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Los pobladores marginados

 Por Ángel J. Harman  –      

   Cuando en 1782 Tomás de Rocamora hizo su primer reconocimiento del territorio de Entre Ríos, además de pobladores hispano-criollos, ya había asentados en diversos parajes otros pobladores de origen indígena. De éstos, el grupo más numeroso estaba constituido por los guaraní originarios de los pueblos de Misiones.

Esta situación ya había sido observada en 1781 por el comisionado Julián Colman, quien no sólo constató la presencia de poco más de 100 familias radicadas entre los arroyos Tala y Palmar, que poseían casas y medios de vida propios, sino que había muchos agregados, que carecían de ellos.

En otro informe de 1790 también destacó la importancia de la mano de obra guaraní-misionera, y puso reparos a la orden de repatriarlos a sus pueblos de origen, ya que eran los que se ocupaban de los trabajos en las estancias, en la labranza y chacras para el cultivo de trigo y otros productos; mientras que otros trabajaban como peones en los establecimientos localizados en las islas aledañas, desde donde se abastecía de carbón y madera a la ciudad de Buenos Aires.

Si bien el fundador de la villa de Concepción del Uruguay no los asentó en el Padrón levantado en agosto de 1782, los guaraníes misioneros pasaron a formar parte de la nueva población fundada el 25 de junio de 1783. Pero ni el fundador ni sus sucesores cumplieron con las promesas de otorgarles tierras de labranza y de pastoreo. Los vecinos hispanocriollos que ocuparon los principales cargos en el cabildo local repartieron mercedes de tierras entre ellos y para otros pobladores de la misma condición social, pero los indígenas fueron marginados. Y eso que su número no era insignificante: sobre unos cuatro centenares de habitantes del partido del Arroyo de la China, en 1790 había en la villa de Concepción del Uruguay y en su entorno un total de 215 varones guaraníes de las Misiones a los que se sumaban 58 mujeres que vivían con ellos. La mayoría conservaba su nombre originario y hablaba la lengua guaraní.

Pero además de su importancia como mano de obra, las autoridades locales  debieron valorar la formación que estos hombres habían adquirido en los pueblos de Misiones, ya que algunos de ellos cubrieron diferentes cargos en la primera Partida de Policía organizada por el Cabildo en 1784.

Durante mucho tiempo se soslayó la contribución de estos pobladores guaraníes como parte de nuestra formación sociocultural. Pero los registros censales y los documentos parroquiales nos han permitido develar su significación, no sólo en las tareas habituales que se necesitaban en las nuevas poblaciones y en el área rural, sino también como músicos, postillones y soldados.

Una situación parecida ocurrió con los charrúas  y sus descendientes, que habían logrado sobrevivir a las matanzas de los años anteriores; ellos también eran componentes de la población, tal vez como parte  de la servidumbre de la elite local.

Por último, recordamos aquí a los africanos y otros grupos originados del mestizaje con ellos, como los zambos y mulatos. Desde la etapa fundacional y en los tiempos siguientes, habitó en la villa de Concepción del Uruguay un nutrido número de esclavos procedentes de diversos lugares de África, del Brasil y de las áreas rioplatenses más próximas. El censo de 1820 registraría 120 personas en esa condición. Hombres y mujeres de este origen –esclavos y libres- se ocupaban en  diferentes tareas, tanto en las zonas rurales como en el ámbito urbano.

Naturales de las Misiones y afroargentinos iban a protagonizar el desarrollo vital de la joven villa y contribuirían con rasgos culturales propios y con su sangre a la conformación de la fuerte personalidad de la provincia de Entre Ríos.

 

Nota: como he explicado en otras ocasiones, estos pobladores guaraní-misioneros eran portadores de los conocimientos adquiridos en los pueblos de las Misiones jesuíticas: además de ser labradores, pastores, había entre ellos artesanos, músicos, constructores, escultores, carpinteros, etc. Salvo por su aspecto, poco se diferenciaban de los criollos mestizos que habitaban en esta región. Es cierto, que algunos (en particular las mujeres) no hablaban castellano. En esos casos, siempre había algún sacerdote u otra persona que hacía las veces de traductor.

 

Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 16/6/2023