Abuelo del poeta de igual nombre, este periodista nacido en Paraná el 16 de diciembre de 1828, constituye uno de los más formidables testigos de cargo contra la política localista y antinacional jugada por el porteñismo mitrista durante la segunda mitad del siglo XIX.
Cursó estudios de Derecho en Córdoba y en 1859 lo encontramos redactando el diario “El Comercio”, de Rosario, y al año siguiente, “El Progreso”, de la misma ciudad. De regreso a Paraná continuó su labor periodística, publicando “La Patria Argentina” (1861) y “El Litoral” (1862).
En ambos periódicos, contemporáneos a los hechos emergentes de la derrota de Pavón, se muestra no solo adverso a Mitre sino, en la línea de los federales disidentes, condenatorio de la política claudicante de Urquiza.
La oposición al jefe entrerriano, también ejercida desde su banca de diputado provincial, se sustentaba en una fiel adscripción a los principios del federalismo provinciano.
Carriego reprochaba a don Justo su abstención cada vez más marcada respecto a las luchas de los caudillos del Interior. “¿Por ventura el General Urquiza tiene enferma el alma de hastío y desaliento? ¿Acaso ya no es aquel hombre para quien no había nada poderoso que le estorbase el paso?”, escribía en las páginas de “El Paraná” en marzo de 1865, y lo instaba a levantarse contra Mitre, asegurándole: “Entre Ríos en masa lo sostendrá; Entre Ríos en masa se pondrá de pie para sostenerlo y hacer triunfar este pensamiento”.
Pero la defección de Urquiza ya era definitiva y la política de Mitre, fiel a la estrategia británica y a los intereses de la burguesía comercial porteña, se enfangaría cada día más, culminando su trayectoria con la virtual destrucción del Paraguay en la inicua guerra de la Triple Alianza, a la que Carriego se opuso con todas sus fuerzas. En tal ocasión, abandonó su banca de diputado, a la que había llegado en representación del federalismo disidente, y desde el periodismo inició una campaña contra el reclutamiento de tropas entrerrianas. Tal actitud le valió la persecución y el involuntario exilio.
Emigrado a Buenos Aires, este “paladín de la prensa militante” –como lo define Floriano Zapata- publicó un virulento folleto contra Urquiza. No es de extrañar, entonces, que en abril de 1870, producido el ajusticiamiento del señor de San José, adhiriera desde Buenos Aires a la patriada jordanista. Dos años más tarde comenzó a publicar el diario “La Política”, de línea autonomista. En 1877, producida la derrota de López Jordán hace esta descripción de su provincia desde el periódico “El Porteño”:
“Sometido a las condiciones brutales de la conquista. Entre Ríos ha sido realmente devorado en estos últimos siete años.
“Su despoblación y su ruina son el proceso de las intervenciones armadas.
“Cuatro mil emigrados de Entre Ríos han ido a pedir hospitalidad a un pueblo extranjero.
“Centenares de ciudadanos que no tuvieron otro delito que el de defender la autonomía de su provincia, han sido condenados a engrosar las filas de los cuerpos de línea.
“Pillos, que nunca sirvieron para otra cosa que para instrumentos del despotismo, ocupan y deshonran los más altos puestos de la administración pública.
“La victoria los sorprendió con el traje de esclavos, y apresuráronse a disfrazarse con el ropaje de ‘liberales’.
“Porque solo con este disfraz es permitido robar, encarcelar, proscribir y hasta fusilar prisioneros de guerra sin forma de proceso”.
Adversario tenaz de Mitre y sus seguidores –y contendor permanente del diario La Nación-, Carriego continuó su labor periodística redactando “Los castigos” y “Las Provincias”, de filiación roquista. En este último, en su edición del 9 de diciembre de 1880, hace esta fiel descripción del partido liberal:
“Surgido del seno de un inmenso trastorno político, ni supo ser consecuente con el pomposo nombre que él se dio, ni adquirir influencia moral fuera de la acción enervada del poder público.
“Sucesos felices mostraron luego que era lo que la libertad tenía derecho a esperar de él.
“La guerra del interior fue su estreno sangriento.
