Por Luis Alejo “Toto” Balestri. –
En los últimos días se comenzó a dar un debate alrededor de la llamada Ley de Glaciares que el presidente destructor pretende derogar para el beneficio de pocos y, probablemente, en perjuicio de muchos avalada solo por la codicia de algunos capitalistas.
Escuchar algunas posturas sobre el tema me trajo recuerdos de mis tiempos como asesor de la Subsecretaría de Planificación Territorial de la Inversión Pública. En tiempos posteriores al 2010 habíamos elaborado en un ámbito compartido con representantes provinciales reconocido como Consejo Federal de Planificación un proyecto de ley que apuntaba a institucionalizar y obligar a realizar un ordenamiento de los territorios de acuerdo a sus aptitudes ecológicas y productivas. A partir de un primer borrador se decidió abrirlo al debate para lo cual se realizaron varios encuentros en diversas provincias para discutir y validar sus propuestas.
En mis tiempos de funcionario público, de donde viene el recuerdo con que comencé la nota, me desempeñaba en el área que intentaba planificar el territorio, pero los aspectos ambientales eran cometido de otra área y los temas hídricos de una tercera. Una cosa inaudita, como si el agua no corriera por un territorio y en su ciclo no afectar el ambiente y como si el ambiente y el territorio fueran cosas separadas.