Por Rodolfo Oscar Negri –
A veces parece que volvemos a vivir nuestra propia debacle, por la similitud que muestran las imágenes, los anuncios, las medidas de gobierno y demás, con lo que nos tocó sufrir hace algo así como quince años atrás.
¿La culpa? La culpa es “la pesada herencia” …, “Ahora hay que pagar la fiesta”, “Quiso creer un empleado medio que podría tener un plasma, un cero kilómetro, un celular y viajar al extranjero…” expresiones que no son mías (aclaro), sino de funcionarios; pero tomemos un poco de distancia para no caer en la lógica simplista y descalificadora de la dicotomía pro-anti.
Hagamos un ejercicio de reflexión, porque la realidad nos desborda y nos obliga a agudizar el ingenio para interpretarla y a partir de allí poder elaborar las líneas de acción mas adecuadas que nos lleven a lo que debe ser el proceso de aprendizaje. La experiencia no enseña si no es conceptualizada, analizada y sumada a nuestra memoria, como parte de un ejercicio intelectual.
«LOS EXCLUÍDOS»
Hasta hace un tiempo atrás, los análisis de los sistemas de producción podían diferir en los aspectos distributivos, pero no por en lo que hace a la estructura social. A partir de allí la discusión eran los medios de producción, el derecho de propiedad, la riqueza que generaba el trabajo, el capital, etc. Como se distribuía todo eso era la discusión que se generaba: Comunismo, Socialismo, Capitalismo y todas las variantes que de cada sistema pudieran aparecer. Había una burguesía y un proletariado. Estaba el rico y el pobre. A veces las disquisiciones se hacían más o menos profundas, cuando se incorporaban los sectores rurales o la clase media. El pobre trabajaba generando una “plus valía” que hacía que el rico fuera rico. “No se olvide ese señor (refiriéndose al estanciero), que, por su peón, tiene estancia” decía don Alfredo Zitarrosa.
El Capitalismo salvaje que sucedió a la caída del muro de Berlín, la concentración financiera y las tecnologías que se incorporaron, de la mano con el denominado Consenso de Washington, crearon las condiciones de lo que se dio en llamar “Globalización”. Eso transformó todo el panorama. Apareció una nueva categoría: los excluidos. Gente que (contra cualquier interpretación marxista) estaría contentísima con que la exploten. Con tener un patrón. En fin, con tener para subsistir. Pero esta gente está demás. Es “la gente que sobra”. Gente que lo único que hace es reclamar por su vida (o su trabajo, que para el caso es lo mismo) y para eso genera desórdenes. En fin, molestaban para hacerse visibles. Eso es lo que nos está volviendo a pasar.
«¿QUIÉNES SON?»
Hasta ahora, fueron –primero- los “ñoquis” nombrados a último momento por un Estado parasitario (acomodados simpatizantes que estaban en las listas, cobraban, pero no trabajaban) … vagos, parásitos de la política… Después –en algunos casos- debió darse marcha atrás, porque el despido lejos estaba de incluir casos como el mencionado y se dejaba sin trabajo a empleados con trayectoria que para nada eran los “ñoquis” anunciados. Es más, se cerraban dependencias del Estado que cumplían funciones sociales, de investigación o desarrollo, de producción estratégica que –ahora y desde la “modernidad”- no interesan…
Ese fue el puntapié inicial. Se marcaba el camino: se puede o se debe despedir. Una clara señal a la actividad privada que tomó el testimonio y sumó en poco tiempo un número propio al de despedidos que ya se había inaugurado en la parte oficial.
El problema es la inflación y para resolverlo hay que enfriar la economía y achicar al Estado. Terminar con los subsidios o ayudas sociales. Abrir la importación. Endeudarse. Redistribuir la riqueza de manera regresiva. Etc., etc., etc.
Claro que esto genera reacciones porque se lleva puesta a mucha gente. Los mas “molestos” son la gente más humilde, la que menos posibilidades tienen, que residen en pueblos o zonas que se han ido quedando o se van a quedar sin fuentes de trabajo. Mano de obra cuyo destino es realmente incierto. A ellos se sumaban los nostálgicos del pasado o los viejos o brutos o los jóvenes revoltosos por naturaleza. Nunca aprenderán lo que es la convivencia en una sociedad de libre mercado organizada y los daños colaterales que eso conlleva.
«¿QUIÉNES SERÁN LOS NUEVOS EXCLUIDOS?»
La competitividad, la concentración económica va generando también nuevas condiciones de mercado que, en virtud de la oferta y la demanda harán –seguramente- que muchas zonas (y personas) no subsistirán. Así que quienes no cumplan con los requisitos que hacen a las normas del ajuste quedarán fuera de competencia y sucumbirán. ¿Qué no les alcanza para pagar el “sinceramiento”? Es problema de ellos. Cada uno tiene que resolver sus propios problemas. No lo comprenden. Añoran y añorarán al enterrado y corrupto “Estado Paternalista” y no entienden que sucumbirán quienes no sobrevivan por sí mismos. Es decir, ellos.
