El universo del empleo precario es heterogéneo y va desde situaciones autoempleo informal hasta la evasión fiscal por parte de las empresas. La reforma que plantea el Gobierno llevará a la precarización del empleo formal porque el objetivo es desproteger.
El tema de la informalidad es parte inseparable en la discusión cotidiana y es una cuestión crítica que requiere ser corregida. El énfasis pasa especialmente por el eje del empleo sin protección de las leyes sociales: el empleo informal carece del respaldo de las leyes laborales, puede ser despedido sin indemnización y no goza de los beneficios de la cobertura por obra social ni tampoco aporta para su futura jubilación.
Pero hay un concepto asociado al no registro de la relación laboral que tiene otro sentido y alcance. Nos referimos al “sector informal”, un conjunto de actividades con una base técnica y organizativa precaria, en grados diversos y que subsiste en tal condición sin posibilidades de despegue hacia patrones más modernos.
Reunimos bajo esta designación casos tan disímiles como el cirujeo o cartoneo y la venta ambulante, los oficios urbanos de baja calificación y la agricultura minifundista de baja productividad. Algo característico de estos ámbitos es la reducida calificación de la fuerza de trabajo; se trata de actividades precarias que raramente permiten algo más que una subsistencia también precaria.
¿Hasta qué punto los sectores informales son los que albergan el empleo no registrado? En algunos discursos, pareciera hacerse una suerte de asociación automática entre ambos conceptos. Pero lo cierto es que se trata de cuestiones diferentes.
No registro e informalidad
En primer lugar, puede haber empleo no registrado en sectores totalmente formales en lo productivo; en este caso, correspondería hablar de evasión fiscal o previsional, y no de informalidad. Pero además, la incidencia de la precariedad en lo productivo encuentra diferente espacio en los sectores económicos.
Por ejemplo, no podemos esperar una presencia importante de precariedad en el sector de producción y distribución de electricidad y gas, o en la salud o la educación; pero sí habremos de encontrarla en sectores como comercio, transporte y determinados servicios urbanos.
Una vez que salimos de la noción de informalidad como solamente asociada a la existencia de empleo no registrado para ir a la más sustantiva noción de precariedad en lo productivo, el análisis se torna complejo a la vez en lo conceptual y en la operacionalización.
Tipificación
En un reciente trabajo, hemos ensayado una tipificación para la informalidad, atendiendo a tres aspectos del empleo: el sector productivo de pertenencia, categoría ocupacional (asalariado, cuentapropista, etc.) y nivel educativo, como aproximación al nivel de calificación.
Un propósito central es graduar la noción de informalidad (esquivando la simple opción formal/informal). La gradación se implementa a través de sistemas de puntajes.
Hemos adoptado como base los datos del Censo de Población de 2022, corregidos por información de empleo registrado. Preferimos esta fuente y no la Encuesta Permanente de Hogares por considerar que ésta última adolece de limitaciones importantes: la muestra es exigua (lo que reduce la confiabilidad cuando se desagregan los datos) y su cobertura no es para el total del país.
Consideramos además que existe un truncamiento importante en el universo encuestado, por lo que una parte considerable de sectores de altos ingresos no es contabilizada. Como indicación, en la Encuesta de Gasto de los Hogares de 2017-18, los niveles de motorización familiar se traducen en un parque automotor de 6,5 millones de unidades, cuando otras fuentes indican que este valor es superior a los 10 millones de unidades.
Esto indica que el universo de la ENGHO está omitiendo un número importante de hogares motorizados y es bien posible que ocurra lo propio con la Encuesta Permanente de Hogares. Se trata esperablemente de hogares de ingresos medios o altos.
Categorías
Definimos en el trabajo mencionado cinco grandes categorías:
*Informalidad dura: reúne los trabajadores no registrados de baja calificación, que sean de categoría ocupacional cuentapropistas, trabajadores familiares y de servicio doméstico y que trabajen en sectores donde se estima que la actividad informal tiene incidencia elevada.
