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El brote de Viruela de 1866

 

Por Pedro Fruniz   –    

En estos días en que el Virus COVID‑19 (Coronavirus) nos exige mayores cuidados y quedarnos en casa, atendiendo a la suspensión, entre otras cosas, de las actividades escolares, los documentos que conservamos en el Archivo Histórico Escolar, nos arrojan viejas historias, dando cuenta que esto que vivimos, también se supo dar en otras épocas.

Entre los años de 1856 y 1886, la República Argentina debió enfrentar el arribo frecuente de enfermedades consideradas letales para la época como el cólera y la fiebre amarilla.

En 1886, por ejemplo, la Municipalidad de Concepción del Uruguay, envía una nota  a la Directora de nuestra Escuela Normal, ante la epidemia de Viruela que amenazaba a nuestra población. En la misiva le dice:

“En el deseo de tomar todas las medidas contundentes a evitar en lo posible que invada a esta localidad la epidemia de viruela que se ha desarrollado con carácter grave en casi todas las poblaciones circunvecinas y en algunos parajes próximos a esta ciudad, con los que estamos en comunicación continua y siendo la vacunación y revacunación uno de los medios reconocidos como más eficaces para obtener tal propósito, me dirijo a la Señora Directora rogándole se sirva dictar las medidas necesarias en el sentido de obtener que los numerosos alumnos que concurren al Establecimiento en su dirección se pongan todos en las condiciones requeridas respecto a la vacunación.

Existen en esta Municipalidad a disposición de la Señora Directora las placas de virus necesarias para tal efecto.

Ofrezco Igualmente a la Señora Director (si lo estima conducente) los servicios de Médico Municipal a los efectos indicados.

Con tal motivo me es grato saludar a la Señora Directora con mi consideración distinguida.

CARLOS JURADO”.

La viruela, peligrosa enfermedad hoy desaparecida, se presentó de forma epidémica en el territorio nacional desde la llegada de los primeros europeos en el siglo XVI, pero no fue hasta principios del siglo XIX que se expandió al menos en las principales ciudades del entonces Virreinato del Río de La Plata.

La viruela, decía el Director del Departamento Nacional de Higiene, José Penna, era la enfermedad vergonzante de América […] que determinaba manifestaciones epidémicas frecuentes y casi periódicas, durante las cuales, parodiando el refrán del recuerdo de Santa Bárbara, cuando truena, las gentes venían recién a pensar que existe una vacuna inmunizante”.

Si bien era una enfermedad endémica en el Río de la Plata, como decimos, desde hacía tiempo, el número de víctimas aumentó significativamente en las áreas urbanas y rurales en la segunda mitad del XIX. Entre 1855-57, hubo 25 decesos por esta causa en la ciudad de Buenos Aires y 35 en la campaña; entre 1858-1867, ascendieron a 666 en la misma ciudad y a 1.728 en la campaña y en el decenio 1868-1877, a 4.796 y 9.875 respectivamente. Los picos epidémicos con miles de afectados y una alta mortalidad se produjeron en 1871, 1875 y 1876.

Adelantarse y prevenir el azote de ésta y otras graves enfermedades fue uno de los principales fines de una generación de higienistas, quienes justificaban una mayor intervención sobre los cuerpos para aislar, limpiar, ordenar y vacunar. Según la definición más usual, la medicalización constituye un proceso llevado a cabo desde el Estado para modificar las normas y valores individuales, atendiendo al bienestar colectivo y futuro para tales imposiciones.

La necesidad de legislar la obligatoriedad de la vacunación surgió paralelamente a la detección del aumento de víctimas mortales. Pero no fue una medida aceptada de manera fácil: la resistencia en la población – muchas veces aferrada a creencias populares y otras tantas a la irresponsabilidad individual – como también las dificultades para distribuirla, hicieron que estas y otras enfermedades fueran difíciles de combatir para el sistema sanitario nacional.

Atentos a los tiempos que corren, instamos a ser responsables desde lo individual y lo colectivo, apoyando las medidas que se toman desde el Gobierno, y a quedándonos en casa. Juntos podemos cuidarnos, y reducir los riesgos de esta pandemia que azota al mundo, como hacía tiempo no vivíamos… y así, quedará registrada también en la historia, como un momento de desafío y compromiso social, de superación mundial.

Lic. Pedro Frúniz

Responsable Archivo Histórico Escolar.

Itinerario “Los Jóvenes y el Patrimonio”

*Documentos: Archivo Histórico Escuela Normal.

*Fotografías de la ciudad: Amadeo Mauri, 1920.

*Información de apoyo sobre la Viruela: Maria Silvia Di Liscia «Marcados en la piel: vacunación y viruela en Argentina (1870-1910)», Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de La Pampa.

Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 19/3/2020

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