Por Ángel J. Harman –
A partir de la invasión alemana a Polonia, -1º de septiembre de 1939- el gobierno argentino mantuvo su tradicional política de neutralidad. Luego, al producirse el bombardeo japonés a la base naval estadounidense en Pearl Harbour, y a pesar de las presiones de Cordell Hull, secretario de estado norteamericano, la posición argentina se mantuvo a lo largo de los años que duró la guerra mundial. Ante la firme posición del gobierno encabezado por Ramón Castillo, el Departamento de Estado norteamericano creyó que era posible coaccionar a la Argentina mediante presión económica.
El boicot económico a la Argentina, comenzó en febrero de 1942 y continuaría, con distinta intensidad, hasta 1949, que comprendió los gobiernos de Pedro P. Ramírez (de facto), Edelmiro J. Farrell (de facto) y la primera presidencia de Juan Domingo Perón. Durante los años de la guerra, el énfasis estuvo puesto en privar a nuestro país de suministros vitales, que sólo Estados Unidos podía proveer. Así, se rechazaron licencias para la exportación a la Argentina de máquinas de acero, repuestos y material rodante para ferrocarriles, productos químicos y equipos para petróleo, hierro y acero, carbón, aceite de quemar, ceniza y soda cáustica, hojalata, etc.
El boicot estadounidense afectó además la presencia argentina en el mercado mundial agropecuario y contribuyó a disminuir la producción agrícola al bloquear el ingreso de insumos claves. Durante 1947 y 1948 fue vetada la compra de productos argentinos destinados al Plan Marshall por la Economic Cooperation Administration, y se ejercieron fuertes presiones para que los países europeos no realizaran compras en nuestro país.
Incluso se complementó con la continua interferencia en el comercio de la Argentina con los países de la región, tratando de prevenir la exportación de caucho boliviano y brasileño, estaño y quinina bolivianos, carbón brasileño, cobre chileno, etc., a la Argentina.
Muy relevante fue el boicot en materia de insumos, ya que el conflicto bélico dejó a Estados Unidos prácticamente como el único oferente importante de combustibles (carbón, petróleo y derivados) y de materias para la industria, así como de diversos tipos de maquinarias, repuestos y otros productos industriales. La Junta de Guerra Económica de Estados Unidos denegó sistemáticamente las licencias de exportación de hierro, acero y equipo petrolífero para la Argentina. En 1944 se prohibió expresamente la exportación de vehículos automotores, locomotoras y material rodante.
Asimismo, se presionó con éxito a Bolivia, Brasil y Chile, impidiendo a través de la acción de las respectivas embajadas estadounidense el envío de caucho, estaño y cobre. También por presión norteamericana, el Board of Trade de Gran Bretaña se abstuvo en 1945 de otorgar licencias de exportación a gran parte de los productos disponibles, incluso de acero, donde existían considerables excedentes.
A la vez, se presionó a Gran Bretaña para que disminuyera en gran medida sus exportaciones a la Argentina. Con todo, las presiones lograron, en el curso de la guerra, que no se firmara un contrato de carnes a largo plazo.
Además, Estados Unidos ejerció una interferencia en las relaciones de la Argentina con Francia e Italia, y del comercio con Bélgica y Noruega. Terminada la guerra, el gobierno norteamericano se opuso a que la Argentina fuera invitada a una conferencia para establecer una Organización de Comercio Internacional.
Pese a estas medidas contra la Argentina, las fuerzas de la oposición -«Unión Democrática»» -(conservadores, radicales, demoprogresistas, socialistas, comunistas) – se unieron al embajador de Estados Unidos, Spruille Braden, en su campaña contra el gobierno argentino.
En resumen, hasta 1949 –presidencia de Juan Domingo Perón- persistió el boicot de los Estados Unidos contra la Argentina.
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