*Informalidad atenuada: todos los trabajadores no registrados de baja calificación que actúen en sectores de alta presencia de precariedad productiva (todas las categorías ocupacionales), no comprendidos en la categoría de informalidad dura.
*Evasión previsional: trabajadores no registrados de mayor calificación en sectores con prevalencia de actividad productiva no precaria (todas las categorías ocupacionales).
*Formalidad-no asalariados: trabajadores registrados cuentapropistas y familiares de todos los sectores y calificaciones.
*Formalidad-asalariados: trabajadores registrados asalariados y patrones, de todos los sectores y calificaciones.

Los casos de estricta informalidad comprenden el 28% del total; a esto se agrega casi 12% de trabajadores que actúan en sectores modernos, pero sin cobertura previsional. De modo que el empleo no registrado totaliza el 40%.
Esta estratificación construye un cuadro más diversificado de lo planteado habitualmente y quizá menos dramático, y da asidero para pensar en políticas diferenciadas.
Evasión versus informalidad
Lo referido a evasión previsional es un tema vinculado a la existencia de operaciones en negro de empresas convencionales, y el no registro puede incluso estar más relacionado a evasión fiscal que a la mera desprotección laboral, y como tal debería ser encarado.
En el otro extremo, la informalidad dura corresponde a un segmento de trabajadores para los que puede resultar más que dificultoso insertarse en ámbitos más formalizados, por capacidades e historia laboral. Se demandan aquí políticas muy específicas y agresivas, en términos de registro laboral, protección y capacitación, además de lo referido a la temática de la evasión tributaria.
El estrato que hemos denominado informalidad atenuada constituye un conjunto (en realidad bastante heterogéneo en cuanto a las tipologías incluidas) donde la formalización puede presentar dificultades, pero quizá superables sin recurrir a intervenciones muy profundas.
Tendencia
Agregamos a esto dos datos de interés, referidos a la tendencia de la informalidad (o la formalidad) en el largo plazo.
El primero se refiere a la evolución del empleo asalariado registrado público y privado, entre 1996 y 2024. Se trata de un período largo, atravesado por fluctuaciones cíclicas importantes. Entre extremos, los datos censales indican que la Población Económicamente Activa (esto es, la población dispuesta a trabajar, tenga o no empleo) creció a una tasa anual de 1,8%; en cambio, el empleo formal público y privado, según los registros administrativos, lo hizo a una tasa anual de 2,44%.
El segundo indicador, más acotado pero también relevante, se refiere a la incidencia del empleo no registrado sobre el total del empleo asalariado. El Censo de Población de 1991 arroja una incidencia del empleo no registrado de 34,7%, mientras que en el Censo de 2022 esta incidencia es de 32,1%.
Estos indicadores (que deben tomarse con alguna cautela, por razones que exceden esta nota) dan base a dos constataciones de interés.
La primera es que pese a muchas afirmaciones en contrario, la incidencia del trabajo no registrado (“informal”) no tiende a crecer en el largo plazo, sino más bien a decrecer, o más realísticamente, a mantenerse estable.
La segunda constatación es que la cuestión del no registro del trabajo viene de muy lejos, y no debe ser asociada necesariamente a las reformas económicas que tuvieron lugar, particularmente en la década de 1990.
El “qué hacer” con la informalidad depende de la capacidad de la economía de generar empleo formal, tanto en término de generación de puestos de trabajo como de su cobertura. Y la solución pasa en buena parte por el crecimiento.
En una nota reciente para este diario, hemos señalado que en el ciclo de crecimiento 2005-2013 se creó empleo formal privado a un ritmo superior al del crecimiento del PIB. De manera que es de esperar que si esta tendencia se mantiene, el mero crecimiento – cuando se lo logre, algo no trivial para la Argentina – resuelva en parte esta cuestión.
Para la informalidad dura y la evasión, es menester aplicar estrategias específicas. Pero seguramente una reforma laboral con la orientación que pretende darle el gobierno, no contribuirá demasiado y más bien llevará a la precarización del empleo formal, porque el objetivo de fondo no es formalizar, sino desproteger.
(fuente: https://www.pagina12.com.ar/)