“Allí hizo él ver cómo se podría hacer una revolución en nombre de los principios, renegando de la verdad, de la moral y de la justicia.
“Aquella guerra de bandería tuvo para el partido mitrista los incentivos de una venganza política.
“Las depredaciones de los Procónsules; el incendio y el pillaje de poblaciones inermes; las chusmas riojanas transportadas de un campamento a otro; la sangre de prisioneros rendidos, bárbaramente derramada por Sandes; el asesinato vil y cobarde de Peñaloza; las proscripciones de Córdoba y de Mendoza; los martirios del Brachio; todo esto, y algo más, fue su alimento.
“¿Protestará alguna vez el partido liberal contra tales hechos?
“Ahí está su prensa, la prensa de entonces, para mostrar con qué especie de salvaje fruición contaba día a día aquellos horrores de que no hay ejemplo en nuestras luchas domésticas. Ni una sola palabra a favor de las víctimas cruelmente sacrificadas a las pasiones políticas”.
En el mismo periódico, pocas semanas más tarde retrataba de esta manera el redivivo perfil del jefe de aquel partido:
“Don Bartolomé Mitre es uno de esos hombres para quienes no hay otro público que la posteridad, a la cual difieren el juicio de sus hechos.
“Y es así, con este silencio sistemado, que ha conseguido mantener su personalidad a cierta distancia como para que ésta tuviera la ilusión de la perspectiva.
“Lo que explica el fenómeno de una popularidad persistente, no obstante el ridículo.
“Con la mitad de los reveses que D. Bartolomé Mitre ha sufrido, otro hombre cualquiera estaría ya condenado a un perpetuo olvido.
“Pero él ha saltado como la pelota de goma, mientras más fuerte ha sido el golpe que ha recibido.
“¿Quién hubiera creído, que después de la rebelión de 1874, que empezó por una palabra quijotesca y terminó por una escena de sainete, había de esta otra vez en aptitud de amenazar la paz pública?”
En 1885 se publican las “Cartas políticas del Dr. Evaristo Carriego al Presidente de la República”.
Este era a la sazón el general Roca, a cuya política inicial Carriego había adherido pero de la que se desligará en 1884, al fundar el diario “Los Tiempos. Desde sus páginas va a fustigar la política personalista del presidente y la obsecuencia de sus seguidores. Pero también ejercerá la fiscalía periodística contra los abusos, tolerados por el estado municipal, de grandes empresas, como las de gas y “tranways” y, sobre todo, se lamentará del estado de postración política en que se hallaba el país. Radicado en Córdoba por razones de salud, funda allí el diario “La Constitución”, donde lo sorprenden los hechos de 1890.
Enemigo de esa revolución, a la que califica de “motín de cuartel”, ve en ella la continuidad de la “escuela de desorden” fundada por Mitre. “Los discípulos, tan ineptos y tan desafortunados como el maestro, tuvieron también que deponer las armas”, afirma. En esos días se enzarza también en una enconada polémica con diarios católicos cordobeses, defendiendo las medidas secularizadoras de Roca y Juárez Celman. “Lo que atrajo siempre la desventura de los pueblos –dirá-, fue su sumisión incondicional a la corte romana”.
Este liberal nacional y consecuente republicano, escritor de barricada y profundo conocedor de los clásicos, suele estar ausente de las historias del periodismo argentino pese a que su labor en ese campo fue una de las más notables del siglo XIX. En 1895, en Santa Fe, su correligionario y amigo Floriano Zapata recogió en libro algunos de sus escritos periodísticos, con un título premonitorio: “Páginas olvidadas”.
Carriego publicó también una “Autobiografía”, donde describe su intensa actuación política y periodística.
Falleció en Buenos Aires el primer día de 1908. Como bien dice Eduardo Luis Duhalde: “un siglo después, casi ningún argentino sabe de su existencia, tras su efectiva lapidación histórica”.
JUAN CARLOS JARA – LOS MALDITOS – TOMO III – PÁGINA 263
Ediciones Madres de Plaza de Mayo
(extraido de Pensamiento Discepoleano)
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 16/2/2019