Ningún entrerriano debe desconocer la historia de Tomás de Rocamora, para que algún día nos inspire a ejecutar una verdadera política de estado. Es un verdadero placer investigar la vida de este hombre. Es uno de los pocos que, cuando más sabemos de él, más lo admiramos. De sus escritos se deduce que tuvo un gran amor por las tierras entrerrianas. No se cansaba de resaltar en gran potencial de ese territorio, del que dijo podría llegar a ser «la mejor Provincia de nuestra América«. Propuso muchos planes concretos al Virrey para su desarrollo y fundó las principales ciudades para ejecutar su proyecto. Era un verdadero estadista, lamentablemente vivió en un momento histórico muy conflictivo.
Rocamora bautizó para siempre con el nombre de «Entre Ríos» a las tierras más australes comprendidas entre los ríos Paraná y Uruguay y las unificó bajo una sola entidad de gobierno. Fue Gobernador de tres provincias mesopotámicas: Entre Ríos, Corrientes y Misiones.
Juan Tomás Julián Marcos de Rocamora y del Castillo nació el 27 Abril 1740 en Granada, Nicaragua. Era hijo del Teniente Coronel del Ejército Español José de Rocamora y de Jacinta del Castillo y Hurtado de Mendoza. Se casó con María Ramona Ibañez y Rospigliosi. Fueron padres de Bernarda casada con Marcos Balcarce; José Pascual casado con Salomé Uriarte; Telésfora casada con José Jurado; Gregoria que permaneció soltera y tres hijos más que fallecieron siendo niños.
De pequeño, los padres de Rocamora lo llevaron a España y en 1750 ya se alistó con la Guardia Real. Fue mobilizado a Montevideo para pelear contra los portugueses. El Virrey del Río de la Plata, Juan José de Vértiz y Salcedo, en 1782 lo nombró Comandante de la Banda Occidental del Río Uruguay donde le ordenó fundar cinco ciudades. Cuando estalló la revolución de 1810 en Buenos Aires era Gobernador de Misiones. Fue Maestre General del Ejército Expedicionario al Paraguay del General Manuel Belgrano en 1811. A la edad de 71 años se retiró como coronel del ejército revolucionario. Murió en Buenos Aires el 16 de marzo de 1819 a la edad de 79 años. Sus restos descansan en la Basílica de Nuestra Señora de la Merced de esa ciudad.
Por decreto del Gobierno de Entre Ríos, desde 1958 se recuerda su obra cada 11 de Agosto, para conmemorar el documento que envió al Virrey Vértiz en 1782, donde nombraba al actual territorio como «Entre Ríos, de la que trato».
Un año antes del nacimiento de Rocamora, el 21 de noviembre de 1739 los ingleses habían saqueado y capturado la ciudad caribeña de Portobelo, ubicada en lo que hoy es territorio de Panamá. El puerto de Buenos Aires fue la alternativa para llevar la plata peruana a la Metrópolis e iba cobrando importancia como centro comercial. Los ingleses y franceses excursionaban las costas patagónicas para apoderarse de ese territorio. Los portugueses ejercían presión desde Colonia del Sacramento y peligraba la posesión del Estuario del Rio de La Plata.
Por orden del rey Borbón Carlos III de España, en 1776 se creó el Virreinato del Río de la Plata, que abarcaba los territorios que hoy pertenecen a Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia, y parte de Brasil.
Obispo Sebastián Malvar y Pinto
Pedro Antonio de Ceballos Cortés y Calderón era el Gobernador en Buenos Aires desde 1757. Al crearse el Virreinato del Río de la Plata, en 1776 fue nombrado virrey. El 21 de abril de 1777 desembarcó en Montevideo con casi 10000 hombres que habían sido enviados de refuerzo desde Cadiz. Con ese contingente llegó Tomás de Rocamora. Cevallos marchó por tierra hacia Colonia del Sacramento y la recuperó de los portugueses. España firmó la paz con Portugal y Cevallos cruzó a Buenos Aires para asumir el cargo de virrey el 15 de octubre de 1777.
Fray Sebastián Malvar y Pinto, sacerdote franciscano de confianza en la corte Borbona de España fue designado Obispo de Buenos Aires para vigilar de cerca al nuevo virreynato. Desembarcó en Montevideo y todavía sin hacerse cargo de su diósecis, a fines de febrero de 1779 emprendió un viaje por la zona en litigio con Portugal. Recorrió las capillas de Gualeguaychú, Arroyo de la China (Concepción del Uruguay), Gualeguay Grande y San Antonio del Salto (Concordia) (1). Cuando finalmente llegó a Buenos Aires, el Virrey Ceballos ya había sido reemplazado por don José Vértiz y Salcedo.
