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¿Qué esperanzas nos quedan?

por Ernesto Jauretche   –    

Ayer, prestigiosos periodistas, dirigentes políticos, funcionarios y legisladores argentinos “del palo”, al amparo del “oficialismo”, cometieron una transgresión por lo menos imprudente aunque, sin indulgencias cómplices, infamante. Ante el delito no se puede alegar ignorancia. Jamás podremos suponer que fueron ingenuos.

Descartamos sin demasiada convicción que haya sido producto de una “operación” del “perro” Verbitsky, como algunos dicen, no sólo porque es difícil imaginar cuál sería su objetivo sino porque él mismo se llenó de mierda.

Preferimos suponer, sin razones ni datos certeros, que se trata de un operativo de las corporaciones farmacéuticas (el lobby más importante del mundo después de las drogas y las armas) para acabar con Ginés García y las exitosas políticas sanitarias que él ha pergeñado. Apenas algo de memoria: hundieron en la desgracia a Manuel Carrillo, Floreal Ferrara y Aldo Neri.

De paso, obtendrían el plus de erosionar el prestigio y la autoridad de Alberto Fernández. Podríamos agregar: se cargan a Taiana y sus gestiones por el canal Magdalena, menoscabando a uno de los impulsores de las escasas iniciativas soberanas del país en los últimos tiempos.

También nos permitimos suponer, con muchos antecedentes, que se trata de una difamación elaborada por el “periodismo de guerra” que, si no es el autor, al menos será su difusor y beneficiario.

No obstante, el desplante de Alberto al destituir sin más al peronista Ginés, el mejor ministro de su gestión, no únicamente legitima la denuncia, sino que abona una presunción tenebrosa respecto de las motivaciones y consecuencias del hecho que estamos criticando: cuando tolera a Trotta y arruga ante un juez de barrio en Vicentín queda claro que en la gestión de gobierno hay gente que molesta a Alberto, y no son precisamente los de mejor pasado ni conducta ideológica.

Dar la oportunidad de que Alberto ejecute depuración de discrepantes desde el peronismo es un error menor de los cometidos por los compañeros vacunados irregularmente.

Si fuera sin más mentira hay que desmontarla urgentemente. De otro modo, vamos a pagar sus consecuencias propagandísticas hasta las próximas elecciones, por lo menos. Preparémonos; el lema será: el peronismo no sólo es corrupto; además es inmoral.

Prefiero ser generoso. Si le buscamos justificaciones tal vez las encontremos en actos comunes y corrientes de cuando se ejercen cargos públicos; igualmente, no las justificaremos.

Veamos. Los compañeros estaban invitados a viajar a México, una plaza donde el covid campea alegremente, como parte del séquito del Presidente. Una ocasión magnífica, llena de planes de acuerdos estratégicos y posibilidades presentes y a futuro, un encuentro entre los dos extremos de la América Latina; quizás el recupero de la UNASUR. Qué gran ocasión, habrán considerado los invitados a la comitiva oficial. Y, para asegurarse una saludable gira internacional, acudieron a Ginés. Que también cometió grave violación, incluso a su juramente como médico. Aceptó privilegiar la política por sobre la garantía igualitaria de salud para todos. Error. Chau Ginés.
Su salida es un retroceso más en el Programa del Frente de Todos que la mayoría votamos.

Se debe reconocer, al menos, que todos los irregularmente vacunados estaban en el cupo correspondiente a su edad. Lo que subleva y da origen al escándalo que magnifican los medios es el uso de un cargo, una función, una dignidad para conseguir un privilegio… en un gobierno que se dice peronista.

No es un acto de corrupción: es una violación a la moral pública, una ausencia de ética ante una sociedad que sufre, una prebenda inconcebible ante la tragedia de la pandemia. Yo no la entiendo, se me queda fuera de mi moral política. El precio de esta inmoralidad lo pagará electoralmente, a un precio altísimo, todo el FdT. Le sustrae al peronismo uno de sus principales valores: la igualdad; tampoco hay solidaridad cuando entre nosotros hay privilegios.

A la militancia le quita nada menos que legitimidad. Al pueblo le socava la credibilidad. Ante la historia no los justifica ni Dios.

Ernesto Jauretche
La Plata 20/02/2021