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Autocrítica y propuestas para las elecciones en Entre Ríos

Por: Carlos J. Hartwig    –

Las sociedades no se suicidan. Que no veamos las verdaderas causas de por qué no votan o votan de una determinada forma no implica que se equivoquen. Simplemente están barriendo el camino de infiltrados y traidores que se sirven de las estructuras y el pueblo, en lugar de estar a su servicio.

Esto fue lo que pasó en la última elección. Ya habían dado un mensaje en 2015 que no fue escuchado. Este resultado es fruto de más de 20 años de implementar una estructura política plutocrática para mantenerse en los cargos.

Para llevar adelante esta política fue necesario dictar leyes electorales amañadas, antidemocráticas e inconstitucionales, en las que se fueron fijando pautas para eliminar de forma gradual la participación de la sociedad. Por ello, fue necesario ir cerrando las unidades básicas, las juntas vecinales y todo lugar donde se pueda debatir y opinar, incluidas las sedes partidarias. Estas se abrían solamente para los procesos electorales, dejando de lado a la militancia, porque tienen miedo de que se organicen y elijan a sus representantes.

La falta de democracia interna fue la metodología para lograr estos objetivos y que los «dirigentes» —sin la gente— comenzaran a decidir, a dedo, quiénes ocuparían los cargos y funciones, llevándonos directamente a la actual derrota. Muchos, desde el llano, planteábamos este final, pero pocos funcionarios y dirigentes se animaron a aceptarlo y debatirlo públicamente. Su objetivo era conservar el «carguito», y la mejor forma era callar, así quedaban fuera de las listas.

Todos los que ocuparon cargos, salvo honrosas excepciones, tienen mayor o menor grado de responsabilidad: unos por acción y otros por omisión. No fue casualidad que la conducción del partido que dice representar a los desprotegidos se fuera transformando en una plutocracia política que maneja los candidatos, los cargos políticos y los puestos de trabajo, donde pocos deciden por el pueblo, dejando de lado a los militantes y a las bases. Los convocan solamente para las campañas electorales, evitando que se organicen.

Este proceso de despolitización nos condujo al actual período político neoliberal especulativo, individualista y libertario, donde la timba financiera, el «sálvese quien pueda» y la ley de la selva pasaron a ser el objetivo, en desmedro de la equidad, la solidaridad, la participación y el debate social.

Hoy, la mayoría de estos «dirigentes» que ocupan los puestos de conducción pretenden continuar sin dar participación, eligiendo a dedo a los candidatos para las próximas elecciones, armando las listas con sus esposas, hijos, amigos, entenados, queridas y recaudadores —a los que nunca se los vio militar—, transformando la política en una nueva casta de lameculos y serviles, donde las decisiones personales se encuentran por encima del pueblo, como si fueran monarquías de cuatro años que buscan perpetuarse.

En la primera década de este siglo, debatí este tema con un dirigente político en mi ciudad. Su respuesta fue muy clara: «¿Pensás que somos tontos? ¿Qué vamos a dejar que la gente decida? Si se organizan, nos sacan del cargo. Nosotros debemos decidir y darles lo que necesitan.» El cargo se transformó en un puesto de trabajo: cuanto menos lo disputen, más tiempo usufructuarán y podrán vivir del mismo.

En las últimas elecciones, el FPV de Entre Ríos —formado por 11 partidos— no eligió democráticamente a sus candidatos. Los mismos fueron electos por esa casta junto a su séquito de alcahuetes. Así salió un «Kueider». Eso sí, nadie asumió la responsabilidad cuando este traidor y corrupto apoyó la Ley Bases. Es más, callaron para protegerlo. Sabemos quiénes fueron, quién es cada uno y cuál era —y es— su función.

Nunca convocaron al pueblo, a los militantes o a las bases a debatir política, menos aún a elegir los candidatos. Simplemente aplicaron una ley electoral inconstitucional y discriminatoria de inicios del 2000, que confundía las internas de los partidos con las generales y que cercenaba la participación interna, excluyendo a las minorías y sin permitir una distribución proporcional de los cargos. En parte, sigue vigente, y todavía muchos de ellos tienen el descaro de sostener que «el pueblo se equivocó al votar».

