRICS que por ahora está planteando marchar hacia un mundo multipolar.

En este contexto mundial y ante los intentos severos de destruir  el Estado Nación ¿asumimos la defensa dela vieja institución de la Modernidad? Si estamos de acuerdo ¿en qué términos lo hacemos? ¿Será hablando de un “Estado Presente”? ¿O de un “Estado eficiente” como dijo Cristina y creo que Axel también?

En primer lugar, defender la institución del Estado Nacional a pesar que padecemos todas las dolencias de la crisis occidental, requiere tener en claro cual el la función del Estado en el marco de nuestra propuesta de la “Comunidad Organizada”.

Está claro que toda comunidad y más si está organizada requiere de una conducción que en las estructuras  actuales debe ser realizada por el Estado. Pero claro, no debería ser cualquier Estado. En primer lugar debe ser democrático auténtico, con dirigentes que sean miembros del Pueblo y no de  la “clase política”. Un Estado que debe avanzar en el desafío propuesto por Perón de ir hacia una democracia participativa y lo más directa posible.

Se trata de un Estado que debe centralizar las decisiones (la conducción) y descentralizar la ejecución involucrando a las famosas Organizaciones Libres del Pueblo, con los correspondientes mecanismos de control ejercido por el mismo Pueblo. Para poder ir adelante en esta forma de ejecución y  de control resulta necesario e inevitable contar  con un plan.

Este es el Estado que debemos defender y que estimo dista bastante de la institución que hoy tenemos. Y en esto no hago referencia a los destrozos de Milei que estádestruyendo lo poco que funciona bien. Hago referencia al Estado anterior, el de Alberto y Cristina, que agudiza algunas realidades ya existentes en tiempos de Néstor y Cristina.

No es objetivo de este escrito teorizar sobre el Estado  sino simplemente corregir el uso de algunos términos que en bocas de peronistas me aparecen errados. Pero queda abierta la necesidad de un debate y de una discusión profunda sobre  las funciones del Estado en la sociedad del siglo XIX con una marcha a una integración a todas luces contradictorias y conflictivas.

Es algo socialmente pendiente. Quizás debió haberse dado entre todos los  políticos que disputaron en el regreso de la democracia, pero creo que tuvieron miedo a sentirse condicionados por los resultados de esa discusión. En la preparación de ese debate que seguro vendrá será necesario volver a  releer a Perón, a los teóricos del peronismo, a la constitución de 1949 que organizó un Estado modelo y sobre todo al libro “Teoría del Estado” de Arturo Sampay.

Vamos a nuestro propósito. No deberíamos usar “Estado Presente”, algo que cada tanto se le escapa a Axel. Fue nuestra consigna frente a la irrupción de Milei y su motosierra. Haberlo elegido demuestra un enorme desconocimiento de la situación en que se encuentra nuestro Estado.

Muchas veces el gobernante se obnubila por los logros de algunas pocas áreas que dan buenas respuestas, pero el estado es un complejo de ventanillas de atención y si esa presencia no se logra en la mayoría de los intercambios con el ciudadano, habrá lugares donde no hay “presencia”.

Un conductor conduce el sistema. Es preferible que resalte las áreas donde  hay resultados y no la totalidad  del Estado. Y bueno; será tarea central de futuros gobernantes, ocuparse de organizar y armonizar el Estado y de capacitar sus funcionarios. Y si uno es designado en un cargo es para cumplir objetivos definidos por  el ejecutivo y no por las necesidades de su futura candidatura.

Hace diez años que  deje mi cargo de asesor en un área de planificación y relevamiento de información del Estado. Una función que me permitió interactuar con muchas dependencias estatales. Antes había estado en un Estado provincial y de los más organizados.

De ambas experiencias extraigo  un  mal diagnóstico del Estado Nacional y me animaría a pensar de la mayoría de los provinciales.

En aquel entonces  el Estado Nacional era un conjunto de compartimientos estancos, dependencias cerradas organizadas alrededor de algunas cajas y con escasa coordinación y control sobre la forma en que se da  respuesta al Pueblo. En los últimos tiempos coordiné un espacio federal y recibí la queja de muchos funcionarios provinciales por la multiplicación de pedidos de información.

¿Cómo llegamos  a  esta situación que raya la anarquía? Tanto la teoría como la práctica de la administración de organizaciones indican su abordaje como un sistema. El gobernante debe gobernar todo el sistema y todos los funcionarios deben responder al mismo proyecto. Si no hay unidad de conducción no habrá armonía en la ejecución (en el últimos gobierno había tres y quizás más centros con proyectos propios).

Vuelvo a la teoría. Todo sistema social además de saber adónde ir, tiene que tener control y corregir desvíos, de lo contrario tiende a la entropía social, se desordena y se anarquiza. Es preciso saber que nuestro estado nacional viene sufriendo fuerte deterioro que acompaña la decadencia de la  Argentina, que como sabemos y expusimos en un escrito hace poco, se originó en la última dictadura militar y hasta ahora no hemos sido capaces de revertir.

No obstante su desorganización, en cada período aparece algunas áreas que ofrecen buenas respuestas. La experiencia también me indica que esos resultados dependen de la capacidad administrativa del político que se hizo cargo. Donde hay gestión hay resultados y si hay resultados hay presencia. Esto demuestra que el mal funcionamiento no es un problema de su burocracia sino de los responsables de conducir.

Y esto me lleva a los requisitos y habilidades del funcionario. Muchos discursos dedicó Perón a este tema y muy pocos los han leído. Otra vez mi experiencia es que son pocos quienes vienen con intención de gobernar en función de un proyecto. La falta de proyecto y a veces, la falta de conducción del número uno permite funcionarios que ocupan cargos que consideran trampolines para cargos mayores. Un Proyecto definido y una conducción centralizada y con unidad de concepción se transforman en algo esencial en un gobierno.