El nuevo Obispo, sin duda había recibido instrucciones de la Corte para que informara sobre las condiciones del territorio en litigio. Pudo comprobar de primera mano que en toda la zona había menos de mil personas y por lo menos medio millón de vacas chúcaras. Aconsejó que para proteger esa riqueza se necesitaban más pobladores capaces de defenderla.
Desde que comenzó la administracion de los Borbones, la Corona había vendido extensas partes de ese territorio a personas que en su gran mayoría eran ajenas a la provincia. Los reyes recibían algo de dinero y los inversores se aseguraban la propiedad de extensos territorios a los que podían explotarlos libremente. Los escasos pobladores de la zona, estaban en permanente peligro de ser desalojados por los propietarios legales de la tierra (2). Los primeros colonos habían sido conquistadores que las consiguieron peleando con los nativos, pero sin hacer ningún trámite administrativo en Santa Fe o Buenos Aires para legalizar la propiedad de sus posesiones.
Los propietarios de la tierra ya tenían todo el derecho legal de sus posesiones. El único pretexto de las autoridades españolas para defender a los habitantes era demostrar que, siendo buenos cristianos, se reunían para rezar en comunidad. Siguiendo los consejos del Obispo, una delegación de 60 pobladores de Gualeguay elevaron un petitorio al Virrey Vértiz para eregir una capilla y le expresaron su temor de que el Comandante del Partido, don Agustín Wright (3) los desalojara porque era el concesionario de toda la tierra.
Como resultado de la gestión, por decreto del 20 de Marzo de 1780 se creó la Parroquia de Gualeguay. El curato recayó en el presbítero Fernando Andrés Quiroga y Taboada, que recibió la capilla de manos del sacerdote franciscano Fray Santiago Miño en noviembre de 1781. En el mismo año también fueron designados curas en Gualeguaychú y Arroyo de la China (4).
Apenas tomó posesión el Padre Quiroga, le propuso a la población de Gualeguay la construcción de una iglesia de mayor tamaño. El vecindario estuvo de acuerdo y contribuyó con una colecta popular. Cuando el Padre Quiroga comenzó la construcción en el lugar que ya había elegido el Obispo Malvar y Pinto durante su visita al lugar, se produjo una gran controversia. Los vecinos de La Cuchilla estaban felices porque la iglesia se construía a su lado, pero la gran mayoría se oponía y estaba acaudillada por Francisco Méndez, el juez Comisionado.
Enterado del conflicto, el Virrey Vértiz envió a Gualeguay a un Oficial de Dragones para que instruyera un sumario y esclareciera los hechos ocurridos. Esta situación fortuita cambiaría para siempre los destinos de toda la zona.
El Plan de Rocamora
Rocamora, militar ilustrado a las órdenes del Rey de España, por órdenes del Virrey Vértiz llegó a Gualeguay a principios de 1782 y mientras cumplía con la misión asignada se enamoró profundamente de aquella tierra.
Rocamora arregló fácilmente el conflicto sobre la ubicación de la iglesia. Le respondió al Virrey el 10 de febrero de 1872. El lugar que había elegido el Obispo era un sitio tan seco que ni los pozos daban agua. Estuvo de acuerdo con la mayoría de los vecinos que querían edificarla en un sitio alto, protegido de las inundaciones, pero cercano a la costa del río Gualeguay. Rocamora explicaba su elección del lugar «en el Pago del Halbra, que signifiqué a V.S. mediación del partido, se levantan sobre su extensión llana dos porciones de territorios distantes entre sí como dos leguas y del río a dos o cuatro cuadras».
Solucionado el problema, Rocamora debería haber preparado su vuelta a Buenos Aires. En cambio, parece que estuvo escribiendo toda la noche y al día siguiente, 11 de febrero de 1782, le envió al Virrey un «Padrón de Entre Ríos«, «Una Sucinta Relación de los Cuatro Partidos» (Nogoyá, Gualeguay Grande, Gualeguaychú y Arroyo de la China) y además un «Plan Económico» para la zona.
Rocamora recomendaba «la reunión bajo un mismo mando de los partidos de Gualeguay, Arroyo de la China y Gualeguaychú y aún más conveniente sería si se le añadiera Paraná, separándolo de su cabecera Santa Fe».
Incluyendo Paraná, en aquel año de 1872 había en Entre Ríos 344 hombres para las armas, ni mayores de 40 ni menores de 16, todos blancos. La población total debe haber sido de un millar de personas europeas más alguna pequeña cantidad indeterminada de nativos sobrevivientes a la conquista. Entre Ríos estaría habitado por menos de dos mil personas en total, en un terreno del tamaño de Portugal.
