Por Alfredo Guillermo Bevacqua –
El cartel exhibido por la hinchada boquense en Santiago del Estero trajo recuerdos de un clásico con presencias ilustres
El pasado sábado 23 en Santiago del Estero se vivió una fiesta: jugó y ganó Boca en el modernísimo estadio de la ciudad que es Madre de Ciudades. Cuando juega Boca en el interior es una fiesta en cualquier ciudad; días pasados cuando se confeccionó mediante sorteo, el programa de partidos de la Copa Sudamericana, un jugador de Nacional de Potosí (Bolivia), lloró de emoción porque jugaría contra Boca…
Por suerte estaban las dos hinchadas. Central Norte –muchas veces rival de Gimnasia en el Federal A- es uno de los clubes mas populares de Salta, el otro es Juventud Antoniana que –al igual que River- descendió a una categoría inferior el Federal B. Parecía que estaba todo Salta alentando al albinegro, y por supuesto Boca y su hinchada, con todas sus banderas. Pero esta vez había una que estaba en el medio de todas, para ser destacada, para que fuera visible para todas las cámaras y desde cada rincón del estadio: era un grito , su leyenda era un grito: “Boca y Perón un solo corazón”.
Perón ¿era boquense?
En las “redes” se desató una discusión; unos mostraban su conformidad porque “expresaba una realidad”: Boca y Perón están en el corazón del pueblo. Otros mostraron su disconformidad, diciendo que “Riquelme había politizado el club”. Y si, Riquelme es presidente de Boca Juniors a través del voto de los socios, según lo establecido en el estatuto institucional que fija el sistema electoral para determinar las autoridades; es posible que quienes piensan que votar es politiquería, prefieran que se tuvieran en cuenta la cantidad d e acciones, o sea abonando el proyecto de sociedades anónimas que quiere imponer Mauricio Macri, el ex Presidente de la Nación que para serlo, se vio obligado primero a pasar por Boca… Pero además lo dicen, olvidando que el día de las elecciones en el club –que Macri intentó impedir infructuosamente-, uno de los primeros en votar fue el actual Presidente de la Nación, Javier Milei, quien ha manifestado su total adhesión en Boca Juniors a Macri, y con permanentes críticas a la gestión de Juan Román Riquelme, el que le respondería siempre en un genial estilo Papa Francisco….
Pero en “los idas y vueltas” de esos comentarios, hubo uno que nos encantó porque nos retrotrajo setenta años en nuestra vida y que recordamos como si fuera ayer. Un aficionado defendió la condición boquense del General argentino que hizo realidad el ascenso social de millones de humildes trabajadores que tuvieron vivienda propia y vieron como sus hijos llegaban a la universidad.
Fue el recuerdo de un clásico –que todavía no era superclásico-, en el que Perón celebró un triunfo de Boca frente a River; se jugó un 19 de julio de 1953. En la casa familiar había unanimidad futbolistica: todos de Boca; la tarde del domingo, y si de invierno se trataba, mas que nunca, nos reunía alrededor de esa vieja radio de madera para escuchar el relato de Lalo Pelliciari, un uruguayo que había cruzado el Plata en 1935 para relatar el fútbol, pero que en 1950 supo de la gloria de relatar el histórico título mundial conseguido por Uruguay en el Maracaná.
Boca –que arrastraba nueve años sin títulos- visitó a River en la antigua herradura que era el Monumental. A Antonio Vespucio Liberti le faltó dinero para completar el anillo de cemento con tribunas de 32 metros de altura, y entonces dejaba abierta al río una puerta enorme por la que se colaba el viento y ese frío que siempre hay en el Monumental…
Un invitado conmovido
Perón fue a la cancha para mostrarle a un enviado “gringo”, lo que era un espectáculo argentino que solo el fútbol es capaz de generar. Desde la previa a las elecciones que lo catapultaron a la presidencia, Perón no se llevaba bien con Estados Unidos, que en 1953 era presidido por un general victorioso en la Segunda Guerra Mundial, Dwigth Eisenhower. Nuestro país que había crecido exponencialmente, había comenzado a tener problemas, algunos o varios, alentados desde “el gran país del norte” (como le llama La Nación). Cuentan los que conocen el detrás de escena de aquellos tiempos que en una conversación telefónica entre los presidentes, Perón le dijo a Eisenhower: “Ud. no entiende a los argentinos porque habla con los civiles, pero Ud. es militar y yo soy militar, entre dos generales nos vamos a entender…” ¿Quién puede asegurar que el diálogo haya sido así? Lo cierto es que en misión de acercamiento llegó a la Argentina, Milton Eisenhower, hermano del presidente, con grandes dotes diplomáticas y que no fue Canciller de su país “por ser hermano del Presidente”.
