Por Ángel J. Harman –
En 1784, al año siguiente a la fundación de la villa de Gualeguay, la capilla fue trasladada a otro lugar, en donde perduró durante más de treinta años frente a la plaza principal. Al frente de la capilla estaba el campanario de madera artísticamente trabajado, a la usanza misionera, cuya campana de gran tamaño había sido traída de las Misiones Jesuíticas.
A poco de haberse iniciado el proceso revolucionario de mayo de 1810, los pueblos de Misiones se vieron envueltos en las guerras sostenidas desde Buenos Aires, primero, y por los partidarios de José Artigas, después. Además, a estos conflictos se sumaron las invasiones y saqueos a los pueblos perpetrados por los portugueses y por los paraguayos.
A partir del alejamiento de Artigas y hasta la incorporación de los antiguos departamentos jesuíticos de La Cruz y Yapeyú a Corrientes en 1827, la provincia de Misiones se dividió en dos grandes áreas, divididas por el río Aguapey. En la parte septentrional los pueblos del alto Paraná intentaron ser reorganizados por uno de los principales aliados de José Artigas, el caudillo guaraní Sití. Vencido Artigas, Sití reagrupó los naturales dispersos en Santo Tomé y San Roquito y delegó la responsabilidad de los pueblos del Paraná a Nicolás Aripí, quien concentró estas familias en San José y San Ignacio Miní, donde estableció su sede. No obstante las buenas intenciones de Sití, su renuencia a aceptar la autoridad del Supremo Entrerriano, Francisco Ramírez, por las razones apuntadas con anterioridad, lo condujo al ya relatado enfrentamiento armado con el comandante del Ejército entrerriano, el general Gregorio Piris, siendo derrotado en el Paso de San Borja el 13 de diciembre de 1820.
Luego de derrotar a Francisco Javier Sití en el combate de San Borja, Gregorio Píriz recorrió con sus tropas San Miguel, San Javier, San Ignacio, y otras poblaciones, llevándose a Corrientes familias, y ganados, así como carretas con yerba, ornamentos y campanas de iglesias.
En base a la documentación existente en el Archivo General de Corrientes, dice Hernán F. Gómez, el general Francisco Ramírez hizo retirar en 1820 una parte de los ornamentos religiosos, campanas y demás objetos del culto de propiedad común de los pueblos de Misiones que los nativos habían llevado “en largo convoy de carretas” al pueblo de Saladas. Según este autor, Ramírez se adueñó de estos tesoros y ornamentos, haciendo previamente juicio criminal por ellos, al ex gobernador depuesto Juan Bautista Méndez, porque éste se decía comprador de algunas campanas. Más adelante, el gobernador de Misiones, Félix Aguirre, comunicó en nota de 30 de diciembre de 1823 dirigida al de Corrientes, J. J. Blanco, que bajaría a Paraná “a reclamar los ornamentos que injustamente se llevó el General Ramírez”.
Por su parte, Carlos Tones dice que según la tradición de la zona de Gobernador Virasoro, después de los saqueos e incendios provocados por los brasileños comandados por Francisco dos Chagas Santos en 1817, los indígenas guaraníes congregados en torno a la Virgen de Caá Caraí, junto con el vecindario del Paso y la Estancia, huyeron con sus bienes y objetos de culto antes que los lusobrasileños los atraparan. Los devotos custodios de la talla de Nuestra Señora del Carmen con los objetos sagrados, alhajas, personal de músicos y esclavos de su servicio, escaparon a campo traviesa hasta que llegaron a la zona rural del pueblo de Itatí. Se establecieron en el partido de Itayoy, liderados por el mayordomo del culto Juan Gregorio Blanco, en el año 1817.
Lo que han expresado, tanto Hernán Gómez como Carlos H. Tones, está confirmado por otros documentos procedentes del Archivo de Entre Ríos: en efecto, se sabe que en 1828 había en Concepción del Uruguay varias campanas traídas de los pueblos de Misiones y por las que se había satisfecho su valor a los indios [¿de Misiones?]. El gobernador José León Sola ordenó que una de éstas fuera conducida a Gualeguay. En 1837 fue traída a Nogoyá una campana procedente de las antiguas misiones jesuíticas, que presentaba la inscripción “Sancte Ioannes – Ora pro nobis”. Además, la iglesia Catedral de la ciudad de Paraná, situada frente a la Plaza 1° de Mayo: posee las campanas traídas de las misiones jesuíticas.
La destrucción de los pueblos misioneros continuó: también fueron saqueadas las misiones orientales. Desde la Misión de San Borja sobre el Río Uruguay fueron traídas seis enormes campanas de bronce hasta San Borja del Yí. En 1843 al desmantelarse la población una de las campanas fue arrojada a una laguna cercana, tres de ellas fueron a parar a la Iglesia de la Villa de San José, una de ellas a la Iglesia de Trinidad y una campana rota a la Iglesia de San Pedro del Durazno.
Fuentes:
GÓMEZ, Hernán F., Yapeyú y San Martín, Buenos Aires, Librería Nacional J. Lajouane & Cía., 1923
SEGURA, Juan José Antonio, Historia de Nogoyá, t. I, Nogoyá, 1972
TONES, Carlos Haroldo, Del topónimo “Umbú” a Gobernador Virasoro (Orígenes), Corrientes, Universidad Nacional del Nordeste, 1995