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Manuel Belgrano: El pionero del aula

 

Se anticipó en la comprensión de la importancia estratégica del conocimiento y la enseñanza universal. Abrió las escuelas a sujetos pedagógicos excluidos, como las mujeres, los desposeídos, los indios y los huérfanos.

“A Belgrano lo tapó la bandera”, afirmaba con claridad y humor el excelente historiador Salvador Ferla, porque consideraba que su participación en la creación de la enseña nacional había escondido una biografía muy generosa en decisiones políticas y actos de servicio y amor a su patria. Absurdas simplificaciones de la historia.

Don Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano nació en 1770, octavo hijo de los dieciséis que tuvieron sus padres, un italiano y una criolla hija de santiagueños; fue el responsable del primer proyecto de enseñanza estatal, gratuita y obligatoria que hubo en nuestro país.

Se anticipó en la comprensión de la importancia estratégica que tiene la educación para las sociedades, por su triple racionalidad económica, social y política y por su trascendencia en consolidar la dignidad de las personas.

Su amor a la patria se reveló tempranamente: fue capitán de las milicias criollas urbanas durante las invasiones inglesas y partícipe activo de aquellas acaloradas discusiones clandestinas sobre la igualdad, la independencia y la libertad en la Jabonería de Vieytes.

A pesar de ser un fisiócrata, impulsó con firmeza la industria y el trabajo: “Que los niños aprendan las primeras letras y matemática básica (…) para luego ser recibidos por los maestros de oficios”. En sus Memorias de 1796 y en sus escritos en el Correo de Comercio advertía que la educación era el verdadero origen de la felicidad pública. Sobresale su artículo llamado “Educación”, del 17 de marzo de 1810, en el que afirma que la “enseñanza es una de sus primeras obligaciones para prevenir la miseria y la ociosidad”. Doscientos diez años después, confirmamos tal aserto, ya que la educación sigue siendo la herramienta más idónea para romper la profecía de la cuna y para construir sociedades más justas, regidas por la igualdad de todas y todos sus integrantes.

Creyó necesario sembrar escuelas gratuitas en todos los barrios sin distinción, a las que pudieran “los infelices mandar a sus hijos, sin tener que pagar cosa alguna por su instrucción”. En ellas, se debía inspirar a niños y jóvenes en el amor al trabajo, “pues en un pueblo donde reine la ociosidad, decae el comercio y toma su lugar la miseria”.

Sostuvo el principio de gratuidad, ya que prescribió que las escuelas de primeras letras fueran costeadas por el Estado, y ubicadas en el ámbito rural, “en la campaña”, porque era necesario que los ciudadanos de los lugares apartados accedieran, como todos, al derecho a educarse.

Se ocupó de los maestros, a los que asignó una importancia crucial: “Basta con que los maestros sean virtuosos, y puedan con su ejemplo dar lecciones prácticas a la niñez y juventud”. También fomentó la creación de las escuelas de Comercio, de Náutica y de Dibujo, en las que se priorizaran los conocimientos técnicos, que alejaban a la educación del verbalismo y la rutina.

En 1813, a raíz de su victoria en la batalla de Salta, el Cabildo le asignó 40 mil pesos que destinó a la construcción de cuatro escuelas en Tarija, Salta, Tucumán y Santiago del Estero, a la compra de útiles y libros y al otorgamiento de becas para los más pobres. Para la ocasión elaboró un Reglamento que es recordado por consolidar valores de orden, virtud, trabajo y espíritu nacional, identidad diríamos hoy, para que “los niños estimen en más la calidad del americano que del extranjero”.

También se ocupó de prescribir sobre el uso del tiempo escolar y recomendó que ningún alumno se presentara con lujos, aunque sus padres pudieran sufragarlos, para reforzar la condición de igualdad de todos los alumnos.

MENSAJE PEDAGÓGICO

Un aspecto especialmente conmovedor es su generosa entrega en la lucha por los destinos del país; la actuación política de nuestros próceres encierra, en sí misma, un mensaje pedagógico. Belgrano era un porteño ilustrado, que había estudiado Gramática, Filosofía, algo de Teología y en sus ocho años en la Universidad de Salamanca se había graduado de abogado. Jamás había vestido el uniforme militar ni había recibido instrucción, pero cuando su patria lo necesitó soldado, defendió el Norte argentino, decidió no retroceder e impidió que toda esa región se desvinculara de nuestro territorio, con las victorias de Tucumán (24/9/1812) y Salta (20/2/1813).

A pesar de su escasa experiencia militar, instituyó la subordinación y el orden en las tropas, siendo un rasgo de sus expediciones el respeto irrestricto en el trato hacia la población civil. En esas operaciones, el hombre de Buenos Aires conoce las realidades de su gente y construye un amor por su pueblo que lo acompañará hasta su muerte.

Más allá de la singularidad y el vigor de sus múltiples valores, considero que lo más destacable de su original pensamiento social y educativo fue comprender que se debían abrir las aulas de las escuelas a “nuevos sujetos pedagógicos”, a aquellos que estaban definitivamente excluidos del derecho a educarse: las mujeres, los desposeídos, los indios, los huérfanos y los pobres, entre otros. Ese desvelo por incorporar a los “relegados”, como él los denominaba, lo enlaza con los grandes pedagogos de nuestra patria americana.

Se ocupó de la educación de las mujeres para que pudieran salir de la ociosidad y de la ignorancia; en la misma época, Simón Rodríguez, el maestro venezolano de Bolívar, recomendaba que las mujeres se educaran para no tener como único destino el convento o el matrimonio. Esa potencia anticipatoria tiene el pensamiento pedagógico en nuestras tierras, esas ideas heredamos y deben ser transmitidas en nuestras aulas, todos los días.

A raíz de su campaña al Paraguay, elabora el “Reglamento para los indios de las Misiones” en el que, además de igualarlos a los criollos, los considera hombres y mujeres libres, cediéndoles tierras exentas de impuestos; del mismo modo establece que en cada pueblo indio debía instalarse una escuela en la que enseñar en partes iguales la lengua materna y el castellano.

Nuestra sociedad está en proceso de superar un oscuro gobierno neoliberal que ha negado todos y cada uno de los valores que en esta breve reseña reconocemos en Belgrano: honor, austeridad, capacidad de entrega, sacrificio, ética, amor a la Patria, respeto por la educación y los educadores, sentido nacional, inclusión de los más necesitados, resguardo de las minorías.

Al contrario, el 20 de junio de 1949, el general Juan Perón, al recordar la decisión de Belgrano de destinar su recompensa a la construcción de escuelas, comunicó a la sociedad una medida que transformaría la educación universitaria de la Argentina: “Desde hoy quedan suprimidos los aranceles universitarios, en forma tal que la enseñanza sea absolutamente gratuita y al alcance de todos los jóvenes argentinos. Para honrar a los héroes nada mejor que imitarlos”.

“Para honrar a los héroes nada mejor que imitarlos” resulta un mandato fundante para las generaciones posteriores: educar a todas y todos sin excepción, especialmente a los más necesitados; disponer de un Estado nacional cercano a los más sencillos; respetar a nuestros docentes; poner en diálogo educación y trabajo; amar la Patria y organizar una sociedad en donde la “noble igualdad” sea mucho más que una expresión perdida en nuestro Himno nacional y se convierta en un auténtico programa de gobierno.

Fuente: Revista Caras y Caretas

Esta nota fue publicada por la revista la ciudad el 12/2/2020

 

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