Uno de los trabajos más ricos sobre la música de nuestra tierra es el de Juan Pedro Zubieta. A través de una página digital de la Fundación “Memoria del Chamamé”, se almacenan nombres, fechas, canciones y un gran número de trabajos que muestran la cultura correntina. Visualiza el canto y, a través de este, la provincia que nos vio nacer y a muchos crecer, con sus ríos, lagunas, calor ardiente y gente siempre dispuesta a compartir unos mates.
El valor de los datos y testimonios hace que la página tenga unas 19.000 visitas mensuales de interesados en el género. Zubieta entiende que el reconocimiento que pueda otorgarle la Unesco permitiría “brindar recursos y apoyo de casas de estudio, entidades y asociaciones”.
También se referió a la deuda con las mujeres y remarcó la necesidad de apreciar a estas artistas.
—¿Cuándo y por qué se crea el Museo Virtual del Chamamé?
—El Museo Virtual del Chamamé fue una iniciativa de la primera comisión directiva de la Fundación “Memoria del Chamamé” (nacida en 2008), presidida entonces por Cacho González Vedoya, secundado por Joaquina Méndez y Alicia Graciela Díaz, quienes tuvieron la visión de crear un sitio web con contenidos relacionados al género, pero no una pila almacenada de información dispersa, sino revisada, catalogada y ordenada con criterio museológico, lo que lo convierte en un “museo virtual” único en su tipo. Tiene en promedio 19.000 visitas mensuales de fanáticos, artistas y allegados al género, pero también de difusores, estudiantes y docentes, lo que constituye una enorme responsabilidad en cuanto a la certeza de los datos consignados en nuestra página, por ser material de consulta permanente, y desde un tiempo a esta parte es el primer sitio que visita un interesado en busca de información relacionada al chamamé.
—¿Cuál es la relación con el chamamé que tuvo de niño?
—Soy miembro de una familia de músicos de varias generaciones por parte de madre y de padre, intuitivos y eruditos, y gracias a mi padre -que era un hombre muy cercano a cultores chamameceros de renombre- pude conocer desde niño el chamamé, sus historias, sus protagonistas, especialmente a partir de la amistad de mi padre con el genial Roque Librado González, en cuya casa conocí desde mi niñez artistas tan diversos como Raúl Barboza, Héctor Chávez, Fito Ledesma, Rubén Miño, Antonio Niz o Bartolomé Palermo.
—¿Qué rol cumple el guaraní en esta música?
—El área de dispersión de la nación guaraní coincide precisamente con el área de difusión del chamamé, y esto -más allá de la discusión del origen del género- nos confirma la teoría de que la herencia de los sacerdotes jesuitas músicos como Domingo Zípoli y especialmente Anton Sepp en las misiones orientales (transmitida en la enseñanza del canto coral y la construcción y ejecución de instrumentos musicales) convirtió a los herederos mestizos de aquellos indios expulsados de la misiones, muchos de los cuales migraron al interior profundo de Corrientes llevando consigo sus conocimientos e instrumentos, en los creadores de un género musical único en su tipo, al que le aportaron además su lengua. Se puede apreciar en las obras grabadas por los pioneros del género a partir de 1936, que tenían un cuidado balance de castellano y avá ñeé, algo que se perdió por un par de décadas y que está volviendo con mucha fuerza, a partir del interés de los jóvenes por esta lengua ancestral.
«No hay dudas de que, cuando se lo conoce, el chamamé enamora profundamente”
Juan Pedro Zubieta
Museo Virtual del Chamamé
—Estudió a muchos autores, compositores y cantantes ¿qué une a todos ellos?—No creo poder responder en forma simple a esta respuesta, pero no hay dudas de que el chamamé es una música que cuando uno la conoce se enamora profundamente, lo que explica la gran cantidad de destacados cultores del chamamé que no son correntinos ni litoraleños.
—¿Cuál es la historia que más le gustó conocer?
