[box title=»Por Alfredo Guillermo Bevacqua» type=»coloured» pb_margin_bottom=»no» width=»1/1″ el_position=»first last»]
“Messi es bastante más que un gigante del fútbol. Es su dramática convivencia con la argentinidad lo que le vuelve todavía más admirable.”
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Por lo general, quienes acumulamos juventud, tendemos a idealizar el pasado. A recordar. A extrañar. Y cuando encontramos algo que nos parece tan bueno –ojo, eh, nunca mejor, hasta igual, no mas- tratamos de seguirlo con similar lealtad que la dispensada a nuestros preferidos de ayer. Hubo una camada de periodistas deportivos que hicieron docencia. Que albergaban en ellos lo que debe constituir la esencia periodistica: cultura, ética, ejercicio de la libertad responsable. Hicieron época. Aun hoy se los recuerda. Sus textos desde El Gráfico, Goles, La Nación, eran páginas literarias. Señalaban un estilo de vida. Dante Panzeri, Borocotó, Osvaldo Ardizzone, Emilio Laferranderi, Ernesto Villanueva (Villita), Enzo Ardigó, Alberto Laya, Carlos Marcelo Thiery. Podrá decir Ud. todos de la prensa escrita. Si. Es que el periodismo deportivo en la historia estuvo ligada siempre a la tinta y el papel.
Ya no están los maestros. Y cierta decepción nos acompaña, porque son cada menos los que hacen docencia: Ezequiel Fernández Moore, por lejos el mejor, Juan Pablo Varsky, los periodistas del ahora mensuario El Gráfico, Juan José Panno, Gustavo Veiga, algunos mas, e inesperadamente, ha aparecido Diego Fernando Latorre,. Pero no es un escrito de ellos lo que rescataremos en estas líneas. Ni siquiera de un argentino. Es de un vasco. De Barakaldo. Santiago Segurola. Pero tiene sabiduría. Y hace periodismo deportivo.
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Apasionado del fútbol, del atletismo, del basquetbol. Pero por sobre todo, del Athletic de Bilbao. Lo descubrimos en julio del 2006. La Argentina de José Néstor Pekerman acababa de ser eliminada, desde los doce pasos, por la Alemania organizadora y que quería ser campeón. Sobre ese partido escribió un párrafo que atesoramos desde entonces, y que nos llevó a interiorizarnos sobre quien era: “La personalidad es un valor crucial del fútbol. En ocasiones vale mas que todas las artes del juego. Este fue uno de esos partidos donde prevaleció el carácter de un equipo. Fue una hermosa lección de Argentina en medio de las máximas dificultades. Sus jugadores honraron la gran tradición de un país que ha alumbrado a algunos de los mejores jugadores de la historia.”
Era Santiago Segurola. Supimos entonces que en el mundo del periodismo deportivo se lo considera el mejor periodista deportivo de habla hispana. Sus crónicas sobre el Athletic hicieron que El Pais, de Madrid, lo incorporara a su redacción. Ocupó la jefatura de deportes. Luego dirigió la sección cultural. Y de allí saltó a la dirección del diario deportivo Marca, ultramadridista. Al cabo de nueve años ha dejado la dirección de una de las publicaciones deportivas mas importantes del mundo. Lo explicó escuestamente: “me marcho de Marca” para después esbozar una explicación: «vamos hacia un Hollywood en pequeñito que presume de no hacer periodismo sino de hacer espectáculo y eso es preocupante». Es que los editores pretendían que los redactores imprimieran a sus informaciones un matiz de «espectacularidad» con un punto sensacionalista y a veces amarillista.
Indudablemente lo que ha prevalecido en el periodismo deportivo argentino desde la ausencia de aquellos maestros. Pretendemos presentar así a Santiago Segurola, autor de la nota que transcribimos sobre la relación de los argentinos con Messi.
Desvinculado de Marca, As –el otro diario deportivo madrileño se apresuró a incorporarlo- y colabora en La Vanguardia, de Catalunya. Precisamente en este diario escribió esta nota, que no la hace un “juan de afuera”. Es tal vez el mejor, hablando del mejor del mundo.
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Por Santiago Segurola
Sospechamos que Messi tiene muchos amigos en Argentina, pero escuchamos más a sus enemigos. Después de marcar el gol de la victoria frente a Uruguay, que ahora mismo es el hueso de la fase de clasificación en la zona sudamericana, Messi no jugó en Caracas. Lo impidió una pubalgia puesta en duda por sus detractores, que vienen de lejos, de cuando decían que Messi se subía al avión en Barcelona y a Buenos Aires llegaba su hermano. Nunca en la historia del fútbol se ha conocido una falta de respeto semejante a un jugador, porque la burla no se dirige a un cualquiera, sino a una leyenda con botas.
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Messi es bastante más que un gigante del fútbol. Es su dramática convivencia con la argentinidad lo que le vuelve todavía más admirable. En ningún lugar se le cuestiona tanto, y con tanto rencor, como en su país. Es un sector bronco, oportunista y malicioso que siempre encuentra motivos para descalificarle. Han pasado diez años de magisterio y persiste la cacería. No acabará nunca.
No se puede entender la malsana fijación sin multiplicar el aprecio por Messi, sometido a un acoso que trasciende el aspecto crítico. Nada hay de criticable en el debate futbolístico, aunque se antojen sorprendentes las críticas a un jugador que en Europa ha alcanzado un rango mítico. El problema es de otra clase: Messi siempre sirve como coartada negativa, de la misma manera que a Maradona siempre se le utiliza con argumentos favorables. Es un genio, es un patriota, ganó el Mundial y derrotó a los ingleses.
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Messi siempre sirve de coartada negativa para los argentinos, de la misma manera que a Maradona siempre se le utuliza con argumentos favorables
No se trata de la comparación estrictamente futbolística entre los dos jugadores, comparación que ha planeado sobre la carrera de Messi desde su irrupción en el Barça.
Quizá ahí comience la ofensiva de unos críticos que confunden el tocino con la velocidad. No ha habido un jugador con más voluntad de demostrar su argentinidad que Leo Messi y, sin embargo, ese deseo febril no se ha correspondido con el reconocimiento general en su país.
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Hay algo de sospechoso en ese jugador al que no se le vio jugar en la liga argentina. Es una cuestión que excede el nacionalismo. Di Stéfano jugó en la selección española y nadie le criticó. Al contrario, hasta su muerte fue ídolo en su país. Messi pudo jugar con España, pero se negó a aceptar la propuesta. Se sentía argentino hasta la médula, movido por el más potente motor del patriotismo, que es la nostalgia del emigrante. Nunca conmovió a sus críticos esa angustia de Messi por sentirse querido y aceptado en su país. Desde esa perspectiva, es mucho más interesante la adscripción de Messi a su país que la de Maradona, ídolo desde niño en Argentina.
Las últimas críticas han vuelto a incidir en el asunto patriótico. Si no jugaba contra Venezuela pero sí frente al Alavés, sería una traición a Argentina. No hay descanso en la ofensiva, y es un blanco fácil. Vive y juega lejos. Ni el peróxido ni los tatuajes le van a convertir en un ídolo macho. Messi, que no tiene la vocación de prócer que rezumaba Maradona, es el objetivo perfecto para los mediocres que se empeñan en conceder carnés de patriotismo. Lo que deberían darle es un buen equipo, una buena federación y unos buenos dirigentes para acompañarle en su magisterio. Esa, y no otra, es la verdadera patria de Leo Messi.-
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