Por Ángel J. Harman –
Muchas veces se menciona a los gauchos en Entre Ríos desde fines del período colonial y durante gran parte del siglo XIX. Pero caben algunas preguntas: ¿fueron numéricamente considerables los gauchos en esta provincia? En el caso de una respuesta afirmativa: ¿quiénes eran? Es lo que –en parte- intentaremos responder a continuación.
Durante el siglo XVII, el territorio de Entre Ríos atrajo a faeneros o changadores procedentes de Santa Fe y de Buenos Aires que se ocupaban de cazar el ganado cimarrón disperso por los campos. Además, el establecimiento de los portugueses en la Colonia del Sacramento desde 1688 produjo un incremento de estas actividades clandestinas, pues para participar en las “vaquerías” había que tener la autorización de las autoridades coloniales.
A medida que creció el número de pobladores en las costas entrerrianas del río Paraná –“la otra Banda”, como decían los santafesinos- se hizo necesario crear partidas policiales para ejercer el control de los grupos que se hallaban faenando ganado en el interior del territorio. Ya en 1733, el cabildo de Santa Fe creó el cargo de alcalde de hermandad en la Bajada para ejercer esas funciones de carácter policial. El 13 de abril de 1766, el alcalde de Hermandad del partido de Paraná dio a conocer un bando en el cual se establecían normas a las que debían ajustarse los vecinos y pobladores rurales: por el mismo ordena que ningún vecino o forastero diera hospedaje, abrigo o fomento a ladrones, desertores, vagabundos, esclavos y perseguidos de la justicia, bajo la pena de confiscación de todos sus bienes y de ser enviado detenido a Buenos Aires 1.
Más adelante, las autoridades de Buenos Aires y durante la gestión del gobernador Juan José de Vértiz, enviaron comisiones a Entre Ríos con el fin de “extirpar la población vagabunda y delictuosa que infestaba la región”2 Estas faenas clandestinas de ganado vacuno y equino fueron denunciadas en repetidas oportunidades, desde la zona del Dol, el Feliciano, Gualeguaychú, Arroyo de la China. En algunos casos, los robos eran efectuados por vecinos establecidos en estos parajes; en otros, lo realizaban contrabandistas y gauderios. 3
Mientras ocurrían estas actividades y se había destruido la resistencia de los indígenas charrúas de Entre Ríos, una corriente de pobladores procedentes en su mayor parte de la costa del Paraná, había ido avanzando hacia el Este y ocupando los campos ubicados en las rinconadas de los arroyos para explotarlos con ganado y labranzas. En las zonas ribereñas y en las islas el río Uruguay tuvieron importancia la explotación forestal para obtener leña y carbón, que en gran parte eran comercializados en Buenos Aires.
Con la fundación de las villas de Gualeguay, Concepción del Uruguay y Gualeguaychú en 1783 y la formación espontánea de núcleos poblados, como Paraná, Nogoyá, Rosario del Tala, La Matanza, Villaguay o Mandisoví -entre otros-, se reunió la población que antes estaba dispersa por los dilatados campos de Entre Ríos. Sin embargo, algunos grupos permanecieron reacios a la vida en poblados y continuaron una existencia seminómada y montaraz en las espesuras de Montiel –muy frecuentado por gauderios-, según escribía Rocamora en 1785- y en los parajes isleños del río Uruguay y del delta del Paraná.
El mismo Rocamora es el primero en emplear en Entre Ríos el término gaucho, según un bando refrendado por él y fechado en Gualeguay el 3 de diciembre de 1783. En este documento se disponen castigos para el “que se encontrare de gaucho o fugando”; en otro oficio del 22 de octubre de 1785 hace referencia a unos presos que destinaba a Buenos Aires, a quienes calificaba de “gaucho, changueador de profesión”.4
Ha señalado el historiador Juan J. A. Segura que es evidente que el vocablo gaucho era conocido por la población, pues en un bando del alcalde de Gualeguaychú del 27 de marzo de 1802 ordenaba que ningún vecino mantuviera en su casa “a ningún gaucho haragán” por pretexto alguno.