—Vida y obra de Roque Librado González, genial acordeonista, compositor y luthier revolucionario, que pude volcar en el libro Roque González. Así es mi chamamé, publicado por Moglia Ediciones, ya que por su humildad, su figura era conocida más que nada por músicos y especialistas, y modestamente creo haber hecho un pequeño aporte a poner en valor su figura.
—¿Cuál es la letra que más le atrajo?
—Difícil de responder con un cancionero tan vasto y tan bello, pero si tengo que elegir solamente una, sin dudar un instante: Evocación de la ternura, autoría de Mateo Villalba y Antonio Tarragó Ros. Es una canción de amor dentro de una melodía maravillosa, fiel exponente del chamamé curuzucuateño.
—¿Cómo atraviesa el chamamé al correntino?
—El chamamé es inseparable de la forma de ser del correntino; entre la gente de campo, lo acompaña en sus actividades cotidianas, en la radio o en un silbidito cuando a caballo cumple sus tareas; en los pueblos, está presente en festejos de cualquier tipo inclusive en la despedida de un ser querido y también en los habitantes de las grandes ciudades, ya que no hay un habitante de Corrientes que no tenga en su familia algún artista o musiquero que lo acerque al género. Aún en círculos sociales elevados de la capital, el chamamé es apreciado y cultivado.
—¿Hubo una evolución de la música?
—Hubo una enorme evolución en el género a través de la historia del chamamé, que se está acelerando en la actualidad por el enorme aporte que significa para el chamamé, que los artistas de las nuevas generaciones tengan conocimientos formales de música, a diferencia de los músicos de la vieja guardia que eran su gran mayoría, intuitivos, es decir “orejeros”, según la jerga.
Pero ya desde el nacimiento fonográfico en 1931, por tomar una fecha en la que no hay disenso, el chamamé con sus anteriores denominaciones como polca correntina o “polquita”, siempre tuvo una gran riqueza, tanto en lo autoral como lo interpretativo y también en lo orquestal, ya que el chamamé de los salones que se cultivó en Buenos Aires en las décadas del 30, del 40 y hasta mediados de los 50, tenía formaciones muy ambiciosas que incluían acordeones, piano, guitarra, bandoneones, vientos y cuerdas, algo que a partir de la época dorada del chamamé con el esplendor de los conjuntos de Tránsito Cocomarola, Tarragó Ros, Isaco y Montiel, aportó otra evolución, hacia la formación de “cuarteto” que hoy se considera “tradicional”, es decir acordeón, bandoneón y guitarristas cantores llevaron el género a un sitial de privilegio en la música popular argentina por su virtuosismo en la ejecución de sus instrumentos, por el legado autoral y las grandes voces de estos conjuntos.
—Hubo otras evoluciones.
—Otra enorme evolución se produce con el movimiento Canción Nueva Correntina, generado por artistas como Marily Morales Segovia (su alma mater), Benjamín de la Vega, Pocho Roch, Teresa Parodi, Antonio Tarragó Ros, Cacho González Vedoya y Mario Bofill (entre otros), que fue una revolución tanto por el enorme aporte desde lo poético, como la incorporación de instrumentos electrónicos. El legado autoral de ese movimiento nacido en 1972 llega a hasta hoy con clásicos como María va, Por Santa Rosa me voy al río o Pueblero de allá ité.

En el nuevo milenio, de la mano de creadores e intérpretes como Raúl Barboza, Antonio Tarragó Ros, Mateo Villalba, Teresa Parodi, Chango Spasiuk y Rudi y Nini Flores, nuestro género ha traspasado las fronteras, de nuestra música y geográfica, evolucionando además a formas sinfónicas, en canto polifónico o ejecutada por instrumentos no tradicionales o para una mirada rápida alejados de nuestra música, como marimbas, cellos o trombones.
—¿Cómo son las letras del chamamé?
