Haroldo Pedro Conti (Chacabuco, 25 de mayo de 1925 – secuestrado y desaparecido en Buenos Aires el 5 de mayo de 1976) fue un escritor y docente argentino, considerado uno de los más destacados de la generación del sesenta, junto con Rodolfo Walsh, Antonio Di Benedetto, Héctor Tizón y Juan José Saer.
Maestro rural, actor, director teatral aficionado, seminarista, empresario de transportes, piloto civil, profesor de latín y de filosofía, guionista cinematográfico, empleado bancario, nadador, navegante y extraordinario escritor, fue una de las figuras más relevantes de la llamada «generación Contorno».
Dentro de su obra literaria podemos destacar: en teatro, “Examinado” (1955); en cuentos, “La causa” (1960), “Marcado” (en revista “Baires”, verano 1963, 1964), “Todos los veranos” (premio municipalidad de Buenos Aires, 1964), “Con otra gente” (1967), “La espera” (en revista “Latinoamericana” Nº 1, 1972), “La balada del álamo Carolina” (1975), “A la diestra” (en revista “Casa de las Américas” Nº 107, 1978); en novelas, “Sudeste” (premio Fabril, 1962); “Alrededor de la jaula” (Premio Universidad de Veracruz, Méjico, 1966); “En vida” (premio Barral, España, 1971); “Mascaró, el cazador americano” (premio Casa de las Américas, Cuba, 1975). Por último, cabe mencionar también las numerosas publicaciones de Conti en la revista “Crisis”: Nº 8 (diciembre 1973), Nº 15 (julio 1974), Nº 16 (agosto 1974), Nº 21 (enero 1975), Nº 24 (abril 1975), Nº 27 (julio 1975), Nº 36 (abril 1976) y Nº 37 (mayo 1976).
Sus últimos años
En 1971 viajó por primera vez a Cuba como jurado del Premio Casa de las Américas. Este viaje influirá en su visión política: Cuba es una especie de colina de América desde donde se divisa todo el continente. Desde La Habana tomé conciencia de América Latina.
Este compromiso político se manifestó en su acercamiento al PRT, del que se hizo militante.
Ese mismo año apareció su novela En vida, que obtuvo el premio Barral, otorgado por un jurado integrado entre otros por Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, y el 29 de abril tuvo una tercera hija, María José, fruto de una breve relación con una de sus estudiantes, Gloria Ana Ibañez.
En 1973, ya separado de su esposa, comenzó una relación con Marta Scavac, una ex alumna del Liceo, con la que tuvo a su hijo Ernesto, y colaboró en la revista Crisis. Llegó a tener la posibilidad de concursar por la Beca Guggenheim, pero la rechazó en una carta en la que alegaba motivos de coherencia ideológica:
Con el respeto que ustedes merecen por el sólo hecho de haber obrado con lo que se supone es un gesto de buena voluntad, deseo dejar en claro que mis convicciones ideológicas me impiden postularme para un beneficio que, con o sin intención expresa, resulta cuanto más no sea por fatalidad del sistema, una de las formas más sutiles de penetración cultural del imperialismo norteamericano en América Latina. No es sólo ni principalmente la cuestión de la beca Guggenheim en sí misma, sino de la política de colonización cultural de la que forma parte, en la que el imperialismo norteamericano no escatima en esfuerzos de organizaciones estatales, paraestatales y privadas.
Después de participar una segunda vez como jurado del Premio Casa de las Américas, fue ganador del mismo en 1975 con la novela Mascaró, el cazador americano, otorgado ex aequo junto con La canción de nosotros de Eduardo Galeano. El mismo año apareció otro volumen de cuentos, La balada del álamo carolina.
Para ese entonces la situación política de Argentina era mucho más violenta e inestable. Finalmente, el 24 de marzo de 1976 una Junta Militar integrada por los comandantes en jefe de las tres Fuerzas Armadas derrocó a Isabel Perón e instauró una dictadura cívico-militar que emprendió un plan sistemático de secuestro, tortura y desaparición de personas. A pesar de que se sabía vigilado, Conti prefirió quedarse en el país. Poco antes de su secuestro, colocó un cartel frente a su escritorio con una frase en latín, que resumía su posición: Hic meus locus pugnare est hinc non me removebunt («Este es mi lugar de combate, y de aquí no me moveré»).
El 4 de mayo de 1976, Conti y su pareja dejaron a sus hijos al cuidado de un amigo en su casa de la calle Fitz Roy 1205 y salieron a cenar y después al cine, regresando poco después de medianoche. Al llegar, se encontraron con que una brigada del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército los estaba esperando. Según testimonio de su viuda, fueron golpeados e interrogados durante varias horas, el lugar fue saqueado y destruido, y le permitieron despedirse de Conti antes de llevárselo.
Dos semanas después de su secuestro, el presidente de facto Jorge Rafael Videla organizó un almuerzo con destacadas personalidades de la cultura: Jorge Luis Borges, Ernesto Sabato, Horacio Ratti, presidente de la SADE, y Leonardo Castellani. El padre Castellani, que conocía a Conti de su época en el seminario, intercedió por él, mientras que Ratti entregó una lista con otros once nombres de escritores desaparecidos. Videla le aseguró a Castellani que haría lo posible para averiguar su paradero, a pesar de lo cual no hubo ninguna información oficial, si bien el sacerdote pudo ver una vez más a Conti en la cárcel de Villa Devoto en julio de ese año. Testimonios ulteriores de sobrevivientes indicaron que en algún momento pasó por el centro de detención El Vesubio. Finalmente, en 1980, Videla confirmó ante algunos periodistas españoles, sin precisar el lugar y las circunstancias, que Conti estaba muerto. Dado que sus restos siguen sin hallarse, su nombre continúa integrando la lista de desaparecidos por la dictadura y es también uno más de los que se intenta que su nombre caiga en el olvido.
(fuentes: Pensamiento Discepoleano y Wikipedia)
Publicado por La Ciudad Revista el 5/05/2019