El mismo autor trae otro ejemplo, esta vez de una partida de bautismo de una hija de Bernardo González, vecino del Arroyo Negro, en la jurisdicción de Gualeguay: al serle puestos los óleos, se hizo constar que había sido “bautisada por un gaucho llamado José Antonio Garzeta”. 5 En este caso, la calidad de gaucho del personaje mencionado, no le impidió ejercer una función tan importante como la del bautismo que, en las zonas alejadas de las iglesias y capillas, lo hacía cualquier persona, en casos de necesidad. La pregunta que nos sugiere este ejemplo es: ¿no había otro individuo habilitado para suministrar el sacramento?
Salvo estos casos, en que el uso de la voz gaucho tiene una connotación bastante definida de persona vagabunda, casi al margen de la ley, por lo general, la información que se conoce sobre los pobladores de estos núcleos urbanos y de la campaña circundante, se infiere que la mayor parte tenía algún tipo de ocupación, como estancieros, labradores, peones, cortadores de leña, carpinteros, pulperos, esclavos, etc.
Labradores
Ya en el padrón que Julián Colman elevó a las autoridades virreinales en octubre de 1781 figuran 139 familias ubicadas entre los arroyos Tala y Molino al norte: constan en el mismo 65 labradores, y en agosto de 1782 en otro informe al Virrey, Tomás de Rocamora escribió que desde hacía dos años los pobladores del Arroyo de la China, los de Gualeguaychú y los de Gualeguay habían empezado a sembrar con fuerza. 6. Dos años más tarde, y en relación con el Arroyo de la China, se da el ejemplo de un labrador que había sembrado nueve fanegas de trigo y cosechó trescientas.7
Existen constancias de que en 1801 ingresó al puerto de Buenos Aires la embarcación “Santísima Trinidad”, de Francisco Matricasas, que procedía del Arroyo de la China, cargada con postes, trigo y sebo.8 Esto significa que si se exportaba trigo, la producción local debió ser considerable.
Es decir, que además de las actividades relacionadas con la cría del ganado y aprovechamiento del cuero, la labranza también ocupaba a un número significativo de personas. Por eso se explica que en casi todas las poblaciones hubiera molinos o tahonas; así, en Nogoyá había una tahona en 1785 y dos en 1820; en Paraná había tres tahonas en 1809; en Rosario del Tala funcionaba desde 1813 una tahona al lado de la capilla; en Concepción del Uruguay, Bartolomé Ferrer y Antonio Mirón tuvieron tahonas entre fines del siglo XVIII y principios del XIX.
La actual corriente historiográfica ha puesto énfasis sobre aspectos de la economía regional a los que antes no se les había prestado mayor atención. Entre estos investigadores, señalamos a Roberto Schmit quien afirma que uno de los núcleos o espacios de producción en la época tardocolonial “era la zona rural cercana a la villa de Concepción del Uruguay; existía un hinterland donde predominaban los labradores de trigo y maíz en manos de múltiples productores y también se realizaba el pastoreo de ganado en modestos rebaños de las estancias”. 9 Se destacaban en esta región las unidades de producción de los establecimientos de Ignacio Sagastume y de Josef de Urquiza, con una significativa producción ganadera y triguera. Hacia 1820, un tercio de los que en Concepción del Uruguay tenían oficio, se dedicaba a la labranza y al pastoreo. Señala Schmit que en la villa, con poco más de un millar de habitantes, cuya vida económica se basaba en un núcleo de algunos pocos hacendados, había un núcleo mayoritario de labradores, junto a unas cincuenta casas comerciales de todo tipo. 10
La necesidad de contar con mano de obra para los cultivos determinó que, en septiembre de1820, el Supremo Francisco Ramírez dictara un reglamento en el que, entre otras medidas, ordenaba que los milicianos debían salir en turnos, para ir a dedicarse a las labranzas.11 En el año que hemos mencionado, aunque la provincia de Entre Ríos ya sufría las consecuencias de una década de alternativas bélicas, descalabro de la ganadería y emigración de pobladores, se registraron alrededor de 1085 labradores, algo más de 400 peones, 87 carpinteros, 12 tahoneros, poco más de 100 sirvientes-criados y medio millar de esclavos en toda la provincia. Sin ocupación se registraron 1355 hombres, es decir, el 23 % de la población total. *