Rocamora le describía al Virrey el terreno de la zona, sus riquezas potenciales y los abusos de una explotación irracional de los estancieros. Destacaba la laboriosidad de su gente y su habilidad en los trabajos de campo. También resaltaba los abusos de algunas personas que desde Buenos Aires y Santa Fe compraban a precios irrisorios grandes extensiones de campo, dejando en franco abandono jurídico a los verdaderos trabajadores de la tierra que la habitaban. Por último, proponía al Virrey «crearle al Rey una provincia útil».
Rocamora termina diciendo al Virrey: «Asegúrese V.E. que ejecutando como planteo, antes de muchos años será la de Entre Ríos de que trato, lo que dije, la mejor Provincia de esta América». Un ilustrado militar nicaragüense criado en España que vivió cinco años en Buenos Aires y menos de un mes en Entre Ríos, fue capaz de hacer esta afirmación a la máxima autoridad del Río de la Plata.
Seguramente impresionado, el Virrey Vértiz autorizó a Rocamora el 4 de noviembre de 1782 «el establecimiento general de cinco pueblos en los parajes más oportunos de los mismos partidos».
Fundación de Gualeguay
Tomás de Rocamora fue nombrado primer Comandante de Entre Ríos por el el Virrey Vértiz. Era la máxima autoridad del territorio e inmediatamente se puso manos a la obra. En enero de 1783 se reunió en Gualeguay con el Piloto de la Real Armada, don Pedro de Olmos, que había sido enviado desde Buenos Aires para que lo ayede a hacer el delineamiento de los cinco pueblos que debía fundar.
Las reglas para fundar ciudades estaban rigurosamente establecidas por las Leyes de Indias. Especificaba «que los pueblos se ubiquen en los lugares libres, que se repartan los sitios dejando plazas y calles tiradas a cordel que den a los caminos principales, reservando tierras para futuros crecimientos. Deben tener agua cerca, materiales de edificación, tierra de labor y pasto. Que se elijan lugares que no sean muy altos por los vientos y dificultades del acarreo, ni bajos por enfermizos, ni sujetos a nieblas. Que estando en la ribera de un río, sitúen la población de modo que el sol al salir dé primero en el pueblo y luego en el agua”. Este último párrafo, arbitrario y sin sentido, no se cumplió en Gualeguay.
Convocaron al vecindario para decidir el lugar del emplazamiento de la nueva población y hubo un acuerdo casi unánime que debía localizarse cerca de la ribera del río Gualeguay para facilitar el tráfico fluvial, que era casi el único medio de transporte para comunicarse con el resto del mundo. La zona elegida estaba cubierta por un espeso monte y varios vecinos no estaban muy de acuerdo con el enorme trabajo de talado y limpieza que debían hacer. La firmeza de Rocamora se impuso para vencer la pachorra siestera de los primeros habitantes.
Las tareas comenzaron bajo el ardiente sol del verano, el 20 de Enero de 1783, día de San Sebastán según el calendario cristiano. Ciento cincuenta hacheros y ciento doce yuntas de bueyes comenzaron con el arduo trabajo de desmonte. Se delinearon cuadrados de 90 varas. Se le quitaron 10 varas a cada cuadrado y quedaron calles de 20 varas (18 metros) que rodeaban a manzanas de 80 varas (73 metros) de lado. Ese diseño de Pedro de Olmos se conservó hasta la actualidad (5).
Las Leyes de Indias también indicaban “que en el sitio principal se coloque el templo y se dejen lugares para monasterios. Que la plaza debe ser cuadrada, de tamaño proporcionado a la población, rodeada de calles anchas y en las salientes, angostas. Que los vecinos edifiquen hospital, ayuntamiento, cárcel y demás edificios públicos”. Era mucho pedir a tan pocas personas, con tan pocos recursos y herramientas.
Otras leyes de Indias establecían que Rocamora, al llevar a cabo la fundación, especificara si se trataba de pueblo, ciudad o villa, para determinar el número de las autoridades. A Villaguay le correspondía ser una Villa y debía tener un Cabildo. Convocó a los habitantes para el 19 de marzo de 1783. Después de oír misa se distribuyeron los solares entre la población. Los alrededores de la plaza fueron concedidos a aquellos vecinos que se comprometían a construír casas de adobe. Rocamora había traído a Gualeguay un fabricante de adobe «que los hacía muy buenos y a precios muy acomodados».
Una vez distribuídas las tierras, Rocamora nombró las autoridades del primer Cabildo. El Alcalde fue don Vicente Navarro y los Regidores eran Domingo Ruiz, Valentín Barrios y Pedro José Duarte.