Como propuesta la he escuchado de la mayoría de nuestros dirigentes, lo que me induce a pensar que han tomado la palabra del discurso neoliberal sin reflexionar sobre su alcance. Para algunos significa recortar recursos para  gastar menos. Es la palabra que justifica el ajuste. Para otros es la capacidad de hacer algo en el menor tiempo, olvidando que el tiempo también es un recurso.

Considero que estamos ante un uso mal intencionado de  la palabra ya que su verdadero sentido es hacer la mejor utilización de los recursos, alcanzando los objetivos, algo que los liberales olvidan. Y de nada vale la eficiencia si el Estado no cumple sus funciones. Y este es el dilema de hoy: el Estado cumpliendo determinadas funciones en la comunidad o su eliminación que pretenden los libertarios. Espero que se resuelva en el campo de la democracia.

Hablar de funciones y objetivos nos lleva a otra palabra que suele y debe ir siempre acompañando la eficiencia: la eficacia. No puedo verificar eficiencia si antes no evalué la eficacia.

Un estado presente debe ser un Estado eficaz o no lo será. Un estado eficiente debió haber sido antes un Estado eficaz, de nada vale recortar recursos si después no puedo ofrecer defensa, seguridad, justicia, salud, educación, infraestructura, servicios públicos universales y accesibles y por qué no, como sugería don Smith ser gendarme de los mercados para evitar monopolios y también contemplar la necesidad al desarrollo, al pleno empleo y a una distribución justa de la riqueza, según es mi concepción.

¡Qué importa cómo se gaste si hoy no se cumple  ninguna de las promesas que  realizó Alfonsín hace más de 40 años, pues nuestro estado hoy no garantiza el curar, ni educar y en los último tiempo tampoco comer. Y esta es la cuestión: nuestro estado no solo peca de ineficiencia, sino que también es ineficaz!

Aclaremos un poco este juego de palabras recurriendo a ese viejo instrumento hoy casi olvidado: el diccionario.

Eficacia es la capacidad  de lograr  el efecto que se espera o se desea y eficiencia es la capacidad de lograr los resultados deseados con el mínimo posible de recursos. La eficacia  mide los resultados alcanzados en función de los objetivos  programados y la eficiencia es la medición delos esfuerzos para conseguir esos logros. No tiene sentido recortar recursos si después no alcanzo los objetivos. El costo de las prestaciones, el tiempo utilizado y el uso adecuado de los insumos para conseguir los objetivos constituye la eficiencia pero por más que baje todo, si no alcanzo los objetivos los recortes son en vano. En lo personal, comparto con Drucker que un líder debe tener un desempeño eficiente y eficaz a la vez, pero, aunque la eficiencia es importante, la eficacia es aún más decisiva. El asunto es tener claro los objetivos y  ver si  lo logramos.

¿Por qué el neoliberalismo tomó solo eficiencia y  no eficacia? Muy simple, porque  para decidir si fui eficaz necesito conocer los objetivos perseguidos y esto implica planificar. Planificar, justo el término que los neoliberales vinieron a romper, pues su discurso fue que no era necesario planificar porque eso lo hacía y lo resolvía el mercado. En cambio, eficiente es el concepto que justifica el ajuste como ya lo dijimos. Lo que no dicen ni libertarios ni neoliberales es que detrás de sus posturas “eficientes” están los grupos financieros y los capitalistas en la nube y sus corporaciones transnacionales que solo pretenden un gobierno tecnocrático para hacer lo que se les antoja.

Por eso, por la necesidad de volver a ser eficaz es central retomar la idea de la planificación. Y no estoy hablando de “planes libros” que quiten flexibilidad a la gestión, sino de tener fuertes acuerdos de los fines perseguidos que  nada impiden que sean utópicos, es más se requiere tenerla en esta instancia. Son fines que deben funcionar como era la estrella del sur de los navegantes, el saber hacia dónde ir. Pero tener una utopía nos permitirá después de diagnosticar la realidad desde esos fines, definir objetivos concretos en un tiempo determinado. Objetivo no solo significa tiempos sino también instrumentos que permitan verificar si se cumplen.

Conociendo los objetivos será cuestión que pensar cuantos recursos necesito. Y al planificar las acciones puedo empezar a pensar en la eficiencia del gasto. Y es importante esta eficiencia porque lo que se administran son recursos del Pueblo.

Espero que esta disquisición entre palabras sirva para contar con elementos suficientes para organizar un nuevo discurso, sin marketineros en el medio y que tenga lo épico y la verosimilitud de los discursos de aquellos tiempos donde convocábamos al Pueblo.

A modo de síntesis: Es imperioso recuperar la  planificación. También ver como realizamos esa tarea de definir un Proyecto de Nación que nos abarque.

Para cerrar esa reflexión sobre el estado eficaz voy a tomar dos ideas de Carlos Matus, ese importante investigador de la planificación decía  que si no tengo plan, si no se adonde quiero ir, puedo llegar a marcha con mucha eficiencia . . .  ¡hacia un abismo!.

La segunda, una vez lo consultaron si era necesario planificar y su respuesta fue contundente, dijo algo así como que claro que es importante, porque ¡al que no planifica lo planifican!. Todo el mundo planifica, si vos no lo haces serás sujeto pasivo de la planificación de otros.

(1)  Luis Alejo “Toto” Balestri. – Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales por la Universidad de Córdoba (España).- Contador Público por la Universidad Nacional de La Plata (Argentina). – Diplomado en Relaciones Internacionales por la Círculo de Legisladores del Congreso de la Nación Argentina y el auspicio de la UBA.

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