A pesar de las constantes demandas de hombres para los ejércitos, no siempre era posible conseguirlos como reclamaban las autoridades; así lo explica en enero de 1828 un jefe militar de Nogoyá, quien deja señalado que toda la gente “estaba ocupada en sus cosechas de trigos” 12
Algo más de dos años después, en noviembre de 1830, el comandante de Gualeguay D. Pedro Reynoso anunciaba al gobierno que tenía las compañías de milicias reunidas en la villa, pero como todo estaba en orden, le solicitaba que le permitieran sacar algunos individuos de esas compañías “para que puedan dir [sic] a sus casas y prepararse para la recogida de sus trigos. (…)” 13
En 1832, cuando Justo José de Urquiza estaba al frente de la Comandancia del Segundo Departamento Principal, hizo formar un piquete de veteranos encargados de custodiar el orden, para dar descanso a los milicianos y que éstos pudieran dedicarse al fomento de la agricultura. 14
Ya durante la gestión de Urquiza como gobernador, se adoptaron diversas medidas para fomentar los cultivos, y cuando fue menester, se dieron órdenes a los comandantes departamentales para que obligara a las personas que no habían sido incorporadas al ejército a que se ocupasen de la cosecha de granos. 15
A mediados del siglo XIX había en el oriente de Entre Ríos grandes hacendados, como Justo José de Urquiza y Manuel Urdinarrain, en cuyos establecimientos se producían importantes cantidades de trigo y maíz para abastecer a la ciudad de Concepción del Uruguay y sus villas cercanas Los distritos con mayor número de labradores eran Cupalén, con 37 y Arroyo Urquiza, con 28. La producción anual de trigo de todo el departamento promedió las 1.500 fanegas.
Entre tanto, algunos cambios se produjeron en la composición laboral de esta región, pues a fines de la década de 1840, la supremacía de los labradores en Concepción del Uruguay había desaparecido y pasaron a representar apenas un 6%. Éstos, junto a los hacendados y estancieros se habían consolidado como el grupo propietario de la región. Además, había crecido el número de dependientes: peones, un 16,4%; milicianos, un 14,5%, agregados, 8,4% y sirvientes, 5,6%. A su vez, en el ámbito urbano, los sirvientes, agregados y jornaleros fueron reemplazando a los esclavos. 16
En otras zonas de la provincia también se manifestó la recuperación económica; tal el caso de Nogoyá en donde creció el número de agricultores que abonaban el diezmo: en 1836 eran nueve; en 1837, sumaron quince, y en 1848 ascendieron a 46. En todo el departamento totalizaron 109 y en 1849 alcanzaron a sumar 283 agricultores. 17 En el año 1848 se cosecharon en Nogoyá 4.205 fanegas y dos almudes de trigo** En 1849 se cosecharon en Nogoyá 2.803 y ½ fanegas, en Victoria, 1.922; todo el IIº Departamento General, con 1.373; en Paraná, 1.175; Rosario del Tala con 982 y Gualeguay con 507) 18
Paisanos, bandoleros, vagos y desertores
En la época que venimos analizando, que comprende desde el último tercio del siglo XVIII y mediados del siglo XIX, de modo excepcional hemos encontrado referencias a los gauchos en Entre Ríos pues la mayoría de los testimonios mencionan a los paisanos y otros a vagos o delincuentes. Ya en la presentación que hizo al Rey el cabildo de Concepción del Uruguay en 1805, se expresa que en la época anterior a la comisión de Tomás de Rocamora, faltaba asistencia a las familias establecidas en distintas partes del territorio de Entre Ríos, mientras continuaba el ingreso de “nuevas gentes forajidas” que fomentaban frecuentes excesos debido al “orgullo, la altanería e insubordinación que habían introducido antes los changadores”. 19
Al parecer, con la fundación de las nuevas villas, la organización policial y el incremento del comercio de los productos derivados de la ganadería, hubo un período de estabilidad. Como resultado de estos factores, se consiguió la reducción de las actividades delictivas. Esta situación se mantuvo hasta los primeros años posteriores al movimiento de 1810 en que la movilización de hombres destinados a los ejércitos, las depredaciones producidas por éstos y por los desertores, desarticularon la estructura económico-social entrerriana.