El vecindario quería adoptar por patrono a San Antonio, que había sido el santo de la primera capilla, pero al cambiarse a la nueva ubicación, el Padre Quiroga cambió el patronato a San Sebastián, en honor del obispo Malvar y Pinto cuya primera visita había originado todos los acontecimientos que terminaron con la fundación de la nueva villa. A pesar de que el sacerdote enviado por Buenos Aires contaba con la autorización del Virrey, por presión de los vecinos un año más tarde el santo patrono se volvió a cambiar por San Antonio. El poblado se llamó Villa de San Antonio de Gualeguay Grande y quedó constituída como la Capital de Entre Ríos.
Los principales vecinos fundadores de Gualeguay eran Juan M. Castares, Vicente Nararro, Valentín Barrios, José Sánchez Calderón, Pedro Pablo Ezeiza, José Arias Montiel, Pedro José Duarte, Domingo Ruiz, Juan Rosa Millán, Antono Azorín, José M. Miner y otros eforzados pioneros (6).
En sólo dos meses Tomás de Rocamora había fundado Gualeguay oficialmente y nombró las primeras autoridades para que continúen con todos los trabajos pendientes, porque hasta ese momento la nueva villa eran sólo marcas en la tierra recién desmontada. Los dueños de los terrenos asignados ya eran propietarios legales, pero tenían todo por construír. Rocamora, sin perder el tiempo, se retiró para atender otros problemas urgentes que el Virrey Vértiz le había encomendado resolver.
Fundación de Concepción del Uruguay
Don Justo Esteban García de Zúñiga había comprado desde Santa Fe todas las tierras fiscales ubicadas al norte del arroyo Gualeyán, entre los ríos Gualeguaychú y Gualeguay. En tan inmenso territorio formó cuatro estancias, siendo «El Gato» el asentamiento más importante, que ocupaba toda la franja Sur, comprendida entre los arroyos Gualeyán y El Gato.
Luego de un año de conflictos, a fines de 1770 García de Zúñiga había conseguido delalojar a todos los habitantes de sus tierras. Entonces pobló «El Gato» con 23 nuevas familias que trajo de La Bajada (Paraná) para reemplazar a las que había desalojado.
Las treinta familias expulsadas por García de Zúñiga, cruzaron el río Gualeguaychú y se establecieron en la costa del Río Uruguay entre los arroyos de la China y del Tala, en el puerto de Icharrandiera o Echarrandieta.
En 1778 don León Almirón elevó una solicitud al virrey, donde expresaba que desde hacía ocho años se hallaban establecidas treinta familias españolas en el Arroyo de la China y otras tantas criollas en la rinconada que forma el Río Uruguay con el arroyo Itapé (hoy arroyo del Molino). Todas estas familias pedían permiso para levantar una capilla. El virrey Cevallos les concedió la licencia el 27 de mayo de 1778. El 3 de junio del mismo año, el doctor José de Andujar nombró al padre franciscano fray Pedro de Gotilla, teniente cura del territorio que comprende el partido de Arroyo de la China. En 1779 se construyó la capilla.
Aquellas familias no mejoraron su situación, porque todo el territorio comprendido entre los ríos Gualeguaychú y Uruguay fue comprado por el obispo de la ciudad de Buenos Aires, Presbítero Doctor Pedro García de Zúñiga, que también había empezado el trámite para expulsar a todos los habitantes de las tierras de su propiedad. Los vecinos del Arroyo de la China volvían a estar en una situación legal muy precaria.
El 20 de octubre de 1781 el juez comisionado del Arroyo de la China, don Julián Colman había solicitado al Virrey la fundación del un pueblo, para evitar un nuevo desalojo de los vecinos en el partido a su cargo. Le explicaba que tenían abundancia de agua, leña y maderas para fabricar casas y corrales. Afirmaba que tenían «el mejor puerto desde el Salto hasta el Riachuelo en Buenos Aires». Todo el expediente formado con esta solicitud lo había recibido Rocamora el 20 de noviembre de 1782 de propias manos del Virrey. Eso explicaría su apuro al fundar Gualeguay en solo dos meses y dejar la construcción de la villa en manos de las nuevas autoridades que él mismo había nombrado.
Mientras el Virrey estaba demorando el pedido de expulsión de las familias de Arroyo de la China solicitado por Pedro García de Zúñiga, las familias ya se estaban resistiendo en forma violenta al nuevo desalojo cuando llegó Rocamora, que se reunió con los vecinos en junio de 1783. Rápidamente eligieron el sitio más conveniente para fundar el nuevo poblado. Era una cuchilla que estaba media legua al norte del Arroyo de la China. Esta vez Rocamora no tuvo que convencer a los vecinos para comenzar con las tareas de desmonte y limpieza. En un par de días ya estaban colocando los mojones para delimitar la plaza central, las calles y los solares, siguiendo el mismo esquema que habían aplicado en Gualeguay: calles de 18 metros (20 varas) de ancho y manzanas de 73 metros (80 varas) de largo.
