Por Belén Zavallo –
“Leer no era encerrarse, era salir al campo y estar en medio de todo también con los libros.” Claudio Puntel, Fray Mocho cuento última edición
El viernes 25 de octubre, supe por un amigo que el ganador del Fray Mocho era Claudio Puntel. Lo conocés, me dijo. Claro, el gremialista, respondí.
No sabía que escribía literatura, no imaginaba que entre los manifiestos que proclama siempre con una poderosa voz en primera persona del plural, ese nosotros los docentes que luchamos y creemos en la educación pese a todo, le dejaría tiempo (y ganas) para la ficción. Eso pensé y escribi un tuit en la red social que ahora se llama X “Qué bien Puntel ganando el Fray Mocho. Ojalá un cuento se llame Paro y movilización”. No era burla, era la graciosa realidad plantando frente a escenario del estado provincial y sus funcionarios culturales, en esta reducción de presupuesto y de propuestas, la apertura de un sobre que contenía una sorpresa, un chiste, el sarcasmo de que no es posible olvidarse del conflicto docente ni aún cuando se quiere hacerlo.
Vengo de una familia de maestras: mi vieja, mi hermana. Dice Claudio Puntel, ahora sentado frente a mí, tomando una soda. Es la primera vez que entro a este bar, estamos en el emblemático de la esquina de 25 de mayo y San Martín, al que yo suponía que todos los que estamos en Paraná conocemos.
Claudio es maestro y escribe “gracias al mundial de escritura”, me alegra escuchar eso, soy una mundialista también alentada por Santiago Llach desde hace años. Ahora está en el taller de Sebastián García Uldry “aunque la primera persona no sea lo que más le gusta”. Los talleres lo entusiasman, cada quince días participa con su grupo y defiende el modo de hablar de sus personajes, a veces creen que exagera rasgos provincianos y él que es demasiado realista. Nuestra oralidad es una poética, pienso.
En Santo Tomé creció y fue gracias a su mamá que lo asoció a la Biblioteca Popular en su Corrientes natal que empezó “devorar libros”, le gusta Juan Rulfo, Francisco Madariaga, Juan L. Ortiz, Joaquín Gianuzzi, Gabriela Cabezón Cámara.
En 1989, vino a hacer la carrera de Comunicación social, ahí tuvo docentes que también de alguna manera lo inspiraron o alentaron, aún en esos gestos que no son para uno, pero que después empiezan a cobrar sentido. Nombra a Guillermo Alfieri y a Claudia Rosa. Le digo a Claudio que a partir de ahora tiene que fundarse su propio mito de iniciación, es la primera vez que habla con la prensa por este oficio silencioso, tiene cientos de notas por la actividad gremial. No la primera vez en este día, pero sí en esta última semana. Lo llaman para que cuente sobre su escritura, sobre el Puntel que escribe cuentos.
Hay una simpatía entre nosotros, que se genera inmediatamente. Lo he visto en las marchas a una distancia prudente, yo camino con mis amigos siempre. Con Claudio vienen los nombres que hemos conocido en las escuelas y en las marchas, Martín Tactagi, Nacho González Lowy, Andrés Borgetto, otros que decimos para reirnos, los que se pasaron al bando enemigo de la docencia, los puestos cómodos en el poder, la adhesión a la seducción de quien nos hunde. Cómo no hablar de esto pese a que nos distienda más pensar en estos cuentos que situó en un no-lugar, un tiempo fuera del tiempo pero aún lleno de pequeñas derrotas y victorias, de las que vinimos en el interior. Hace unos años funda Río bravo con amigos, un medio comunicacional en el que escribe algunas crónicas, en el que busca el vuelo poético. Antes de esto, hace memoria y recuerda una antología de los noventa con un poema seleccionado de él. Casi nada, yo no pensé que tenía algo para publicar nunca. Escribo y me gusta y a este material lo mandé al concurso porque me parecía que había quedado bien.
Había escrito cuentos pero cuando su pareja le dijo del concurso tenía menos de la mitad de las páginas que necesitaba, entonces diez días le bastaron para darle a fondo. Abrir la historia, conectar los personajes o su escenario. Y lo mandó, con ella, con esa mujer que nombre y lo hace sonreir.
Cuando anunciaron el premio no lo podía creer, tenía un mensaje del Ministro de trabajo felicitándome, eso es gracioso, le digo, es lo que corresponde, claro pero también insisto en que lo últimos Fray Mocho los obtuvieron escritores y poetas que son docentes, que sufren que se descalifique su tarea, que escriben aún pese a que nada los (nos) aliente. En este último tiempo la docencia entrerriana ha estado sosteniendo una lucha por salarios dignos y del otro lado esto se ha venido pateando, negociando, postergando, yo diría durmiendo. Hay una tensión que crece pero también hay cargadas en el gremio, le dicen, seguro una de las cláusulas era que vos ganaras el Fray Mocho.
Claudio está aún en estado de asombro, le encanta la sensación nueva de sentirse escritor pero quiere avanzar en la novela que le dieron ganas de escribir y que ya empezó. Está escribiendo, pensando en escribir, eso lo hace ser escritor, no el premio. Una historia sucede en el siglo XIX, en los apeaderos, en espacios inmensos donde nada sucede y un perro solamente orina un tronquito. Chorritodemeo se llama, se iama, dice él en correntino. En otra historia, un personaje vende hierbas, va casa por casa y cuando habla lo hace de una manera peculiar. Entonces entiendo que su sentido más agudo es el oído, y me agrega que también piensa mucho en los nombres. Los nombres son importantes. Nuestro ganador del Fray Mocho es Claudio Puntel, en este tiempo, en ésta época. Los nombres son importantes.
(Fuente: ahora.com.ar)