Cuando nuestro hijo inicia la etapa de la adolescencia, podemos vernos sumergidos en un “mar” de pensamientos del estilo:
“Mi hijo antes disfrutaba pasar mucho tiempo con nosotros y ahora prefiere pasar más tiempo fuera de casa; todo lo que le decimos le parece absurdo y es motivo de discusión».
«No sé lo que le está pasando, pareciera que me cambiaron a mi hijo!”
Estos interrogatorios que nos hacemos, entre otros tantos más, hacen que muchas veces no sepamos como “surfear” las olas de este mar, sintiéndonos confundidos, molestos con ellos, y teniendo una visión “negativa” de adolescencia, entendiéndola a está como una etapa “molesta” y preocupante que solo hay que sobrellevar.
Cuando tenemos esta mirada, no podemos ver con claridad los cambios significativos que se dan durante este período que son claves para el desarrollo y la construcción de la identidad de nuestro hijo. Y así como muchas veces, nos arrimamos a la orilla para contemplar las olas que nos regala el mar, es importante hasta incluso necesario poder “detenernos” a apreciar cuales son estas “olas” de cambios que atraviesa nuestro hijo para poder acompañarlo y guiarlo de la manera más óptima y sana posible en esta etapa tan importante de su vida.
Se podría decir que vivir con un adolescente, es vivir en el cambio: cuando nuestro hijo inicia la pubertad, sus cambios alteran nuestras vidas “rutinarias”, sintiendo que todo el “orden” y organización de nuestra vida familiar sea ha vuelto un “caos”. Y si bien convivir con un hijo adolescente puede ser difícil de entender, donde muchas cosas que se dan en este etapa son nuevas, hasta incluso desconcertantes para nosotros, es importante entender la adolescencia no como una fase que tenemos que “soportar”. Nuestros hijo adolescente no tiene que limitarse a “sobrevivir” a la adolescencia; puede desarrollarse gracias a este importante periodo de su vida. Y para que puedan transitar esta etapa de manera óptima y saludable en compañía nuestra, es necesario que nosotros, conozcamos cuales son estos cambios por los cuales atraviesa y derribar algunos mitos que existen en torno a esta etapa.
La pubertad conlleva marcados cambios físicos, mentales y emocionales. La naturaleza de los vínculos que mantienen los adolescentes con sus padres como figuras de apego cambia, y los amigos cobran mayor importancia en este periodo.
Durante esta etapa, nuestro hijo adolescente necesita separarse física y emocionalmente de nosotros para descubrir su individualidad. Cuando tendemos a describir sus comportamientos como “rebeldes” por llevarnos la contra por ejemplo en nuestra manera de pensar, en realidad, es importante entenderlos como parte del proceso de búsqueda hacia sus propios valores, sus propios gustos y finalmente sus propios caminos. Pero en relación a esto, es importante derribar el mito de creer que el crecimiento durante la adolescencia requiere de pasar de la dependencia de los adultos a una total independencia de ellos. Aunque es cierto que existe un impulso natural y necesario hacia la independencia de nosotros, los adolescentes se siguen beneficiando de la relación con los adultos, necesitando su guía y contención en este proceso de transformación. Se podría decir que el cambio sano hacia la madurez se hace a través de la interdependencia y no de un aislamiento total, bajo el lema “hazlo vos solo”. En ese sentido, nuestra presencia y acompañamiento, resultará fundamental para que nuestro hijo pueda de forma paulatina ir adentrándose en el camino hacia la vida adulta, siendo responsable de sus acciones y actuando en consecuencia.
Los cambios físicos que transitan durante esta etapa, van acompañados de cambios emocionales, esto se debe a que las hormonas, al mismo tiempo que transforman el cuerpo del adolescente, alteran y cambian su estado emocional. Se podría escribir este último estado como una “montaña rusa de emociones”: por momentos sienten adrenalina e entusiasmo por animarse a transitar experiencias nuevas, pero por otros momentos, pueden llegar a sentirse vulnerables ante la incertidumbre que les genera los cambios que experimentan. Pueden pasar de estar tranquilos, contentos y seguros a en unos minutos pasar a sentirse mal humorados, frustrados o furiosos. Comprender estos altibajos emocionales como producto de los diversos cambios que están transitando, nos va a permitir acompañarlos desde un lugar de empatía, entendiendo, que todos hemos sido alguna vez adolescentes y lejos de querer convivir en un ambiente hostil y conflictivo, ellos necesitan que nosotros estemos a su lado, escuchándolos, acompañándolos y conteniéndolos en esta etapa tan significativa de su vida.
Psicóloga infantil, y co-fundadora de JUEGOlogía, donde desde hace varios años equipan a profesionales de la salud y padres con herramientas lúdicas y terapéuticas para trabajar diferentes áreas cognitivas, emocionales y sociales en niños.
Fuente: Ámbito
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 1/11/2021