por Martín H. Oliva –
En nuestro país, el 27 de septiembre se conmemora el Día Nacional de la Conciencia Ambiental, en recuerdo a las personas fallecidas por un escape de cianuro de hidrógeno, acaecido en Avellaneda (provincia de Buenos Aires) hace ya tres décadas, en el año 1993.
Este año, por otra parte, se cumplió medio siglo de la muerte del líder político más importante de la Argentina en el siglo XX, el general Juan Domingo Perón, presidente constitucional en tres ocasiones. Y un aspecto habitualmente poco recordado de su pensamiento, y por lo tanto de su legado, tiene que ver con su clarividente mirada respecto del problema ambiental.
Para ello, creo necesaria (y humildemente quiero recomendar públicamente) la lectura de un documento imprescindible: su “Mensaje Ambiental a los Pueblos y Gobiernos del Mundo”, fechado en 1972.
De todos los textos surgidos de la pluma o del verbo de Perón, es probablemente el menos conocido y el menos leído. Y eso explica, en parte, la falta de conciencia sobre la problemática de gran parte de la dirigencia de nuestro país —no solo la dirigencia partidaria, sino en todas las actividades, con distinguidas excepciones, por supuesto. Es urgente, es más, es vital para nuestra supervivencia, revertir ese desconocimiento y, por ende, modificar esa falta de conciencia alarmante.
En especial en Entre Ríos, en un momento en que los más recientes informes científicos refieren el riesgo enorme que entraña para nuestra región el incremento incesante del cambio climático, a esta altura irreversible pese a las advertencias que desde hace décadas realizan quienes desde la ciencia investigan estas temáticas.
Decía Perón en febrero de 1972, hace ya más de medio siglo: “ha llegado la hora en que todos los pueblos y gobiernos del mundo cobren conciencia de la marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la biosfera, la dilapidación de los recursos naturales, el crecimiento sin freno de la población y la sobre-estimación de la tecnología, y la necesidad de invertir de inmediato la dirección de esta marcha, a través de una acción mancomunada internacional”.
Su mensaje completo, insisto, es de urgente lectura. La claridad y actualidad de sus conceptos asombra a quien se acerca a leerlo: “el ser humano ya no puede ser concebido independientemente del medio ambiente que él mismo ha creado. Ya es una poderosa fuerza biológica, y si continúa destruyendo los recursos vitales que le brinda la Tierra, sólo puede esperar verdaderas catástrofes sociales para las próximas décadas”, dice allí el estadista.
Más adelante describe a las “mal llamadas ‘sociedades de consumo’” como “sistemas de despilfarro masivo”, basadas en “la producción de bienes innecesarios o superfluos y entre estos, a los que deberían ser de consumo duradero, con toda intención se les asigna cierta vida porque la renovación produce utilidades”, señalando que “no menos grave resulta el hecho de que los sistemas sociales de despilfarro de los países tecnológicamente más avanzados funcionan mediante el consumo de ingentes recursos naturales aportados por el Tercer Mundo”, con lo cual el problema “es paradójicamente doble: algunas clases sociales -las de los países de baja tecnología en particular- sufren los efectos del hambre, el analfabetismo y las enfermedades, pero al mismo tiempo las clases sociales y los países que asientan su exceso de consumo en el sufrimiento de los primeros, tampoco están racionalmente alimentados, ni gozan de una auténtica cultura o de una vida espiritual o físicamente sana. Se debaten en medio de la ansiedad y del tedio y los vicios que produce el ocio mal empleado”.
Sus proféticas palabras concluyen marcando que “la lucha contra la contaminación del ambiente y la biosfera, contra el despilfarro de los recursos naturales, el ruido y el hacinamiento de las ciudades, debe iniciarse ya a nivel municipal, nacional e internacional”.
Este llamado a la acción urgente en todos los niveles tiene en lo local un eje fundamental para su efecto multiplicador a gran escala. Por ello en Concepción del Uruguay durante 2022 logramos poner en funcionamiento el nuevo relleno sanitario y la planta de clasificación y separación de Residuos Sólidos Urbanos (RSU) en un terreno adquirido como propiedad de la
Municipalidad. Asimismo, generamos el primer inventario de humedales, ecosistemas con características particulares que son fundamentales para la vida y la comunidad. También el día 21 de noviembre de 2023 concretamos un gran anhelo al llevar a cabo la licitación de la futura planta de tratamiento de líquidos cloacales por la cual podremos avanzar en el saneamiento de las costas del Río Uruguay y contribuir a mejorar la calidad de vida de la población.
Perón ya nos decía que “cada gobierno tiene la obligación de exigir a sus ciudadanos el cuidado y utilización racional de los mismos”, fue justamente este el espíritu que perseguimos con el trabajo mancomunado de más de 250 personas, entre expertos, profesionales y representantes de las diferentes instituciones de la sociedad civil uruguayense que, a través de un espacio de consensos plurales, permitieron elaborar el proyecto preliminar del nuevo Código de Ordenamiento Territorial y Ambiental (COTA) aprobado luego por el Honorable Concejo Deliberante local con el objetivo de establecer límites a la explotación de los recursos naturales en pos de la “supervivencia colectiva”, tal como nos mencionara el propio Perón en este documento.
“Ya”, reclamaba Perón, medio siglo atrás. E instaba a incluirlos “con carácter de primera prioridad” en “la agenda de las negociaciones entre las grandes potencias y a la vida permanente de las Naciones Unidas”, porque “este, en su conjunto, no es un problema más de la humanidad; es el problema”.
Por ello, quienes tenemos responsabilidades institucionales en la actualidad debemos estar a la altura del desafío que el General Perón nos planteara con impresionante claridad en ese mensaje. La justicia social implica necesariamente la justicia socio-ambiental. De ello depende ya no solo el futuro de las próximas generaciones, sino el propio presente.
Martín H. Oliva