—El chamamé es muy rico en cuanto a la temática, ya que además de compartir motivos con otros ritmos folklóricos argentinos, como el culto a la Madre, al terruño, a la amistad y las letras de tinte romántico, el chamamé ha tenido además, sobre todo en sus primeros tiempos, muchas composiciones de género patriótico, que tiene que ver con grandes correntinos que han dejado su sangre en guerras civiles y defendiendo a la patria, desde Vences a Malvinas, desde la guerra contra el Paraguay a Caá Guazú, sin contar con que el más grande héroe de nuestra Nación, el General José Francisco de San Martín, es natural de Corrientes.
Otra temática muy difundida en el cancionero chamamecero es el culto, por ser el correntino profundamente religioso.Con la Fundación “Memoria del Chamamé”, hemos promovido (en forma sucesiva a partir de 2017) certámenes de canciones inéditas proponiendo la temática, siendo el primero “Próceres”; el de 2018, “El desarraigo”; el tercero, “El terruño” y el de 2020, “De ríos, lagunas y esteros”, y hemos tenido mucha participación en cada uno de los certámenes, lo que confirma la diversidad de la temática de las letras en el chamamé.
—¿Quiénes fueron las mujeres del chamamé y si fue difícil o no cantar para ellas?
—El chamamé tiene una enorme deuda con las mujeres del chamamé, por que se estudia poco y cuando se pretende poner en valor a nuestras artistas, hacen un salto en el tiempo, dejando en el olvido o de lado casi 50 años de historia, en que la mujer tuvo un rol fundamental en el nacimiento y el desarrollo del género. Por ejemplo, pocos saben que el chamamé “nació femenino”, ya que las primeras grabaciones de un artista correntino de la historia (a cargo del Trío Valenzuela-Guardia en el año 1936) son dos obras cantadas, 6 de enero y La rinconada, y las dos están cantadas por mujeres, las hermanas Gregoria y Angelita Lezcano, de origen chaqueño.
—¿Cuál fue el rol de las letristas?
—Otro dato permanentemente soslayado es el rol de las primeras letristas como Stella Elizondo Córdova y especialmente Amelia del Carmen Serrano, inspirada autora oriunda de Goya, pionera a la hora de aportar obras para las grabaciones de la avanzada del chamamé en las décadas de 1930 y 1940.
Y tuvieron roles destacados además en otros campos, especialmente las grandes cantantes que tuvo el género, que entiendo tuvieron que luchar para ganarse un lugar, pero no por su condición de mujer, sino simplemente porque al igual que otros aspectos de la sociedad argentina de aquellos tiempos, algunas profesiones estaban descartadas para las mujeres, por lo que para cualquier mujer argentina de la década de 1940 dedicarse profesionalmente a la música popular era algo impensado. Aliento a las mujeres que están trabajando para reivindicar el rol de la mujer en el chamamé, a no dejar en el olvido a todas aquellas artistas que han hecho su aporte al género. El Museo Virtual del Chamamé puede servirle de guía para conocer a muchas de ellas.
—¿Por qué la Unesco tiene que dar este reconocimiento al chamamé?
—Tomo una frase de María Gabriela Basualdo, figura imprescindible en el trabajo de esta postulación de 2006 a la fecha: “Si bien el chamamé no corre riesgo de extinción, la postulación puede abrir las puertas de otros ámbitos que podrían ser beneficiosos para nuestra música.” A partir de allí entiendo que, especialmente en lo atinente a lo académico, algo que desde que asumí como presidente de la Fundación “Memoria del Chamamé” en octubre de 2019, he puesto como prioridad en nuestras actividades, designando al efecto como asesora académica de la Fundación a la licenciada María Lucía Troitiño, correntina, egresada de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de La Plata, y entiendo que debemos poner toda nuestra atención, considerando que la visibilidad que le brindará al chamamé esta postulación de la Unesco, nos podría brindar recursos y apoyo de casas de estudio, entidades y asociaciones vinculadas a la cultura en general y a la música en particular, hasta ahora cerradas para nuestra música.
Fuente: republicadecorrientes.com
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 21/12/2020