Tras permanecer casi 6 meses en prisión Leandro Antonio Alen, el 29 de diciembre de 1853 es trasladado a Plaza de Mayo (por entonces Plaza Monserrat) junto a otros prisioneros para ser ejecutado.
La siguiente es una descripción de la ejecución realizada por el fallecido historiador radical Félix Luna:
Cuitiño se muestra altanero, cambiando insulto por insulto, mirando de frente, como cuando era el jefe de policía del Restaurador. Leandro Antonio está quebrado, al borde del desmayo o de uno de esos traidores ataques que tanto lo habían perturbado en su vida. Colocan los banquillos cerca del foso, frente a la calle sucio y sin empedrado. Un oficial da órdenes a un pelotón desaliñado con tono monocorde, como si lo trágico fuero banal en esa Buenos Aires de mediados de siglo. Preparen, apunten, fuego: las armas se descargan sobre los pechos de los condenados, la sangre se mezcla en la tierra seca de la plaza.
El cuerpo de Alen es colgado en la horca para las cuatro horas de exposición pública que ordenaba la sentencia judicial.
Su hijo de 11 años, Leandro Alen, observa todo desde la plaza. Ese recuerdo lo perseguirá por el resto de su vida y lo llevará a cambiar la última letra de su apellido, pasándose a llamar Leandro Alem.
Luego de la muerte de Alen, solo sobrevivirán –en la pobreza– sus hijos Leandro y Lucio, sus hijas Marcelina, Luisa y Tomasa, y su esposa, que desde ese momento se dedicará a fabricar pasteles para mantener a lo que había quedado de la familia
(FUENTE: El Historiador. Chavéz, Fermín. Historia de Rosas y la Federación. Buenos Aires)
Extraído del muro de Néstor Ruben Bourband
Publicado por la revista La Ciudad el 29/12/2019