En menos de un mes, los vecinos terminaron con las tareas de desmonte, limplieza y señalización de los predios y manzanas. El 25 de Julio de 1783 Rocamora procedió a la repartición oficial de tierras y sitios entre los pobladores. Ese mismo día nombró a las autoridades del nuevo Cabildo y propuso como patrona de la villa a la Purísima Concepción. Todos estuvieron de acuerdo con todo y el Virrey Vértiz aprobó las medidas adoptadas por Rocamora. Así quedo oficialmente formada la villa de Concepción del Uruguay, nombre que había propuesto Rocamora para el poblado y su distrito.
El primer Alcalde fue don Juan del Mármol, que hasta entonces había ejercido de Comisario, persiguiendo a los changadores y contrabandistas de ganado hacia el Brasil. Fueron Regidores José de Segovia, Pedro Martín de Chanes, Domingo Leyes, Felipe Lúpez, Leandro Salvatella, Manuel Rico del Camino, Lorenzo Ayala, Gonzalo Ferragot, Miguel Martínez y Miguel Godoy.
Gracias a la pronta acción de Rocamora que contaba con el respaldo incondicional del Virrey Vértiz, el Presbítero Doctor Pedro García de Zúñiga ya no podía a desalojar a los habitantes de Concepción del Uruguay. Así se formó la comunidad más importante de Entre Ríos, gracias a la concentración de todos los desplazados por la expulsión colectiva de los inmensos territorios que había comprado Justo Esteban García de Zúñiga. De esta nueva villa saldrían casi todos los dirigentes de Entre Ríos en los próximos cien años.
Según Pérez Colman, además de Joseph de Urquiza, Julián Colman y León Almirón, los principales vecinos eran Cristóbal Espino, José A. Berdén, José Piris, Antonio Salvatella, Antonio Bentos, Matías de Laza Bustamante, Agustín Urdinarrain, Narciso Calvento, Mariano Bravo, Luis Hermelo, José Gregorio Ramírez, Lorenzo López, Francisco Barú, Juan Insiarte, Lorenzo Insiarte, José Antonio Pose de Leyes, felipe López, Leando Salvatella, Joaquín Vilches, Domingo Leyes, José Ignacio Sagastume, Manuel Rico del Camino, Bartolomé Ferrer, Juan de Alba, Manuel de Urristi, Pedro M. Chávez, Domingo Morales, Isidro de Urquiza, José Tomás Cacho, Nicolás Echanes, Ramón de Martirania y Sebastián López.
Nuevamente Rocamora se tuvo que ausentar rápidamente y le encomendó al Alcalde Juan del Marmol la construcción de la nueva villa. Construyeron la iglesia, las casas para el Cabildo y la primera escuela, gracias a una enérgica actividad de toda la población.
Fundación de Gualeguaychú
En las proximidades de la desembocadura del río Gualeguaychú existía desde 1774 un pequeño templo bajo la advocación de San José. Estaba ubicado en los campos de Agustín Wright, quien estaba tramitando el desalojo de los habitantes del lugar.
A principios de Octubre de 1783 llegó el Comandante Rocamora y convocó a los vecinos para elegir el lugar más adecuado para fundar la nueva villa. Decidieron que el más apropiado era una vasta cuchilla que terminaba a 80 varas (66 metros) del río Gualeguaychú.
Rocamora le escribió al Virrey Vértiz: «El terreno, distante de la antigua capilla poco más de una legua, es muy agradable. Descubre el Río y una Isla que forma a la derecha de la Villa le hace más graciosa la vista. Por esta parte hay Playa y por la izquierda se arrima la canal a tierra, de suerte que desde las carretas se puede cargar y descargar las Lanchas. Establecido por aquí el paso de este Río, tiene más bella salida y excusa dos leguas de mal bañado, que era preciso caminar del otro margen, por el antiguo Paso.»
Los habitantes se pusieron a trabajar con los escasos recursos y herramientas con que contaban y en un par de semanas el terreno estuvo limpio y delineadas sus manzanas y calles. El 18 de Octubre de 1783 Rocamora suscribió el acta de fundación, procediendo al reparto de 85 solares y presidió el acto de elección de las autoridades del Cabildo fundador.
El Alcalde del Primer Cabildo fue Esteban García y como Regidores lo secundaban Agustín José de Leon, Eusebio Galeano, Carlos Ximénez y Salvador González. Rocamora le informaba al Virrey: «Siendo la Virgen del Rosario la Patrona de la Capilla y San José co-patrono, podría reservarse y quedar San José de Gualeguaychú para nombre y tutela de la Villa, ya que la Virgen del Rosario es también la Patrona de Paraná.»
