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Por Eugenia Delorenzi –
Hay experiencias en la vida, que generan sensaciones que sólo pueden explicarse viviéndolas. Es el caso de hechos que trascendieron en la historia, o que ocurrieron alguna vez y sólo una vez. Aquí pueden incluirse sucesos políticos, deportivos y dentro de la cultura también hay otros.
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Específicamente, estoy hablando del recital que una de las leyendas musicales, de Paul McCartney. Se trata de la tercera visita a Argentina del artista de Liverpool, quien ofreció conciertos en el Estadio de River Plate en 1993, en la gira mundial presentación de su disco “Off the ground”, y en 2010 con motivo del lanzamiento de “Memory almost full”.
En esta última visita, no sólo fue particular porque llegó a sus 73 años, sino porque el músico actuó por primera vez fuera de la Ciudad de Buenos Aires y en una provincia, en una pulseada en la que Córdoba pudo imponerse a la ciudad santafesina de Rosario, que también aspiraba con contar con el ex beatle. Así, el 15 de mayo en Córdoba; y el 17 y 19 en la ciudad de La Plata, se vivieron esas nuevas experiencias difíciles de contar.
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Todos percibíamos -y lo comprobamos- que se haría más eterna la espera de ahí en más. Tipo 19 aparece la banda telonera, El Kuelgue, que a decir verdad no muchos la esperábamos, o la preferíamos, o la conocíamos… Aunque sabemos que la verdad es, que todo lo que esperábamos era que se hicieran las 21, que como se murmuraba sería la hora que entrara el grande al escenario…
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Una tarde de martes frío, precisamente un 17 de mayo de 2016, con apenas un poco de sol nos recibía la ciudad de La Plata, no sólo a los miles que queríamos vivir una experiencia única, sino también a un único, a Paul McCartney, que con seguridad había estado practicando ese saludo en español que diría esa noche después de ese: ‘hola culeados’ que dijo en Córdoba. A menos eso imaginábamos todos los que, desde que empezó ese martes nos juntamos en avenidas que muchos nunca escuchamos nombrar, como 25 y 32, afuera del Estadio Único de La Plata.
La euforia que provocaban los Beatles en los 60’ y 70’, o lo que imaginaba de ella, la empecé a sentir a eso de las 17:00, cuando en medio de una larga fila para ingresar al campo empezó a escucharse en forma de eco, la prueba de sonido de la voz más identificable para todos. Con un poco de nervios y disimulación, todos movíamos los labios -para que nadie nos escuche cantar-, con las letras que deseábamos gritar porque la estaba cantando el propio McCartney.
Después, en una espera que terminó sin sol, con frío y todos amontonados, a eso de las 18 abrieron la puerta, y parecía que empezaba la carrera para llegar al mejor lugar. La inmensidad del estadio nos recibía con un monstruoso y enorme escenario que sabíamos que iba a tener en él una magia especial.
Otro momento grandioso siguió con los homenajes a John Lennon y George Harrison, que, con tanta razón, todos hicimos eco de los recuerdos y en una sola voz gritábamos el nombre de Lennon y Harrison… Así como los recordó, a menos para los presentes e incluyendo a Ringo Starr en cada canción beatle… Luego, sobre una tarima que se elevaba, él solo, con su guitarra comenzó a cantar: Blakbird y ahí se sintió lo más emocionante de su voz, con esa guitarra que sonaba como única en sus manos, en la que nuevamente imaginé que esto mismo que por el 1970 enloquecía al mundo entero yo también lo estaba viviendo…
Y cuando pensaba que no podía sentir más magia, inició, casi al cierre, con ‘Hey Jude’ y ahí nos desbordamos todos, la cantamos desde el primero, al último, desde los plomo de la banda a los que tenían puesta la chaqueta de Prevención, estoy segura… No los vi, pero sentí que todos éramos una sola voz. Todos…. Y se vino el: na na nanana nanana hey Jude, que se replicaba una y otra vez, con lágrimas en los ojos, con un recuerdo beatle inmenso, con un sentimiento de agradecimiento a Paul presente por regalarnos lo que también John Lennon, George Harrison y Ringo Starr juntos, podrían habernos regalado… una sensación que sólo de vivirla dos veces tendría comparación con otra…
Y así, al finalizarla se fue, en una ida que, si bien sabíamos que era un ‘sólo una pausa’ nos dolía porque dijo chau… y ahí, todos con el corazón caliente y los ojos llorosos comenzamos a retomar entre la multitud el: na na nanana nanana hey Jude, como si ese show también era nuestro, como si nosotros quisiéramos regalarles a ellos -a los Beatles todos me refiero- un poco de lo que dejaron… Y ahí sí, con fuegos artificiales, show de luces y escenario que explotaba volvió Paul y siguió cantando ‘Live And Let Die’, y emocionándonos… Un músico con 73 años de emociones, de transmitir música y que se retroalimente…
Y así, entre canciones y emociones, finalizó el show con una frase que, entre ese espectáculo visual de papelitos y bengalas con los colores de la bandera Argentina, me quedará resonando por siempre: ‘hasta la próxima, see you next time’… Y uno piensa si habría otra visita, si vendría una vez más a la Argentina… Pero después de esa experiencia, tal vez no importa, porque desde ese momento uno lleva el recuerdo de Paul, John, George, y Ringo, en el corazón, con una emoción que les contaría, pero es difícil de explicar.
Gracias Sir Paul
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