Las primeras acciones de guerra ocurrieron a fines de 1810 cuando desde Montevideo fue enviada una fuerza al mando de Michelena, que ocupó las villas de Concepción del Uruguay, Gualeguaychú y Gualeguay. Poco tiempo después, Bartolomé Zapata, vecino de Gualeguay, junto a un contingente de “paisanos armados a su costa”, iniciaron la resistencia armada contra los invasores. Informada sobre los sucesos de la costa oriental de Entre Ríos, La Gaceta de Buenos Aires hizo una nota elogiosa referida a la acción del “esforzado patriota” D. Bartolomé Zapata. [Gazeta de Buenos Ayres, Nº 41, del 21 de marzo de 1811, citada por Bourlot, Rubén, “El esforzado paisano D. Bartolomé Zapata”, en Federales Olvidados, Paraná: Archivo General de Entre Ríos/Ediciones del Clé, 2007, p.27]
Uno de los lugares en donde más se sintieron las consecuencias de la guerra civil y de las incursiones portuguesas fue la zona de Mandisoví, cuyos habitantes fueron incorporados a los bandos enfrentados y a las familias se las obligó a buscar refugio en los montes o en la costa oriental del Uruguay. Así se explica la cantidad de individuos catalogados como “ladrón”, “matrero”, “desertor”, “cuatrero”, etc. 20
Por una circular del 12 de agosto de 1824, que el gobernador Sola remitió a los comandantes militares, se disponía que todos los ladrones y malentretenidos de la campaña y de las poblaciones de la provincia fueran perseguidos con celo y -cuando se los aprehendiera- remitidos a Paraná. Pocos días más tarde aclaró que los salteadores de caminos y ladrones de ganados fueran juzgados conforme a la ley del 15 de febrero.21
Las zonas de campaña fueron el centro de atención de los gobiernos de esa etapa, en particular, la región boscosa del norte de los actuales departamentos Nogoyá y Villaguay, por lo cual en julio de 1827 se creó el cargo de juez comisionado, especie de policía rural, que con fuerzas y elementos muy limitados, trató de reprimir los actos delictivos.
En 1833, el comandante de Villaguay, Felipe Rodríguez decía en un escrito que las fuerzas entrerrianas no recibirían ayuda ni de Buenos Aires ni de Santa Fe para detener la invasión de Lavalle y que “sólo se matan los paisanos entre sí” 22 Poco después, en las costas cercanas a Gualeguaychú un grupo de unitarios fue atacado por una partida de montoneros de esa zona. 23
En 1834, Juan José de Urquiza, un hermano del comandante Justo José de Urquiza que residía en Buenos Aires, le escribió a éste y en una posdata le aconsejó que en el desempeño de su cargo:
“trata con dulzura a los gauchos, [usa] buenas palabras y [sé] muy dulce con ellos” y que no confiara en milicias, sino que debía crear una fuerza de línea. 24.
Por la misma época, el viajero francés Arsenio Isabelle se refería a que en el campo, para ser bien mirado “y que los gauchos lo traten como amigo será necesario agregar al poncho el chiripá, los calzoncillos, las botas de potro y las enormes espuelas” para estar a tono. 25
Pero este era un término usado más bien por personas extrañas a la provincia, nativas de Buenos Aires o que hacía bastante tiempo que residían allí, pues en Entre Ríos se usó poco el sustantivo gaucho y más bien predominó el vocablo “paisano”. Las veces que se menciona a los gauchos, es en el sentido de vagos o bandoleros, no de campesinos o peones.