La población se componía mayoritariamente por las 23 familias que había traído don Justo Esteban García de Zúñiga desde Paraná para reemplazar a las que había expulsado de sus tierras y que se radicaron en la recién fundada Concepción del Uruguay. Eran muchas las obras que se debían hacer en la nueva Villa de Gualeguaychú y Rocamora le pidió al Virrey que eximiera de impuestos a los habitantes «para no agravar a la población, muy pobre y recién llegada».
Rocamora quería construír una iglesia de cuarenta a cuarenta y cinco varas de largo (35 metros) y un cementerio de treinticinco a cuarenta varas (30 metros). Al lado de la iglesia proponía construír un hospital para 12 enfermos; una escuela con bancos, mesa y con un cuarto de cocina para el primer maestro; la casa para el Cabildo que debía ser «de buen material y decente vista»; una cárcel y algunos caminos y puentes.
Con exceptuar a la población del tercio que correspondía al Rey no alcanzaba. Para completar la financiación de esta obra pública, Rocamora le solicitó al Virrey «dos faenas de cuero con cincuentas hombres cada una y por dos años de duración«. Esto disgustó a los terratenientes, porque no podían tolerar que cien hombres anduvieran cazando a sus vacas para vender los cueros. Durante los dos siglos y medio de colonización española, las cuchillas entrerrianas se habían llenado de ganado vacuno cimarrón, chúcaro y silvestre, que crecía y se reproducía naturalmente, sin ningún esfuerzo ni trabajo del hombre. Este ganado, legalmente era propiedad del dueño de la tierra.
Las Fundaciones que no fueron: Nogoyá y Paraná
El primer cura de Gualeguay, Padre Quiroga y Taboada, había recibido instrucciones del Comandante Rocamora para que durante su ausencia preparara la fundación de Nogoyá. Mientras se fundaban Concepción del Uruguay y Gualeguaychú, el Padre Quiroga ya había reunido a los vecinos de Nogoyá «abajo» desde Julio de 1783. Levantaron la primera capilla que estaba en el mismo lugar que ocupa la actual iglesia. El vecino Don Alonso Enrique había donado todos los materiales. También colaboraron en la preparación del terreno para la nueva población Leandro Duré, Pascual Vergara, José Francisco Taborda, Bartolomé Godoy y Basilio Tolosa.
El sitio para la nueva Villa tenía agua potable cerca y en abundancia. Había mucha madera en los alrededores para construír casas, ranchos y corrales. El Padre Quiroga trabajó como albañil y talló en madera una imagen de la Virgen del Carmen, que todavía ocupa el altar mayor de la iglesia de Nogoyá.
Una vez terminada la capilla, el Padre Quiroga y Taboada le comunicó a Rocamora que la nueva capilla funcionaría como viceparroquia de Gualeguay y fecha la carta en «El Carmen de Nogoyá». El Comandante de Entre Ríos tenía la autoridad de aprobar la fundación de la nueva villa y así lo hizo Rocamora, nombrando juez pedáneo para todo el Partido de Nogoyá a Don Santiago Hereñú.
Se puede decir entonces que Nogoyá fue fundada en 1783 por voluntad de Rocamora, aunque no se constituyó un cabildo para la nueva villa ni se nombraron sus auroridades, ni se firmó un acta fundamental en el sitio.
En menos de un año Rocamora había fundado tres ciudades y autorizó una cuarta de las cinco villas que le había encargado el Virrey. Pero no tuvo tiempo de fundar La Bajada (Paraná) porque el Virrey Vértiz había sido reemplazado por el Marqués de Loreto. Tomás de Rocamora también fue reemplazado como Comandante de Entre Ríos por don Francisco de Ormaechea.
Rocamora recibió órdenes de presentarse en Montevideo. Por un tiempo estuvo aduciendo trabajos pendientes y otros impedimentos, pero al serle reiterada la orden tuvo que cumplirla como militar que era, no sin antes enviarle un oficio al Marqués de Loreto para informarlo de la situación legal sobre la propiedad de la tierra que existía en Entre Ríos.
Gracias a la fundación de estas ciudades, los habitantes ya no podían ser expulsados de Entre Ríos por los terratenientes de Santa Fe y Buenos Aires. Sin embargo, Rocamora sólo les había asignado solares en las nuevas ciudades, que estaban rodeadas de tierra ajena. Por aquel entonces, las poblaciones coloniales estaban dentro de un «ejido» o «tierras propias» con extensión suficiente donde se sembraba el «trigo de llevar» y otros insumos indispensables para la alimentación de los habitantes. Rocamora no había tenido tiempo de delimitar las respectivas jurisdicciones, lo que originó una confusión de límites que nunca se solucionó.
