por Pablo Stein –
la fotografía es de Lola Costa
Mis abuelas “indias Saturnina y Dolores. No conocí a Saturnina, madre de mi abuelo Pablo, fallecido en 1942, a quien su padre, el inmigrante de origen alemán, Stein reconoció luego del casamiento de Pablo, en 1905 con Dolores (Si, mi abuela fue Dolores Costa, como la esposa de Urquiza).
Saturnina era natural de Corrientes y tenía sangre guaraní y mi abuelo llevo su apellido, Portillo, hasta los 30 años.
Lola era de Salto, hoy perteneciente a la República Oriental del Uruguay, tenía sangre charrúa y conviví toda mi niñez con ella.
Sus vidas son una síntesis de lo que soportaba la mujer en épocas de la formación de un país, que respetaba muy poco los derechos femeninos, pero cuyos ejemplos me hicieron amar esta tierra en la que nací.
Mis ancestros femeninos venían de una cultura “primitiva” en la cual, si, se las respetaba y supieron tener derecho a la autodeterminación y tomaban con total naturalidad la educación y crianza de sus hijos, sin la dependencia forzada al hombre en la sociedad pacata que aún nos rige.
Saturnina y Lola fueron analfabetas.
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Mi madre también lo fue.
Mujeres argentinas del siglo XX, que tuvieron que esperar la llegada de Eva para ser revindicadas, pero cuya herencia de sangre fue tan influyente que no solo me hicieron amar Entre Ríos, sino también buscar la grandeza que, en definitiva, pese a las luchas aún vigentes entre héroes y villanos podemos exhibir con todo nuestro orgullo.
Claro está, que esta búsqueda va mucho más allá que la lectura de los personeros de la oligarquía, y hay que buscar en las raíces criollas que estos se siguen esforzando por hacer desaparecer.