Da la impresión de que muchos caminan por las vías del tren, en sentido contrario y no advierten que la locomotora viene a toda velocidad para arrollarlos en cualquier momento…
De las pequeñas empresas, olvídense; las medianas, las analizaremos puntualmente. Para eso está el FMI. A nadie (que no sean las propias víctimas) les dolerá, porque estamos convencidos que (para que exista una mejor competencia) deberá caer quien deba caer, dirán los sabiondos gurúes económicos. Es el reino del más fuerte, del más poderoso
«¿EL REGRESO DEL RECLAMO SOCIAL?»
Esos que dicen ser apolíticos, independientes, economistas, pensadores, periodistas, etc que marcan los “errores” que se cometieron en Argentina por haber comenzado a transitar un camino propio de crecimiento y empleo, no son más que voceros de un individualismo y abonan un odio y resentimiento que ahonda diferencias en una resquebrajada sociedad.
No es que se haya hecho todo bien, pero las cosas que se denigran no son justamente las que se hicieron mal; sino las que se hicieron bien.
“No nos echaron por nuestros errores, nos echaron por nuestros aciertos” dijo una vez Perón. La historia vuelve a repetirse.
Por eso, que nadie se engañe, la alternativa del nuevo modelo neoliberal que está en desarrollo es el mismo del pasado (endeudamiento, apertura de la economía con caída de empresas y fuentes de trabajo, etc.), es el de los medios concentrados, el de los poderosos. Es lo que ya pasó y parece ser lo que regresa. ¿Vendrá de la mano del reclamo social? ¿No se comprende la realidad económica? ¿Es justo pedir? Siempre es justo pedir lo que creemos que es justo. Pero, parece que hay muchos que añoran otras épocas y se esfuerzan por explicar que la “culpa” del necesario ajuste es del gobierno anterior y que se debe realizar este sacrificio para –entonces sí- poder estar bien. ¿Estar bien? ¿Quien? ¿Ellos? ¿Los que siempre han sido los privilegiados en nuestra sociedad? ¿Cómo podemos caer en lo mismo que ya pasamos? ¿Será que estamos padeciendo una amnesia colectiva? ¿No será que el repetido discurso de los medios nos ha hecho perder la memoria? ¿No será que estamos haciendo el papel de idiotas útiles de los grandes intereses que solo piensan en acrecentar sus ganancias a costa de cualquier cosa?
Porque que quede claro que en un país que se achica, no hay nada para repartir y donde no regula el Estado, lo hacen los poderosos y a favor de sus propios intereses.
«EL HOMBRE (genéricamente digo, para que no me acusen de machista)»
Hoy por hoy parece que el ajuste le llega a los otros. Producto de la inercia y de la acumulación que pudieron generar en el proceso anterior, todavía no sufren las consecuencias de las medidas que rápidamente se han tomado, pero que –a la corta o a la larga- sacudirán a la gran mayoría de la población.
Pero claro, el individualismo –machacado desde los medios de comunicación masiva, una y otra vez- ha ganado el corazón y la mente de quienes creen que su crecimiento patrimonial personal de los últimos años fue producto solo de su esfuerzo y no dejan de mirarse solo el ombligo.
Pero no nos equivoquemos. No miremos al costado cuando vemos que hay alguien con necesidades y sufriendo alrededor nuestro, que no nos gane la indiferencia.
¿Qué nos sugiere? Preguntará alguno. Nos vemos obligados a implorar una reflexión: volvamos a pensar en la Solidaridad, en el Hombre y su Dignidad por sobre todas las cosas, en el valor supremo de la Vida. No nos dejemos engañar con imágenes “virtuales”, que son espejismos que no salvarán a nadie, salvo a quienes manejan los hilos de la política y de la economía como verdaderos titiriteros que determinan el destino y la suerte de todos.
Pero no pensemos que eso le pasa a los demás, que NOSOTROS estamos salvados, que estamos fuera de todo riesgo…
«A QUIEN SE LLEVAN…»
A propósito de esto, me vuelve a la memoria aquel viejo cuento (que adjudican a Bertold Brecht) y que es bueno compartir en este momento:
«Primero se llevaron a los judíos,
pero como yo no era judío, no me importó.
Después se llevaron a los comunistas,
pero como yo no era comunista, tampoco me importó.
Luego se llevaron a los obreros,
pero como yo no era obrero, tampoco me importó.
Mas tarde se llevaron a los intelectuales,
pero como yo no era intelectual, tampoco me importó.
Después siguieron con los curas,
pero como yo no era cura, tampoco me importó.
Ahora vienen por mi, pero es demasiado tarde.»
Esta nota fue publicada originalmente en la revista La Ciudad el 6/9/2016