El 5 de abril de 1842, desde la ciudad de Paraná, el doctor Álvarez, presidente de la legislatura de Entre Ríos, le escribió al gobernador Echagüe para informarle que el día anterior, luego de que el general José María Paz abandonara la ciudad, “una partida de paisanos asaltó las bocacalles de esta plaza y la guarnición se unió a ella con el mayor entusiasmo”. 26 Y en junio de 1850, el general Urquiza le confesó a un escritor que lo visitaba, que como jefe de la familia entrerriana tenía el deber y el placer “en cuidar del bienestar de todos mis paisanos”. 27 Como consecuencia de los agitados años de campañas militares y combates, tanto en el territorio provincial como fuera de él, se produjeron continuas deserciones de soldados y se formaron bandas de asaltantes que atemorizaban a las poblaciones. Así, en enero de 1844 la partida capitaneada por Pedro Martínez (a) Rodas irrumpió en Nogoyá y asesinó al gobernador delegado, Cipriano de Urquiza. Cabe aclarar que en la correspondencia y partes referidos a estos hechos no se menciona a gauchos y sí a facinerosos, salvajes, monteses, etc.
En la década de 1840, el gobierno adoptó medidas drásticas para combatir el delito, las deserciones y la “vagancia” (juego, embriaguez, desocupación). La acción policial y represiva se ejerció de modo particular en la zona de Montiel y en la región isleña que durante mucho tiempo habían sido refugio de todos aquellos individuos considerados al margen de la ley. 28 *** Esta circunstancia fue advertida por algunos viajeros que se aventuraron por el territorio provincial al promediar la década de 1840, como es el caso del inglés William Mac Cann.
Además, a principios de la década siguiente –hacia 1852- el militar uruguayo César Díaz dejó escrito el testimonio dado por un paisano:
“La vagancia y el robo se persiguen y castigan con tanto o mayor rigor que la deserción. En algunos casos que conozco, se ha llevado la crueldad de estos castigos a un exceso que hacen estremecer”. Al efecto, le comentó algunos casos ocurridos en la provincia que dieron por resultado la desaparición de los casos de robo y, por su parte, Díaz concluye expresando que no había exageración en lo dicho por el testigo, pues en ese tiempo “no solo nadie roba, sino que nadie piensa que sea posible robar”. 29
Al parecer, esta realidad permaneció casi sin variantes en las dos décadas siguientes, tal como la percibieron otros viajeros, foráneos y locales, como es el caso del tucumano Luis Aráoz quien junto a un comprovinciano atravesaron a caballo la provincia desde Paraná a Concepción del Uruguay **** También Honorio Leguizamón, quien por esos mismos años viajaba desde el Calá hasta Rosario del Tala, Nogoyá o a Concepción del Uruguay, nunca tuvo la menor molestia por parte de bandidos y más bien sus recuerdos eran de una época sencilla y apacible; o el antropólogo italiano Pablo Mantegazza quien lo ha dejado escrito en sus recuerdos de la estadía en la región. 30
En conclusión, se puede decir que el vocablo gaucho fue poco usado por los entrerrianos, aunque en la época inmediata anterior -siglo XVIII- los funcionarios coloniales emplearon los términos changador y gauderio para aquellas personas que faenaban o cazaban ganado sin autorización.
Durante el siglo XIX, en Entre Ríos predominó el término paisano al referirse a los comprovincianos tanto de las villas como de las zonas rurales, mientras que matrero, cuatrero, vago, malentretenido, facineroso, se usó para quienes carecían de ocupación fija o actuaban en bandas de salteadores. El término gaucho, en la acepción que luego adquiriría popularidad debido a las obras de poetas, novelistas y memorialistas, tuvo mayor difusión en Entre Ríos a fines del siglo XIX y principios del siglo XX.
