Por el padre Gregorio Nadal –
Estuve escribiendo lo que ayer me salió del corazón en el responso del Padre Oscar. Él fue mi rector en el Seminario María Madre de la Iglesia. Ejerció ese ministerio desde febrero de 2002 hasta febrero de 2015. Luego fue destinado a la Parroquia Basílica de la inmaculada concepción, de Concepción del Uruguay.
El jueves pasado, jueves santo, estaba celebrando la Misa y se descompensó. A las 0:30 del día Viernes Santo tuvo su ida al cielo. Fue un golpe duro para todos aquellos que lo queremos. Fue un verdadero “tole tole”. Esta expresión viene del latín y significa “sacar”. Cuando Pilato realizó ese juicio injusto a Jesús, la multitud gritó “sácalo, sácalo. Crucifícalo”. Por eso, cuando los cristianos cantamos el Agnus Dei, decimos: “Agnus Dei, qui tollis peccata mundi”. Ese tollis significa “quitar, sacar”.
La muerte del Padre Oscar nos genera eso mismo: una sensación de que la muerte nos lo quitó. Era un gran sacerdote, apasionado por su misión, profundamente creyente y fiel. Y cuando nos visita la muerte de alguien ocurren dos cosas: la desubicación y la ubicación. San Pedro, ante el arresto de Jesús, perdió su ubicación de roca, de piedra de la Iglesia, y se ubicó en la traición. Lo mismo que Judas y todos los apóstoles. También la multitud se desubicó: el domingo de ramos aclamaba con alegría la presencia de Jesús, pero el viernes santo pedía su condena. Viste: ante el dolor, muchas veces perdemos la ubicación. Pero la Virgen María, san Juan y la otra María, no se desubicaron, sino que se ubicaron a los pies de Jesús. Y en la muerte del padre Oscar hay algunas realidades que nos pueden ayudar a ubicarnos en un lugar sano, a saber.
Él se descompuso celebrando la Misa: para un sacerdote esto es reconfortante, porque nos asemeja a lo que celebramos. Es casi un sueño de todo cura partir al cielo celebrando lo más grande que tenemos. Y sucedió con Oscar. No solo estaba celebrando la misa, sino la más importante de nuestras misas: la del jueves santo. Hizo el lavatorio de los pies a doce personas. Ese gesto casi último fue in signo de su vida. Él siempre se agachó ante la necesidad de toda persona que acudía a él. Y tres cosas más nos pueden ayudar: se descompensó en el momento que estaba haciendo las ofrendas. ¿Qué significa esto? En ese momento de la misa, el sacerdote recibe el pan y el vino y reza a Dios pidiendo que se conviertan en la presencia de Jesús, y también reza-ofrenda a Dios la vida de todos los que están en misa. Bueno, justamente ahí se desvaneció. Es decir, se fue al cielo ofrendando su propia vida y rezando por todos nosotros. Y por último: celebró su última misa en la capilla del Sagrado Corazón. Su corazón humano era semejante al corazón de Jesús. Oscar aprendió aquello de tener un corazón manso y humilde. Esa mansedumbre la ejerció sobre todo en el ejercicio de la rectoría… ¡¡cuánta paciencia y mansedumbre nos tuvo!!
Estas cosas nos pueden ayudar a reubicarnos ante el dolor. Su partida estuvo marcada por toda esta realidad espiritual que nos pueden aportar un consuelo ante el desconsuelo. Ahora el Padre Oscar está junto a lo que celebró y vivió hasta el último momento. Es más: a los curas que formó nos decía: “la eucaristía (la misa) no debe banalizarse. Es lo más grande que tenemos y a ella le dediqué mi vida”. Y así se fue… por eso, como dice una oración que los sacerdotes rezamos cada tanto, podemos decir: todos fueron dichosos a su vera. Su muerte en el Señor fue un tierno abrazo… su vida será eterna primavera”. Todo fuimos dichosos a la vera de la vida del padre Oscar. Sentimos el tole tole, pero elegimos quedarnos con lo mejor de él, porque todo lo bueno que tenía, vino de Dios. Y a su vez, su muerte marcada por tantos signos, nos impulsa a reafirmar nuestra fe en la vida eterna. Una canción dice: “Con un hasta luego, y aunque duela ese tiempo, en lo más hondo de mi ser, en la Vida Eterna yo creo. Creo en la resurrección de la carne. Creo en la promesa de la casa del Padre. Creo que la vida eterna que nos ofrece, la de gozo, abrazo, fiesta y banquete. Creo, y porque creo es hasta luego. Y aunque duela ese tiempo, en lo más hondo de mi ser… en la vida eterna yo creo”.