Perón invitó a su visitante, que poco y nada sabía de fútbol, a presenciar el clásico en una tarde radiante de sol pero de mucho frío. Se ubicaron en la ex pista de atletismo de River, en muy cómodos sillones individuales de mimbre, con mullidos almohadones. Perón aún portaba luto, todavía no se había cumplido un año del ingreso a la inmortalidad de Evita ; corbata negra y brazalete negro en la manga izquierda de su sobretodo piel de camello marrón claro.
Empate en uno al término del primer tiempo, el gol de Boca lo hizo “el loco” Elio Montaño (que como buen “loco” que era, tiene una historia hermosa); sobre el final del mismo, Mussimesi –el boquense arquero cantor le atajó un penal al 4 de River, Mantegari-; en la media hora del segundo tiempo, Loustau , el puntero izquierdo de River, puso el 2 a 1, que a esa altura parecía irremontable. Pero a los 83¨ el puntero derecho Navarro, estableció el empate y faltando dos minutos, el 9 de Roca, Roberto Rolando, se metió con pelota y todo al arco y quedó colgado de la red, sellando el 3 a 2; Perón y su invitado, se pararon de su sillones ante la dimensión del momento; Perón festejaba el abrazo boquense, el “gringo”, miraba asombrado el delirio del jugador n° 12…
Ese festejo de Perón, la información dada por Antonio Cafiero sobre las preferencias futbolísticas del líder justicialista, la respuesta dada por Isabel, la esposa que al morir lo sucedió en la presidencia, al preguntársele sobre la simpatía futbolera del General, son los elementos que abonan el “Perón boquense”… Por eso resultan llamativos algunos cuestionamientos surgidos en las modernas redes, indicadoras de crisis de utopías, de sueños colectivos, y que poco saben de haber vivido días felices…
Dicen los historiadores de Boca que Américo Tesoriere fue un arquero inmenso, que vivió y murió en la Boca… Era también poeta. Y en su sereno retiro, reclamaba “recuperar por unas horas la juventud perdida, ¡para atajar de nuevo en el arco de Boca!…” Uno, apenas quisiera recuperar por algún instante aquel tiempo pasado en que nos reuníamos alrededor de una radio, no tanto por la radio, si por la compañía de “los viejos” y los tíos…
Elio Montaño: el abrazo de Perón
Decíamos en la nota principal que a Elio Montaño (1929-2016) le decían “el Loco”; y en el fútbol –o en la vida, es lo mismo- acumuló anécdotas. Fue autor de un gol, el primero, en el clásico River-Boca que presenció Perón junto a Milton Eisenhower en julio de 1953. Montaño era peronista; su primer pelota se la regaló Perón, por la Fundación Evita, su abuela tuvo su primera máquina de coser.
Desde 1954 a 1959, Montaño jugó en Huracán. En ese tiempo cuando terminaba el campeonato, en el último domingo de noviembre, los clubes emprendían giras. En 1955 Huracán emprendió un recorrido por Centroamérica. Culminó la gira en Panamá; justamente allí se encontraba exiliado Perón luego que fuera derrocado por un golpe militar.
La delegación del “globito” emprendería el regreso en el día previo a la Navidad. Un día antes de salir, Montaño averiguó por el domicilio del General. Estaba en la ciudad de Colón, a 70 km. de la capital. Montaño no dudó, tomó un tax y viajó.
Perón lo recibió, estaba acompañado de Roberto Galán. Perón le pidió que lo acompañara a pasar la Navidad; ¿cómo negarse a una invitación del General? Claro, que cuando llegó el momento de regresar no tenía dinero para el pasaje y la delegación ya había partido. Perón le consiguió el pasaje y emprendió el regreso a Buenos Aires., donde ya se había difundido la noticia del encuentro Perón-Montaño.
Al llegar, no bien bajó la escalerilla del avión –todavía no había mangas en los aeropuertos-, tres tipos, grandotes y serios, prácticamente “de las pestañas” lo llevaron a una sede policial. Ahí comenzó una exigencia: “Danos lo que te dio Perón”. No pudo convencerlos que Perón no le había dado nada. Entró en escena, otro personaje, aparentemente un jefe, con idéntica exigencia y que tuvo la misma respuesta “No traje nada”. El jefe, harto, le dijo: “te dejo, vuelvo en media hora y ahí si que me vas a dar lo que te dio Perón”.
A la media hora regresó y agresivamente le dijo “Hijo de mil p…, dame lo que te dieron”. El “loco” se levantó de la silla, abrió los brazos y lo estrechó al milico en un fuerte abrazo, mientras le decía: “¡Esto me dio Perón, un abrazo me dio Perón! ¡Y no te imaginas lo que es un abrazo de Perón!” Al rato lo pusieron en libertad.
Sus últimos años los pasó en un geriátrico en el barrio de Almagro. A veces se escapaba hasta un bar cercano, y siempre contaba lo mismo: el abrazo que le dio Perón. En el 2016 murió. A los 87 años.-
(fuente: La Calle)