Los campos circundantes a las nuevas Villas, o pertenecían a la Corona o eran propiedad legal de estancieros que las habían comprado a granel y gestionaban la toma de posesión. En aquella época el único recurso económico y fuente de trabajo era la explotación de los campos y la caza del ganado para producir sebo, tasajo y cuero. No existía ninguna otra industria ni producción necesaria para el intercambio comercial. Las nuevas poblaciones estaban privadas de todo medio lícito de subsistencia.
Rocamora le escribía al Marqués de Loreto: «A estos vecindarios aunque formalizados no se les había distribuído todavía tierras para laboríos, ni para la cría de ganados, por darles tiempo a que finalicen sus casas y cercos y no complicarlos con las maniobras de chacras y estancias que había reservado repartirles después. Que cumpiendo con la orden del Virrey predecesor, de formar presupuesto de los auxilios necesarios a estas poblaciones, dirigió al Gobierno cierto arreglo civil y económico que concibió útil, sin que se le hubiese avisado hasta entonces su aprobación»(7).
Lamentablemente para Entre Ríos, el Virrey Vértiz y el Marqués de Loreto eran gobernantes muy diferentes. El primero leía las cartas de Rocamora, creía en su Proyecto y lo apoyaba incondicionalmente. El Marqués de Loreto era más descuidado con su correspondencia, bastante más influenciable por los terratenientes y nunca aprobó el «arreglo civil y económico» de Rocamora, que estaba cajoneadoen Buenos Aires.
La vuelta de Rocamora
Rocamora movió cielo y tierra para volver a la provincia de sus amores. Casi un año después de su partida, en diciembre de 1784 sustituyó como Comandante de Entre Ríos a Francisco de Ormaechea, que durante todo ese tiempo no había hecho absolutamente nada por la Provincia.
Nunca segundas partes fueron buenas. Esta vez no llegó Rocamora con órdenes de fundar nuevas ciudades. El Marques de Loreto ni siquiera lo había aturizado a completar las fundaciones que estaban pendientes desde la administración anterior. Tampoco llegó con la solución legal para rodear a las villas existentes con un ejido o «tierra propia». Volvió con el corazón lleno y las manos vacías.
El Comandante Rocamora recorrió la Provincia de Entre Ríos y escribió cartas al Virrey que llegaron hasta nosotros describiendo un gran estado de desolación. La que podría haber sido «La mejor Provincia de nuestra América» durante el período colonial, estaba en un tristísimo estado de abandono.
El 3 de Aril de 1785 escribió desde Paraná un informe un poco más alentador, donde reportaba que la Villa de Concepción del Uruguay «no ha producido notable decadencia: ella es la que en mejor estado se mantiene». En cambio decía que «San Jose de Gualeguaychú se empezaba a cuajar cuando yo salí de ella y así nomás está, sin que hayan avanzado un palmo en su obrar».
El gran dolor de Rocamora era el estado de la Villa de Gualeguay, su ciudad predilecta, a la que había hecho Capital de la Provincia. Así le decía al Virrey: «La de Gualeguay, que es la primera en formación y era la más adelantada, ha padecido un total atraso. El horcón que se estaba poniendo, la casa que se techaba o se cerraba, así mismo quedó. Esto no hubiera sido lo peor, porque se reducía a no haber adelantado; […] las casas recién hechas, endebles y abandonadas, necesitan un preciso reparo».
En el informe del 4 de Septiembre de 1785, Rocamora se refiere a la situación de los habitantes de Entre Ríos diciendo que «en el Paraná, los vecinos necesitan trabajar, pero están detenidos en sus aspiraciones […] Los pobladores de Nogoyá no componen ya ni sus ranchos, porque existe la creencia que todo es inútil y que la parroquia está mal situada, por lo que el cura desea mudarla a otro sitio […]El pueblo de Gualeguaychú está totalmente cercado por las ambiciones de Wright […] Concepción del Uruguay está totalmente rodeado por los compradores de las tierras de Larramendi […] Gualeguay se encuentra en idénticas condiciones por las pretenciones de los grandes terratenientes circundantes.»
Rocamora informaba permanentemente los reiterados conflictos entre los Cabildos y los grandes terratenientes como los García de Zúñiga, Wright, Larramendi, Vera y Mujica y otros con conexiones muy poderosas en Buenos Aires y Santa Fe. El Virrey Nicolás del Campo, Marqués de Loreto, gobernó desde 1784 hasta 1789. No ha quedado ninguna constancia escrita que demuestre que hubiera hecho algo para solucionar los problemas planteados por Rocamora. Al contrario, mató al mensajero en cuanto tuvo la primera oportunidad.
En 1786 se levantó un sumario al Comandante Tomás de Rocamora, porque un preso de la ciudad de Gualeguay llamado Francisco Méndez, fue encontrado muerto en su celda. El Virrey reemplazó inmediatamente a Rocamora por el Teniente Coronel de Dragones don Juan Francisco Somalo. Este fue sucedido por el Capitán Gaspar de la Plata. Después de Rocamora, ningún Comandante de los Partidos de Entre Ríos reportó problema alguno de la población con los terratenientes. Muerto el perro se acabó la rabia.
