por Alfredo Guillermo Bevacqua –
Inclusión escolar de los niños con discapacidad: ¿es una buena idea el cierre de las escuelas especiales?
En La Pampa este sistema se aplica a full: todos los alumnos neurodiversos o con diferentes tipos de discapacidades deben ir a la escuela común. Hay preocupación de los padres que se han organizado para reclamar la reapertura de los establecimientos especializados
Por Claudia Peiró
¿Discrimina la escuela especial? ¿Garantiza la escuela común la inclusión y el máximo desarrollo posible de los niños con discapacidad? (MEDIAPHOTOS)
Los franceses tienen una expresión para referirse a las buenas intenciones que llevan a malos resultados: une fausse bonne idée. Una falsa buena idea. ¿Entra en esta categoría el postulado de que la inclusión de los niños con discapacidades pasa por sumarlos a la escuela común en todos sus niveles?
¿Es esto realizable? ¿O es un título bienintencionado pero utópico? ¿Es lo mejor para estos niños? ¿Garantiza su inclusión y el máximo desarrollo de sus capacidades? Y, en consecuencia, ¿la escuela especial discrimina? ¿Segrega?
La actual Ley Federal de Educación (26206) dice que la Educación Especial “brinda atención educativa en todas aquellas problemáticas específicas que no puedan ser abordadas por la educación común” y agrega que la cartera de Educación “en acuerdo con el Consejo Federal de Educación, garantizará la integración de los/as alumnos/as con discapacidades en todos los niveles y modalidades según las posibilidades de cada persona”.
Ahora bien, en la provincia de La Pampa, todos los niños con discapacidades deben ir a la escuela común, las Escuelas Especiales han sido reconvertidas en Escuelas de Apoyo a la Inclusión -sin alumnos-, son oficinas para asesorar. Los docentes especiales ahora recorren y asisten a las escuelas para integrar a esos niños.
Para muchos, este sistema, aparentemente ideal en la teoría, representa un grave problema poco y nada visibilizado y constituye un falso paradigma de inclusión.
Un resultado es la llegada a las aulas del secundario de alumnos con trastornos mentales -a veces ingobernables-, o con síndrome de Down; chicos que, por su condición, no tienen herramientas intelectuales para aprender los contenidos de las materias curriculares, por más buena voluntad que ponga el docente.
De acuerdo a las disposiciones oficiales, estos alumnos deben contar con un docente de apoyo a la integración (DAI), que debe estar dentro del aula junto al docente común. Algunos chicos necesitan ese acompañamiento de modo permanente, lo cual es difícil de garantizar porque estos maestros deben asistir a varios cursos en cada escuela.
En la escuela especial, el niño con discapacidad tiene acompañamiento permanente (Andina)
El nuevo sistema ha despertado muchas críticas, pero no es fácil exponerlas. El docente que se opone compromete, si no su cargo, posiblemente su carrera, además de hacerse acreedor de la acusación de rigor: discriminador. Los sindicatos brillan por su ausencia en esto, como en todo lo que no sea salarial o defensa de sus prebendas. El hecho de que se fuerce a docentes comunes a actuar como maestros especiales -algo para lo cual no tienen la formación y tal vez tampoco la vocación- no parece preocupar a quienes deberían defender los derechos de sus representados.
Pese a todo, empiezan a elevarse voces. Familias y docentes que se atreven a reflejar en sus redes sociales la problemática cotidiana del aula. Se formó un grupo “Padres Autoconvocados La Pampa por una Educación Inclusiva de Calidad” que en una cuenta de Instagram recoge comentarios y críticas -en general anónimos- tanto de las familias como de los docentes.
“Cuestionan el sistema los maestros, los padres de niños neurotípicos [N de la R: la nueva forma de referirse a los niños sin discapacidades] y los de niños con discapacidades”, dice Nicolás Sena, joven padre de una niña de 5 años con autismo, que es uno de los animadores del grupo. “Defendemos el derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos -dijo Sena a Infobae en charla telefónica-. Hoy un padre no puede enviar a su hijo a una escuela especial porque está cerrada”.
Sena también defiende a los docentes, tanto especiales como comunes: “Hoy en día, por ejemplo, una psicóloga especializada en autismo, debe adaptarse a un chico sordo y asesorar a la maestra en como tratarlo. Estudiaron años extra para eso y ahora pierden su especialidad. Ni hablar de una maestra o un profesor que tiene 25 alumnos en el grado y de pronto una chica con una crisis… Soy padre de una nena autista y sé que a veces es difícil contenerla”.
Es una de las quejas que se repiten en el instagram de Padres Autoconvocados: los docentes de las escuelas especiales hablan de “impotencia”, de “desvalorización” y de “vulneración de los derechos del niño con discapacidad”. “De la noche a la mañana perdí mi especificidad”, escribe uno.
Uno de los mensajes subidos al Instagram de Padres Autoconvocados (padresautoconvocados.lp)
La Pampa es citada como ejemplo exitoso por los partidarios de este modelo de inclusión. E incluso funcionarios de la provincia viajan a otros distritos para compartir la experiencia e incitarlos a copiar el modelo. Pero el éxito del sistema está lejos de estar demostrado.
Marina Zabaleta es profesora de química y física en dos escuelas secundarias de gestión pública en Toay (a 10 kilómetros de la capital, Santa Rosa), con 15 años de experiencia como titular. “No hay forma de contener toda la diversidad que vino con la obligatoriedad de la educación secundaria, y la obligatoriedad de que todos esos chicos estén en la escuela -afirma-. El ciclo básico está colapsado, hay cursos numerosos, violencia dentro del aula, sumado a las no ganas de estudiar y la discapacidad”.
