María Elena Walsh, un recuerdo guardado para siempre en una cajita de fósforos.
Los juegos infantiles no son tales juegos, sino sus más serias actividades, escribió el filósofo francés Michel de Montaigne (1533-1592) y a ese pensamiento pareció aferrarse María Elena Walsh, cuando decidió dedicar gran parte de su tiempo literario a crear obras que tuvieron como propósito acunar los sueños de la niñez.
Como una juglaresa de la Edad Media pero en nuestro tiempo, llenó su imaginación de ingeniosos absurdos e inició un camino creativo que le permitió lograr un enorme reconocimiento artístico-profesional y consecuentemente el prestigio intelectual que transformó su obra en un clásico.
María Elena Walsh, fue una escritora, cantautora y compositora argentina que, blandiendo las banderas de la libertad y de la fantasía, renovó los estándares de la literatura infantil despojándola de esa finalidad esencialmente didáctica que hasta entonces había tenido. Utilizó para ello un vocabulario ameno y variado, versos y rimas, metáforas hermosas, juegos de palabras, sensibilidad y ternura, disparates, tarareos, ritmos melódicos, y sobre todo, su inagotable talento.
El 10 de enero de 2011, en un caluroso día de verano en Buenos Aires, una larga enfermedad apagó la luz de su vida. Se extinguió físicamente pero su estela luminosa continuó y todos aquellos que aprendieron con ella a abrir las ventanas de la imaginación y disfrutar el mundo irreal y mágico de la niñez, guardaron su recuerdo imborrable en una cajita de fósforos, como ella misma lo anticipara en su poema titulado con ese nombre tan simple:
EN UNA CAJITA DE FÓSFOROS – MARÍA ELENA WALSH
En una cajita de fósforos
se pueden guardar muchas cosas.
Un rayo de sol, por ejemplo
(pero hay que encerrarlo muy rápido,
si no, se lo come la sombra)
Un poco de copo de nieve,
quizá una moneda de luna,
botones del traje del viento,
y mucho, muchísimo más.
Les voy a contar un secreto.
En una cajita de fósforos
yo tengo guardada una lágrima,
y nadie, por suerte la ve.
Es claro que ya no me sirve.
Es cierto que está muy gastada.
Lo sé, pero que voy a hacer
tirarla me da mucha lástima.
Tal vez las personas mayores
no entiendan jamás de tesoros.
Basura, dirán, cachivaches
no se porque juntan todo esto.
No importa, que ustedes y yo
igual seguiremos guardando
palitos, pelusas, botones,
tachuelas, virutas de lápiz,
carozos, tapitas, papeles,
piolín, carreteles, trapitos,
hilachas, cascotes y bichos.
En una cajita de fósforos
se pueden guardar muchas cosas.
Las cosas no tienen mamá.
Manuelita al conocer la triste noticia, aún con arrugas y sin peluquita, regresó urgente de París; había muerto la persona que más significado había tenido en su existencia.
MANUELITA LA TORTUGA – MARÍA ELENA WALSH
Manuelita vivía en Pehuajó
pero un día se marchó.
Nadie supo bien por qué
a París ella se fue,
un poquito caminando
y otro poquitito a pie.
Manuelita, Manuelita,
Manuelita dónde vas,
con tu traje de malaquita
y tu paso tan audaz.
Manuelita una vez se enamoró
de un tortugo que pasó.
Dijo: ¿Qué podré yo hacer?
Vieja no me va a querer,
en Europa y con paciencia
me podrán embellecer.
En la tintorería de París,
la pintaron con barniz.
La plancharon en francés
del derecho y del revés.
Le pusieron peluquita
y botines en los pies.
Tantos años tardó en cruzar el mar,
que allí se volvió a arrugar
y por eso regresó
vieja como se marchó,
a buscar a su tortugo
que la espera en Pehuajó.
En el reino del revés, el desconcierto era total:
EL REINO DEL REVÉS – MARÍA ELENA WALSH
Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.
Me dijeron que en el Reino del Revés
nada el pájaro y vuela el pez,
que los gatos no hacen miau y dicen “yes”,
porque estudian mucho inglés.
Me dijeron que en el Reino del Revés
nadie baila con los pies,
que un ladrón es vigilante y otro es juez,
y que dos y dos son tres.
Me dijeron que en el Reino del Revés
cabe un oso en una nuez,
que usan barbas y bigotes los bebés,
y que un año dura un mes.
Me dijeron que en el Reino del Revés
hay un perro pequinés,
que se cae para arriba y una vez
no pudo bajar después.
Me dijeron que en el Reino del Revés
un señor llamado Andrés,
tiene 1.530 chimpancés
que si miras no los ves.
Me dijeron que en el Reino del Revés
una araña y un ciempiés,
van montados al palacio del Marqués
en caballos de ajedrez.
Vamos a ver cómo es
el Reino del Revés.
Esta vez en el reino del revés, paradójicamente, se había cumplido la dolorosa lógica de la vida real. Y la muerte, era muerte definitiva e irreversible.
María Elena Walsh, hija de padre descendiente de ingleses e irlandeses y de madre argentina, con ascendencia española, había nacido el 1 de febrero de 1930 en Ramos Mejía, una de las localidades más importantes del conurbano bonaerense al oeste del Gran Buenos Aires. Las herencias étnicas e ideológicas forjaron en ella una singular personalidad que cimentó su trayectoria como artista.
De carácter introvertido y rebelde, mostró desde la adolescencia su rechazo a estereotipos sociales y culturales impuestos; gustaba del diálogo permanente dentro de un contexto, con sentido de pertenencia y postura crítica a la vez. Estas cualidades le sirvieron de base y fundamento en la conformación de un estilo propio diferente y auténtico, que conquistó a niños, padres y abuelos y que ha perdurado por generaciones.
Fue además, acérrima defensora de los derechos que involucraran a la mujer en cualquiera de sus dimensiones.
Luchó incansablemente en apoyo de las causas en las que creía. Son recordados sus escritos haciendo defensa pública de la letra eñe: “¡No nos dejemos arrebatar la eñe! Ya nos han birlado los signos de apertura de interrogación y admiración. Ya nos redujeron hasta el apócope… Sigamos siendo dueños de algo que nos pertenece, esa letra con caperuza, algo muy pequeño, pero menos ñoño de lo que parece (…) La supervivencia de esta letra nos atañe, sin distinción de sexos, credos ni programas de software” (Diario La Nación de Buenos Aires – 1996).
En aquel fatídico día de su fallecimiento, la Vaca estudiosa, la Tortuga Manuelita, el Mono Liso, el Coronel que había estado preso por pinchar a la mermelada con un alfiler y la Pájara Pinta, lloraban sumidos en una profunda melancolía y no podían explicarse los misterios inentendibles de la muerte. María Elena ya no volvería nunca, a invitarlos a tomar el té en vajilla de porcelana.
También ese día los ojos de muchísimos niños sin edad, se llenaron de silencio apenas interrumpido por alguna lágrima emocionada por la pérdida, pero agradeciendo todo lo que María Elena había dejado a la posteridad. Como consuelo, quedaba la frase de Ana María Matute: “…a veces la infancia es mucho más larga que la vida”.
(fuente: http://laplumayellibro.com)