Destinos separados
Los pobladores de la Provincia de Entre Ríos se quedaron sin interlocutores. Ninguno de los sucesivos Virreyes atendieron sus demandas. En el año 1805 el Cabildo de Concepción del Uruguay le escribió directamente al Rey de España. Según el doctor Victorica esta carta nunca llegó al monarca, pero es un crudo documento que describe la situación de desamparo legal de aquellos habitantes a finales del período colonial español. Sin embargo, no mendigaban favores. Por el contrario, decían que «con vecindario numeroso y Milicias regladas, pueden contener un día a los Portugueses y hacerse de los más respetables en esta frontera, con sólo merecer los arreglos perdidos». Eran aquellos «arreglos perdidos» del Virrey Vértiz a Rocamora que habían quedado cajoneados para siempre en Buenos Aires.
En 1806 llegaron noticias a Entre Ríos que la capital del Virreinato había caído a manos de los ingleses. Joseph Urquiza, que había sido administrador del gran establecimiento rural del presbítero Dr. Pedro García de Zuñiga hasta 1795, desde 1801 era el Comandante de la Provincia de Entre Ríos. El Virrey le comunicó que la Capital se trasladaba a Córdoba y poco después le ordenó que concurriera con sus milicias entrerrianas a la defensa de Montevideo. El padre de Justo José de Urquiza organizó la movilización, pero no fue personalmente alegando «razones de salud». Tenía razón, esa guerra era mala para la salud de cualquiera.
El 22 de Enero de 1807 partieron de Concepción del Uruguay 125 hombres al mando de Joaquín Vilches. Se les unieron la companía de Gualeguaychú con 45 hombres al mando del Teniente Valentín José de Sopeña y la companía de Gualeguay con 68 hombres al mando del Capitán Tomás Taboada. Eran 241 soldados entrerrianos que se iban a enfrentar al ejército más poderoso del mundo en aquella época. Suerte que llegaron tarde. Sin embargo, no se salvaron de estar bajo la metralla durante la segunda invasión de los ingleses en Buenos Aires.
De brillante desempeño administrativo en el Plata, Don Tomás de Rocamora fue gobernador de Misiones a partir de 1809. Aceptó la autoridad de la Primera Junta instalada en Buenos Aires y apoyó la campaña de Belgrano al Paraguay. Siendo ya un anciano, en 1812 fue relevado de su cargo y murió siete años después, el 17 de marzo de 1819.
Creó a Entre Ríos y en menos de dos años construyó un sueño que nos regaló para siempre. Todavía le debemos a Rocamora hacer de esta Provincia la mejor de nuestra América.
Referencias:
(1) Cayetano Bruno – Historia de la Iglesia en Argentina, 1767-1800, Vol.VI. Buenos Aires – 1970
(2) De Gualeguaychú y su Historia – Edición de la Comisión Central del Bicentenario de San José de Guleguaychú, pág. 119
(3) Agustín Wright nació en Buenos Aires, hijo de un inglés. Contribuyó a la apertura del puerto y la fundación de la ciudad de Ensenada, Provincia de Buenos Aires. A la edad de 50 años y ya con mucho dinero en su haber, compró tierras en la entre el arroyo El Zanjón (hoy «El Gato») y Punta Lara. Instaló una estancia y en 1799 un gran saladero, que fue el primero en Sudamérica. Producía tasajo (carne conservada por medio de la sal) que se exportaba principalmente a Brasil y a Cuba para ser alimento de esclavos y población libre de menores recursos. («Ensenada, una lección de historia» de Carlos A. Asnaghi – 1995)
(4) María Cristina Demonte – Rosa C. Troncoso, «Tomás de Rocamora, Pionero de la Autonomía Entrerriana», Editorial Colmegna, Santa Fe, 1972
(5) Vara castellana de Burgos, de 36 pulgadas o 3 pies; equivale a 0.8356 m. Llamada de Burgos porque el patrón se conservaba en el Archivo de la ciudad castellana de Burgos (España). El pié de esta vara equivale a 0.2786 m.
(6) Leoncio Gianello «Historia de Entre Ríos», Ministerio de Educación, Dirección de Cultura, Biblioteca Entrerriana General Perón, Paraná, 1951
(7) Benjamín Victorica, «Apuntes para servir a la historia del origen y fundación de los pueblos», Entre Ríos, «Revista del Paraná», 1861
(fuente: http://www.nerosumi.com)
Esta nota fue publicada originalmente en la Revista La Ciudad el 24 de junio de 2018.