Esta plutocracia hereditaria, que hoy sigue atornillada a los cargos, persiste en negar toda forma de participación para elegir candidatos o dirigentes. Observamos cómo un exgobernador busca instalar a su esposa en las listas, confrontando con una intendenta de una importante ciudad que procura que lo ocupe su hijo —esos que nunca se los vio militar, ni tener contacto con las bases o la sociedad—, como si el mérito fuera simplemente «ser la esposa de» o «el hijo de».

Esta casta se ha anquilosado en Entre Ríos. Sumado a la falta de respuestas a las necesidades del pueblo, fue la que nos llevó a perder las elecciones en manos de un grupo de maleantes y genocidas económicos, a los que solo les interesa ocupar el Estado para enriquecerse y destruirlo.

No existen las casualidades, solo hay causalidades y responsables de continuar un camino agotado, que solo nos llevará a un nuevo fracaso y desilusión de la sociedad. El no dar participación, suprimir y/o silenciar a las minorías, impedir la distribución proporcional de cargos fueron los mecanismos usados. Hoy quieren cambiar nombres para no cambiar nada.

Las PASO se crearon para que podamos elegir en forma democrática y proporcional a los candidatos y dirigentes políticos, donde entre todos elegíamos en forma proporcional a quienes nos representarían. Las suspendieron y/o eliminaron porque quieren perpetuarse. Ponía en peligro el manejo sucio y arbitrario de los actuales dirigentes. Les molesta que el pueblo elija quiénes van a ser los candidatos, ponía en peligro su poder. Así fue que dejaron que el peor gobierno de la historia democrática argentina siguiera sus privilegios a espaldas del pueblo.

Indudablemente hay responsables, pero justamente no somos los que nunca hemos ocupado puestos políticos. Los responsables los conocemos todos y deberán responder, más temprano que tarde.

Desde hace años veníamos advirtiendo cómo, desde esos cargos, se trabajaba más para que la oposición neoliberal financiera creciera. Ya no estaban al servicio de nuestra sociedad. Si se seguía por ese camino, perderíamos las elecciones. No les importaba, privilegiaban sus beneficios personales.

No nos fue gratis tener al único gobernador que fue a Davos para apoyar a Macri. Fue el mismo que nos escondía y retrasaba la entrega de boletas para paralizar a la militancia. El resultado está a la vista: por algo ganó el neoliberalismo especulativo.

Hoy, una vez más, quieren impedir la participación de los militantes. Pretenden imponer una lista única, así no hay disputa. No vaya a ser como ocurrió en las últimas elecciones, que aparezca uno a último momento y les dispute los cargos en las PASO. Ellos pretenden que un selecto grupo de «dirigentes —sin la gente—» sean los que elijan a los candidatos, con el objetivo de evitar una distribución proporcional de espacios.

Por todo esto y mucho más, exigimos que en el FPV de Entre Ríos se convoque a un debate político, desde donde salga un plan basado en las necesidades reales de la sociedad y sea compartido por todos y todas. Solo de esa forma será militado por una amplia mayoría. El pueblo debe ser el autor de su propio futuro.

Por otro lado, exigimos que los representantes del sector nacional y popular salgan de una elección interna, con distribución proporcional de cargos (sistema D’Hont), donde los militantes junto con las bases elijan en forma directa a sus candidatos.

Rechazamos que se convoque a las bases y la militancia solo para las elecciones o para «hacer como que hacen», o como dicen algunos, «para entretener a los giles».

Si no convocan al pueblo para participar en forma transparente en la elección de los candidatos —con distribución proporcional de cargos— y continúan eligiéndolos a dedo en una mesa chica en contubernio, serán los únicos responsables de perder nuevamente las elecciones, como ya ocurrió en 2023, dejando que el pueblo pase hambre, desocupación y desesperanza.

No seremos cómplices de estas conducciones. Buscaremos, junto a los militantes y el pueblo, otras salidas, proponiendo y poniendo a otros como candidatos.

Los pueblos no se suicidan. Simplemente se toman el tiempo necesario para cambiar a quienes no los representan. La historia no los absolverá: serán traidores.

Recuerden lo que dijo el gran poeta oriental Alfredo Zitarrosa:
«No hay cosa más sin apuro que un pueblo haciendo la historia. No lo seduce la gloria ni se imagina el futuro. Marcha con paso seguro, calculando cada paso, y lo que parece atraso suele transformarse pronto en cosas que, para el tonto, son causa de su fracaso.»

 

CARLOS JAIME HARTWIG
DOCENTE – INGENIERO(2) – ABOGADO – PERITO.
MILITANTE POLÍTICO.

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