Esa idea del gaucho, que es de origen bonaerense y más aún, literaria, se ha generalizado y aplicado sin análisis crítico a los pobladores criollos –campesinos o no- de otros territorios cuya población rural tenía características peculiares. Por estas razones, debería establecerse con mayor precisión en cada caso de quiénes se habla cuando se hace referencia a los “gauchos” en nuestra provincia y cuáles son las características y similitudes con los así denominados en la provincia de Buenos Aires o en otros territorios. 31
De acuerdo con lo que hemos expuesto hasta aquí, en las áreas rurales y zonas próximas a los centros urbanos de la provincia de Entre Ríos, la mayor parte de los habitantes realizaban tareas mixtas de pastoreo de pequeños rebaños y en el cultivo de chacras; otros, se desempeñaban como peones, hacheros, ladrilleros, carboneros, pulperos, artesanos, e infinidad de actividades temporales. Fueron estos campesinos y peones asalariados quienes engrosaron las milicias que durante el transcurso del siglo XIX participaron en numerosas campañas militares y en combates que se fueron gestando en los diferentes escenarios del litoral rioplatense.-
Este artículo es nada más que una aproximación a un tema que en Entre Ríos debe debatirse y aclararse.
Concepción del Uruguay, 26 de septiembre de 2009.
Notas y Citas
1 Ricardo Rodríguez Molas, Historia Social del Gaucho, Buenos Aires, Ed. Marú,
1968, p. 165.
- Pérez Colman, Historia de Entre Ríos, t. I. p. 228.
- 3. Pérez Colman, cit. p. 230.
- 4. Segura, Juan José Antonio, Historia de Nogoyá, tomo I, (1782-1821), Paraná,
1972, p. 54
- Segura, Juan José Antonio, ibídem
- 6. Pérez Colman, Historia de Entre Ríos, tomo II, p. 228
- Pérez Colman, op. cit., tomo II, p. 166.
- Urquiza Almandoz, Oscar F., Historia económica y social de Entre Ríos (1600-1854). Buenos Aires, Banco Unido del Litoral, 1978, p. 217
- Schmit, Roberto, Ruina y resurrección en tiempos de guerra. Buenos Aires, Prometeo Libros, 2004, p. 98
- Schmit, op. cit. p. 63
- Urquiza Almandoz, Oscar F.: Historia Económica y social de Entre Ríos, p. 124
* Cabe aclarar que un número superior al millar de hombres se hallaba fuera de la provincia, en el contingente que acompañaba al Supremo Francisco Ramírez, en ese momento, acantonado en Corrientes. Además, no fueron censados los nucleamientos urbanos y semiurbanos del nordeste de la provincia y de Alcaraz, Espinillo, Ensenada y Chilcas.
- Segura, Juan J. A.: Historia de Nogoyá, tomo II, p. 160
- Quesada, Juan Isidro: “Unitarios y federales en Entre Ríos. (1830-1831)”, en Revista de Historia Entrerriana Nª 4-5, p. 97
- 14. Bosch, Beatriz, Urquiza y su tiempo, p. 30
- 15. Urquiza Almandoz, Oscar F.: Historia Social y Económica de Entre Ríos,
Buenos Aires, 1978, p. 131
- 16. Schmit, op. cit. p. 59
- 17. Segura, Juan José A: Historia de Nogoyá, tomo II, p. 265 y tomo III, p.p.
171-172.
** El total de la provincia fue de 17.452 fanegas y 4 almudes.
- 18. Segura, cit, t. III, p. 172.
- 19. Poenitz, Erich L. W.: [Introducción y notas] “Primera Crónica Histórica
de Entre Ríos…”, Separata de Cuadernos de Estudios Regionales 2, IRICC, Concordia, 1982, p. 103
Por su parte, en Concepción del Uruguay el capitán Luis la Robla instruyó un sumario contra los hombres que habían participado en el asalto a la estancia del español Francisco García Petisco. Al referirse a estos soldados de Zapata que cayeron prisioneros, el sumariante empleó el término “Capitán de la gavilla” o “partida de ladrones”, pero en ningún momento hizo referencia a que esos prisioneros fueran gauchos.
- 20. Masramón, Alberto Jaime: “Primer gobierno del Cnel. León Sola”, en Revista de Historia Entrerriana Nº 4-5, Buenos Aires, 1969, p. 34
- 21. Segura, Juan J. A.: Historia de Nogoyá, t. II, p. 116.
