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El 28 de abril de 1858 nace Martiniano Leguizamón

 

Martiniano Leguizamon, notable poeta, narrador, dramaturgo, ensayista, periodista, historiador y crítico literario entrerriano, nace en Rosario del Tala el 28 de abril de 1858.

Era hijo del coronel Martiniano Leguizamón, que sirvió a las órdenes de Justo José de Urquiza, y de doña Paula Rodríguez, emparentada con Francisco Ramírez. Nació en Rosario del Tala, y se crio en el medio rural, en la estancia familiar de Rincón del Calá.

Fue hermano de otros dos personajes notables: Honorio Leguizamón y Onésimo Leguizamón.

Cursó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Concepción del Uruguay donde inició una perdurable amistad con Fray Mocho.  En 1877, a raíz de la supresión de las becas a estudiantes, funda, con varios compañeros, la sociedad educacionista “La Fraternidad”, que subsiste hasta nuestros días.

Ya como estudiante se distinguió en escarceos poéticos, y a los veinte años hizo que una compañía de teatro le estrenara Los apuros de un sábado, balbuceo escénico que antecede a la obra teatral que le dio fama: Calandria, que narra la historia de un gaucho revoltoso que finalmente acepta las obligaciones del trabajo. Sin embargo, pese a su interés como autor dramático, su labor resulta muy limitada.

Dedicó su vida a la enseñanza y llegó a presidir el Consejo Escolar y la Sociedad Argentina de Autores; viajó por Sudamérica y Europa, pero permaneció en espíritu apegado al terruño, en el que se funden sus reminiscencias románticas: más que un escritor hispanoamericano en el amplio sentido del vocablo, resulta un escritor regional que se distingue especialmente en la descripción de la vida del campo.

Contrario a las innovaciones europeizantes que marcaron el quehacer literario de gran parte de sus contemporáneos (y, muy especialmente, a los excesos modernistas), dejó un interesante legado creativo, crítico y ensayístico caracterizado por su defensa de la literatura criollista, su señalado acento nacionalista y su elogio e idealización de la sociedad rural argentina, encarnada en la figura paradigmática del gaucho.

Partiendo de unos claros modelos literarios impuestos por algunas de las obras más representativas de la tradición gauchesca argentina (como La cautiva, de Esteban Echeverría; Facundo, de Domingo Faustino Sarmiento; o las composiciones líricas del poeta Bartolomé Hidalgo), Martiniano P. Leguizamón se centró únicamente en el ámbito rural de su nación para revisar profundamente (a través de la amplia gama de géneros literarios que cultivó su apasionada pluma) la figura del gaucho, en un intento de crear a su vez una dimensión mítica de este arquetipo que le liberase de las diferentes versiones e interpretaciones a las que le habían reducido tanto la tradición popular como la literatura culta.

Como oculto trasfondo de todo ello, late el deseo ferviente de Leguizamón de restaurar una serie de costumbres y valores nativos que, en su opinión, sirven para caracterizar la auténtica identidad nacional argentina, frente a las ideas de progreso y la masiva inmigración europea que, por aquellos años, penetraban en el país austral. Y aunque era cierto que, en la sociedad real argentina, ya estaban desapareciendo esos valores antañones y las figuras gauchescas que los encarnaban, resulta curioso comprobar que Leguizamón no estuvo sólo frente al proceso de modernización experimentado por su país, habida cuenta de que otros autores tan destacados como Joaquín Víctor González, Ricardo Rojas, Roberto J. Payró, Alberto Gerchunoff y el mismísimo Leopoldo Lugones emprendieron, en diferentes etapas de sus respectivas obras, una tarea similar a la del ilustre polígrafo de Entre Ríos, al que elogiaron en no pocas ocasiones.

Entre las obras más célebres de Martiniano P. Leguizamón, sobresale la égloga teatral titulada Calandria (1898), puesta en escena por los hermanos Podestá en medio de un clamoroso éxito de crítica y público que, con más o menos altibajos, se mantuvo a lo largo de todo el siglo XX. Además, Leguizamón triunfó también con la novela histórica titulada Montaraz (1900), a la que siguieron otras publicaciones suyas como Alma nativa (1906), De cepa criolla (1908), Páginas argentinas (1911), La casa natal de San Martín (1915), La cinta colorada (1916), El gaucho (1917), Rasgos de la vida del general UrquizaEl ocaso del dictador y la obra póstuma titulada La cuna del gaucho (1935).

Martiniano Leguizamón falleció el 26 de marzo de 1935 y sus restos se encuentran en el cementerio de La Recoleta.

Transcribimos fragmentos de una nota aparecida en 1958, en la revista Blanco y Negro, bajo el título “El centenario de Martiniano Leguizamón”, escrita por Bernardo Verbitsky.

“Se ha recordado con artículos, y con discursos en sucesivos actos público —el último se realizó en la SADE en los primeros días de agosto— el centenario de Martiniano Leguizamón, nacido el 28 de abril de 1858.

Se ha honrado su memoria pero lo que resulta imposible es encontrar sus libros. Están agotados desde hace muchos años y salvo, dos, Recuerdos de la tierra y Montaraz, reeditados no hace mucho, los demás títulos que forman sus obras completas son hoy la obsesión de quienes procuran reunir material de literatura argentina, desaparecido de la circulación.

Sus libros se han convertido así en piezas raras más al alcance de coleccionistas que de primeros lectores. Sin embargo Leguizamón no es un fósil de nuestra literatura, y buena parte de su obra mantiene su vitalidad.

Esto se demostró hace unas dos décadas al volver a representarse Calandria en el Teatro Cervantes. Exhumada unos cuarenta años después de su estreno, que fue en 1896, lejos de ser una curiosidad histórica resultó un éxito de público. Era interesante ese triunfo póstumo de un autor cuya primera obra era de 1877 (…)

También la novela Montaraz es obra aún viva. Se publicó en 1900, una fecha que nos parece increíblemente remota justamente por esa inexistencia de una tradición. La lectura de Montaraz depara la sorpresa de su modernidad.

Leguizamón evoca lejanos acontecimientos de la historia de su Entre Ríos y lo hace con garra de novelista actual. La estructura y el estilo son de hoy.

Mas que describir o relatar hace vivir los hechos a través de personajes que en el ritmo de sus acciones nos traen el eco de un tiempo heroico, argentino y americano, que así se salva en el testimonio artístico, y no el meramente documental.

(Blanco y Negro, Nº 8, noviembre de 1958, pág. 76)

Fuente: http://www.mcnbiografias.com, /https://www.biografiasyvidas.com/ -Wikipedia – Archivo General de Entre Ríos – Secretaría de Cultura.

Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 28/4/2020

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