Una pregunta que hoy es común en la política argentina, y que inquieta a cada vez más ciudadanos/as, es cómo y por qué llegan a altas posiciones de gobierno y con poder decisorio ciertos personajes cuyos pasados, visiblemente antinacionales y turbios en muchos casos, permitirían sospecharlos como traidores a los intereses de la nación.
La respuesta a esa pregunta, en cada caso (y ya son muchos) no puede ser sino una conjetura: que llegan adonde están porque son propuestos por las patas neoliberales que el gobierno del FdT también tiene. Y patas que pueden llegar a ser como el cáncer, que, si no se extirpa rápido, hace metástasis.
Y la Argentina no está para eso. De manera que por fuertes que sean los lobbies y muchas que sean las presiones, este país se diría que ya no tiene posibilidades de salir indemne de otro ciclo político que repita los errores cometidos desde la recuperación de la democracia.
La etiología de estos nombramientos es compleja. Propuestos probablemente por ciertos dirigentes de la derecha peronista, y/o por lobbistas, abogados, asesores económicos o comunicacionales, e «influyentes» de toda calaña que se especializan en el arte de tener amigos en todos lados –que es el modo de no tenerlos en ninguno y autodegradarse a meros buscas con tarjeta– es intolerable que algunos personajes con currículos impresentables para una gestión de emergencia nacional como la que encabezan Alberto y Cristina lleguen a posiciones de poder.
Tal el caso, de resonancia esta semana, del señor Carlos Manuel Bastos, quien desde abril de 1991 fue Secretario de Energía de la mano de Domingo Cavallo, responsable del planeamiento y ejecución de las primeras y antipopulares políticas públicas en ese sector, y quien jugó un papel protagónico en la privatización de YPF, Segba y Gas del Estado.
Por ello, en algunos ámbitos del neoliberalismo local se considera a Bastos como figura energética emblemática, porque elaboró los marcos regulatorios y comandó las privatizaciones de las empresas eléctricas y gasíferas, y como secretario de Energía de Menem fue quien decidió paralizar las obras de la central nuclear de Atucha II y de la hidroeléctrica Yacyretá. El señor Bastos, además, fue parte del proceso que intentó vender la represa de Salto Grande, que hubiera afectado intereses de la provincia de Entre Ríos y perjudicado a la Argentina.
En octubre de 1996 renunció a ese cargo, y a fines del siglo el gobernador cordobés José Manuel de la Sota lo nombró presidente de la Empresa Provincial de Energía Eléctrica (EPEC). En marzo de 2001 Fernando de la Rúa lo designó Ministro de Infraestructura y Vivienda, hasta que en diciembre de 2001 capotó dramáticamente el gobierno de la Alianza. A partir de entonces, Bastos sirvió a empresas privadas que demandaban por sumas millonarias a la Argentina, y en los 2000 se prestó a declarar en contra de nuestro país cuando tres empresas norteamericanas (Enron, AES Corporation y El Paso Energy) y la italiana Camuzzi le hicieron juicio a la Argentina en el CIADI (Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones), tribunal que depende del Banco Mundial.
Como dato curioso para l@s lector@s de este diario, en estos días hacen tres lustros de una nota de Mayo de 2005 en la que se informaba que Bastos «se presentó como testigo» en esas demandas iniciadas contra nuestro país y «su tarea fue detallar qué garantías tenían esas empresas y cómo éstas fueron vulneradas por el Estado Argentino».
Diez años después y hace sólo cinco, en abril de 2015, diversas notas periodísticas informaron de su acercamiento «al equipo de asesores en energía» de Mauricio Macri, así como su apoyo al PRO para «trabajar en la planificación integral y visión estratégica” del sector energético.
Como se aprecia fácil, y bien saben los jugadores de truco, un as de bastos no siempre es carta ganadora. Sin embargo, justo cuando nuestro gobierno necesita unidad y consolidación para la ingente tarea que tiene por delante y más allá de las decisiones que impone la pandemia, resulta una carta fuerte en contra de los intereses nacionales. Por eso es inconcebible que el señor Carlos Manuel Bastos haya sido designado esta semana para integrar el directorio de la empresa de gas Metrogas, dependiente de YPF (que tiene el 70% de sus acciones) y noticia que pasó de noche, se diría, porque todos los anuncios y medios subrayaron la presencia en ese directorio de cinco mujeres…
Sea por improbable ingenuidad de sus padrinos, para decirlo suave, o por impulso de influyentes, operadores y lobbistas, lo cierto es que personajes de esta naturaleza siempre logran introducirse en el poder, y sobre todo en los gobiernos peronistas, que suelen ser tan laxos porque siguen pagando culpas de otras generaciones, sin advertir que el mismo Perón hubiera despreciado cierta obsesión por presentarse con buenos modales y nombrando funcionarios inexplicables. Y ni digamos Evita, militante y maestra del desprecio a lo que definía como antipatria.
Todo eso, y mucho más, concurre a cuestionar nombramientos inconcebibles de los que está sobrado, más de lo que el buen tino aconsejaría, el gobierno nacional y popular. Desde luego uno presume que Alberto no puede estar en todo y que Cristina se ocupa de otras gestiones. Pero lo que no se explica, no se explica. Y el daño que causan a la larga ciertos ubicuos todo-servicio es incalculable. Porque ellos sí saben que el as de bastos, en el truco, no es una carta infalible pero siempre es mejor tenerla. Y gobierno tras gobierno, parece que la tienen.
Personajes oscuros ocupando sillas en gobiernos peronistas nunca son novedad. Todos/as lo sabemos y el problema no es que sucedan, sino que no se corrijan. Convendría, por eso, encender las alertas y cambiar lo necesario.
(fuente: Diario Junio)