En otras oportunidades, los milicianos de Entre Ríos fueron enviados a cumplir campañas fuera de la provincia, como en la segunda mitad del año 1824 en que se formó una “División Auxiliadora” compuesta por los escuadrones de húsares y dragones a las órdenes de Anacleto Medina y de Morel. Este contingente operó con el ejército de Buenos Aires durante la campaña contra los indígenas del sur, que ese año llevó a cabo el gobernador Martín Rodríguez. [Véase Alberto J. Masramón, “Primer gobierno del Cnel. León Sola”, en Revista de Historia Entrerriana Nº 4-5, p. 35]
22. Quesada, Juan Isidro: “Unitarios y federales en Entre Ríos (1830-1831), en Revista de Historia Entrerriana Nº 4-5, Buenos Aires, 1969, p. 160. La cursiva es nuestra.
- 23. Quesada, Juan Isidro, cit. p. 161
- 24. Bosch, Beatriz, Urquiza y su tiempo, op. cit. p. 36; “gauchos”, señalado en negrita cursiva por el autor de este artículo.
- 25. Segura, Juan J. A.: Historia de Nogoyá, tomo II, p. 253
- 26. Bosch, B.: op. cit. p. 60. Señalado en cursiva por nosotros.
- 27. Bosch, op. cit. p. 147. Cursiva nuestra
- 28. Segura, Juan J. A.: Historia de Nogoyá, t. III, p. 110.
*** Al respecto, el autor transcribe la opinión de Leandro Ruiz Moreno, quien expresa: “La aplicación severa e inexorable de normas de índole represiva, la expulsión del territorio, el hecho de ser llevado al servicio del ejército con carácter permanente, las diversas penas corporales y las cárceles, la utilización de los que habían delinquido en trabajos públicos que exigían grandes esfuerzos constituían frenos que eran verdaderos diques de contención de todo hecho de carácter delictuoso”.
- 29. Citado por Juan J. A. Segura, op. cit. p. 110
**** Al estudiante Luis Aráoz le llamó la atención la presencia de unos veinte peones en la estancia de Basavilbaso por “su despejo al decir, su estatura, su vestido, comparándolos con el gaucho de las provincias del Norte (…)”. Todos estos peones de Entre Ríos vestían de chiripá, tiradores lujosos, calzoncillos bien planchados y de anchos volados, y casi todos de bota negra, quienes “conversaban alegremente, con sus chacotas y dichos gauchescos”. (Aráoz, Luis F, Del Tiempo Viejo, Tucumán, 2003, p. p. 43-44).
- 30. Véase: Paolo Mantegazza, Viajes por el Río de la Plata y el interior de la Confederación Argentina. Traducción de Juan Heller, 1916. Título original: Rio della Plata e Tenerife.
- 31. Un viajero que atraviesa la provincia del Uruguay al Paraná a principios de 1870, comenta que en la campaña hay pocas casas de negocios pues “como acá el gobierno las cree perjudiciales a la moral de los gauchos y como en una república mal pudiera prohibírselas se les impone mil patacones de contribución”. (Cit. por María Amalia Duarte, Urquiza y López Jordán, Buenos Aires, Librería y Editorial Platero S.R.L. 1974, p. 176)
Por otra parte, el dirigente jordanista Olímpides Pereira escribe desde Nogoyá el 23 de abril de 1870 y al hacer referencia a su detención en Rosario del Tala por parte de las milicias del coronel Taborda, escribe: “En el Tala me dejaron sin un real los gauchos” (Fermín Chávez, Vida y muerte de López Jordán, Buenos Aires, Ediciones Nuestro Tiempo, 1970, p. 309).
Ese mismo año, desde el periodismo, Francisco F. Fernández hizo referencia a los gauchos entrerrianos que en 1865 se habían rebelado contra Urquiza provocando el desbande de Arroyo Basualdo. (Citado por Fermín Chávez, La Confederación. Un proyecto nacional olvidado. Cuadernos de Crisis Nº 29. Buenos Aires, 1976, p. 28)
(la figura que aparece en la nota, es un trabajo del artista Eleodoro Marenco)