El sistema empezó a implementarse de modo progresivo hace 14 años. Primero en algunas escuelas seleccionadas. Pero durante la pandemia, se reorganizó todo el sistema y al volver a la presencialidad, las familias se encontraron con que tenían que enviar a sus hijos a una escuela común.
Además, todos los profesores que estaban en las escuelas especiales (para discapacitados motores, ciegos, sordos, con retraso mental, etc) fueron organizados en equipos que recorren varias escuelas y ahora se los llama DAI, docente de apoyo a la inclusión.
Por otra parte, explicó Zabaleta a Infobae, a fines de 2021, el Ministerio de Educación provincial, con apoyo del programa EuroSocial [N. de la R: programa de la Unión Europea para la cohesión social en América Latina] hizo una evaluación a través de reuniones virtuales, y presentó un informe positivo en mayo de 2022. Pero en 2021 todavía existían las burbujas y el estudio se hizo solo en dos colegios primarios y dos secundarios en Gral Pico y Santa Rosa. Era un contexto manejable. El resultado del estudio es que todo está fenómeno”.
Cuando se empezó a ensayar el sistema en algunas escuelas seleccionadas, era manejable, dice. “Pero ahora el 98% de esos chicos con discapacidades está dentro del sistema educativo regular. Hay estudiantes que quizás no saben que están en el aula. No tienen conciencia de eso”.
¿Qué pasa con las evaluaciones? “Se los aprueba a través de una resolución especial. No se los puede desaprobar. Están para socializar, cosa que por otra parte no hacen en la mayoría de los casos. No basta que estén en el aula”.
Zabaleta afirma que muchas familias, la mayoría de los docentes, e incluso los docentes especiales, están en contra de este sistema. “Tengo una nena en 2° del secundario que no habla ni escribe. La docente de apoyo le hace dibujar y pintar. Pero yo doy física y química. No sé cómo bajar esos contenidos a esa estudiante. Pido consejo a los equipos técnicos: ‘llevala a la cocina’, es la sugerencia. Entonces la maestra se va con ella a la cocina, pero en el aula hay otros dos chicos con discapacidad que se quedan solos… Los docentes de apoyo a la inclusión a veces tienen que recorrer seis cursos”.
Publicación de Padres Autoconvocados
En algunos contextos, con apoyo de otros docentes y con grupos más chicos, la cosa podría funcionar, dice Zabaleta. Pero lo que la desvela es que sabe que esos chicos “en otro entorno podrían progresar”. “Les decís: ‘el chico no lee’. ‘Que dibuje, que pinte’, te contestan. ¿Pero es que no puede aprender a leer? Sí, pero no en este contexto”, reflexiona.
“Cuando se hicieron las primeras jornadas sobre este tema, yo levanté la mano y pregunté qué pasaba con la calidad educativa. Me trataron de facha, de derecha”, cuenta.
Hay una estigmatización de la escuela especial, señala Zabaleta: “Un padre contó que su hija hizo toda la primaria en una escuela especial y le dieron tantas herramientas que ahora estaba cursando el secundario común y de modo autónomo. Con el sistema actual los que podrían aprender a leer no lo hacen. Les decís ‘no entienden la consigna’, te replican ‘cambien la consigna’”.
También Nicolás Sena defiende la escuela especial: “En el aula común mezclan a chicos que no hablan con otros que tienen ataques de pánico, con todos los demás. También es un perjuicio para los estudiantes que no tienen discapacidades porque el maestro se ve forzado a nivelar para abajo. Hoy el profesor de Historia tiene que capacitarse obligadamente para atender a estos chicos”. Pero Sena también desmitifica estas formaciones: “La capacitación de la DAI consiste simplemente en convencerlos de que este sistema es genial”.
Sena envía a su hija a una escuela común, pero privada. Por fuera de eso, él y su esposa le brindan a la nena otras alternativas complementarias, las que tendría si pudiera ir a una escuela especial, es decir, musicoterapia, psicomotricidad, una fonoaudióloga, una psicóloga, etcétera.
Pero hay padres que creen que la escuela especial discrimina o segrega. Por eso algunas familias ven con buenos ojos que sus hijos vayan a la escuela común y no a la especial. Sus hijos son iguales al resto. Y lo son, en términos de dignidad humana, pero con frecuencia no de competencias como para seguir un currículum normal.
“Choca lo políticamente correcto con lo que es lógico -sentencia Sena- . Discriminar es no reconocer las diferencias. Amontonar a todos los pibes en una escuela no es incluir. Se entregan títulos de primaria a chicos que no reconocen las letras”.
En junio pasado, como Padres Autoconvocados, presentaron un reclamo para que se reabrieran las escuelas especiales. “El sistema está colapsado, los profesores hartos”, dijeron. Y el objetivo no se cumple ya que los niños con discapacidad no tienen la debida atención.
Nicolás Sena y Elizabeth Molina fueron los voceros de la iniciativa. En esa ocasión, según consignó el sitio Dos Bases, Molina explicó que “la docente de apoyo de inclusión (DAI) es la que visualiza las necesidades del chico y prepara la actividad que puede realizar dentro del aula, pero esta docente está con él a lo sumo 45 minutos porque luego tiene que ir a otras aulas y el resto del tiempo mi hijo está en el aula, pero no hace nada”.