por Belén Zavallo –
A catorce días de terminar el año, algunxs poetas de nuestra provincia se guardaron las producciones en las que trabajaron para presentar al Premio Juan L. Ortiz que venía convocando de manera ininterrumpida desde el 2017.
En la gestión de Néstor Rodríguez al frente de la Biblioteca Provincial, el certámen comenzó con una modesta propuesta que fue creciendo y ganando prestigio “al inicio fue humilde, pero mantuvimos siempre el interés en que fuera de poesía, para que el género coincida con el poeta al que homenajeaba, la figura de Juanele que nos acompaña en la lengua y en el orgullo entrerriano. Recibimos ochenta sobres en la primera edición y, después, más de ciento cincuenta trabajos que venían de todas las provincias, no solo de grandes centros urbanos, de localidades pequeñas.” Martín Carlomagno, también poeta, fue uno de los asesores que motivó la iniciativa y la insistencia en sostenerla durante los años. Acompañaron jurados de distintas localidades, se procuró que el certamen tuviera su validez a través de la federalización de la cultura, aunque sabemos que el presupuesto es acotado históricamente y que incluso las demoras en los cobros solían ser motivo de disconformidad, el hecho de estar premiado siempre significó una alegría y una proyección.
Una de las ganadoras, Rocío Lanfranco, expresó en sus redes que era importante el premio porque para la mayoría de quienes lo obtuvieron después pudieron publicar su primer libro de poemas. Otros poetas acercaron su parecer diciendo que no costaba nada porque eran dos mangos. Y es cierto, económicamente no significa nada. Es otro su valor.
En esta gestión cuando escribí mi inquietud al respecto, en la red social X “No va a haber Juanele este año?” se comunicaron oficialmente para sosegar mi pregunta diciendo que sí, que se iba a hacer. “Que me quedara tranquila.” Pero creo que no nos da el calendario, que el tiempo postergó nuevamente a lxs poetas (yo no podría presentarme porque tengo una premiación, aclaro, porque parece mi capricho). Trabajo como editora y estoy al tanto de estos logros para también invitar a la sección Entre versos que dirijo en la Revista ANÁLISIS hace seis años, para compartir la alegría, para leer más y para que se lea más, a más voces de nuestra literatura que tiene el atrevimiento de ser muy rica.
Tengo, por suerte, buena relación con quienes en este momento y en otros están (o han estado) al frente de instituciones públicas, lo mismo que expreso en mis columnas puedo (y lo he hecho) transmitirlo de manera directa, no tengo esos pliegues especulativos. Si me convocan para participar en alguna actividad, acepto porque mi trabajo como escritora contempla lecturas y es fundamental la cercanía con el público. Pensé de Fabián Reato que estuvo en los primeros meses de la gestión que la escritura estaría en un lugar más visible, (porque Fabián es escritor y por ende, conoce nuestras diferencias con las otras disciplinas artísticas) que el espacio en la Feria Internacional del Libro no debía perderse, que iba a igualarse esto que cuando convocan a músicos se les paga y a escritores se los invita por cortesía.
Hablé un poco sola al respecto, y con mucho murmullo de fondo. Es que sabemos que quienes callan, lo hacen por conservar relaciones laborales, la mayoría de la gente que escribe está contratada por el gobierno y sienten una presión que debe ser incómoda entre lo que se piensa y lo que se debe callar. Aún así, estoy convencida que los debates sobre el lugar de la cultura, lo que cede y lo que se concede desde organismos oficiales debe estar vivo entre quienes nos interesamos. Al actual secretario de cultura, lo llamo Juli, porque siento la posible confianza entre nosotrxs, incluso creo que quizás desde su lugar gestionó todo pero que quienes liquidan las formas no lo han hecho. Un tiempo que no es de él pero que lo tiene expuesto. Quizás me equivoco, y otras actividades como las del Ficer que fue trascendente en su magnitud y que tuvo más presencia que ninguna otra, lo consumieron más de lo planeado. No me gustan las habladurías, la forma poco clara de tratar las cosas que no son un misterio, que no tienen por qué ser un secreto, que está bien que nos interese, que están para que nos importen. Me gusta pensar en los por qué de las elecciones de los gobiernos, si lo que se posterga está afectando, pensar en quiénes.
El ministro Troncoso que suele jactarse sobre su vínculo con la poesía, podría en estos días no taparme la boca a mí, sino hacer el gesto de convocar con un buen premio en cifra que compense el desaire de este año. No lo sé, no trabajo de asesora de nadie, por suerte, tengo una vida maternal que a veces me roba tiempo de escritura y que en su doble filo la alimenta, pero soy fundamentalmente una mujer que escribe para pensar, para crear y para reivindicar las tradiciones literarias, bien o mal, con o sin éxito le dedico más horas de mi día a esto que es un oficio maravilloso, que se hace desde el silencio pero que tiene la potencia de ensartar la voz como una flecha que no se detiene.
(fuente: https://www.analisisdigital.com.ar/)