Montevideo, sitiada por los patriotas, estaba a punto de rendirse cuando el virrey Elío pidió a Brasil que invadiera el territorio oriental para atacar a los revolucionarios.
En esos trances, cuando el ejército libertador había experimentado el desastre de Huaqui, en el Alto Perú, el general Rondeau, jefe de las fuerzas sitiadoras, firmó, a nombre del gobierno de Buenos Aires, un armisticio con el virrey, por el cual se levantó el sitio, se retiraron las tropas y se reconoció la autoridad de España en toda la Banda Oriental y la banda occidental del río Uruguay.
El tratado produjo una ingrata impresión en Entre Ríos que se había pronunciado contra el español, no conformándose a la realidad de volver a ser dominado por un régimen contra el cual estaba combatiendo.
El éxodo oriental: La «redota»
Por su parte el pueblo oriental signó su protesta con el impresionante éxodo al Ayuí (Concordia), la “redota” encabezada por el caudillo José Artigas.
Si bien Artigas había elegido el lugar para el asentamiento de los orientales exiliados el recodo a la vera del Arroyo de la China, las autoridades porteñas no se lo permitieron y tuvo que instalarse mas al norte, en el Ayuí (Concordia).
El armisticio tuvo vigencia hasta el 6 de enero de 1812 con el restablecimiento del estado de guerra.
Como lo cuenta el profesor Oscar Urquiza Almandoz
«El ejemplo de un pueblo. Antes de la firma del desdichado tratado de 1811, el gobierno consultó a Artigas. Es de imaginar cuál fue su respuesta. Rechazó todas las cláusulas, asegurando que el pueblo oriental, aun abandonado a sus propios recursos, se opondría al avance portugués.
No obstante lo pactado, las tropas portuguesas continuaron avanzando. La única fuerza que se le opuso fueron los gauchos de Artigas. Una asamblea local proclamó al caudillo «jefe de los orientales». La epopeya estaba muy cercana…
Cuando el 23 de octubre de 1811, los orientales fueron sorprendidos con la firma del llamado Tratado de Pacificación – cuyo rechazo esperaban – se inició uno de los episodios más bellos y dramáticos de la historia americana, al que los historiadores han llamado «Exodo del Pueblo Oriental», y las gentes de aquel tiempo denominaron la «redota» (transposición inculta de la voz «derrota»), palabra rústica que trasuntaba toda la amargura y la impotencia que anidaban en el alma popular.
En aquella fecha, la población oriental se reunió en el Paso de la Arena, sobre el arroyo Pintos, próximo a su desembocadura en el arroyo San José. Allí todos ratificaron la proclamación que habían hecho en la persona de Artigas como jefe de los orientales y declararon su voluntad de seguirlo.
El Exodo constituyó, así, la retirada del caudillo seguido por todo su pueblo, como imponente expresión de protesta por la claudicación del gobierno de Buenos Aires y como genuina exteriorización del sentimiento de libertad y rebeldía que lo animaba.
Los cuatro quintos de la población de la Banda Oriental fueron tras su jefe, dejando a sus espaldas la tierra nativa, en una gesta que durará más de un año, trasladándose a la margen occidental del Uruguay, sobre el territorio de Entre Ríos. Hombres, mujeres, niños y ancianos; el ganado y las carretas; los enseres de la casa, las gallinas y los perros, se retiraron en inmensa caravana, siguiendo a las milicias y dejando el territorio deshabitado, las poblaciones destruidas, incendiados los ranchos. Era un cuadro de desolación y ruina. Fue una marcha impresionante e incontenible de todo un pueblo, sufriendo fatigas, privaciones y hambre; un conglomerado de guerreros y paisanos, de aventureros y humildes peones, de a caballo y de a pie, en los más diversos vehículos, formando la más abigarrada aglomeración de gente, huyendo del enemigo, rodeando al jefe, fanatizados por su indomable voluntad, en marcha lenta e interminable hacia Entre Ríos.
Le cantó, entonces, el bardo gauchesco Bartolomé Hidalgo y posteriormente el poeta Zorrilla de San Martín. Dos lenguajes y dos épocas diferentes, hermanados en el tiempo para cantar a una misma epopeya…»
(fuentes: Archivo Entre Rios e Historia de Concepción del Uruguay, tomo I, del profesor Oscar Urquiza Almandoz)
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 20/10/2019