Por Susy Quinteros –
Analizar la problemática juvenil en la sociedad actual se torna sumamente difícil. La violencia fue, es y será una constante en todo el mundo. A partir de los cambios que se han generado en las conductas violentas de la sociedad en general y de los jóvenes en particular, la respuesta está en el grado de disconformidad que tienen los individuos relacionados con las expectativas de vida y la imposibilidad de alcanzar los objetivos deseados.
Históricamente, siempre se ha intentado encontrarle una explicación a la violencia, y desde un principio se sospechó que el papel de la herencia era fundamental. Se pensó que de padres criminales salían hijos violentos. Sin embargo esa teoría se dejó de lado. Como todos los comportamientos complejos del ser humano es un proceso biológico que empieza y termina en el cerebro como resultado de una interacción con el medio ambiente. En él se guarda la huella de nuestras experiencias a través del lenguaje químico y se registran en el sistema nervioso. En algunas ocasiones, ya sea en el trabajo, en la vida cotidiana o para defendernos necesitamos ser agresivos. Es larga la lista de factores que intervienen en un comportamiento violento: complicaciones en el nacimiento, hormonas, neurotransmisores, daño cerebral y los procesos educacionales entre otros. Cuantos más factores biológicos y culturales se combinen negativamente más altas son las probabilidades de que se desarrolle un comportamiento violento.
Debemos tener en cuenta que los adolescentes actuales son el emergente de una sociedad cada vez más agresiva e insegura. La puesta de límites es un verdadero desafío para los padres y las autoridades. La crisis de nuestra sociedad por situaciones de incertidumbre e inseguridad, por inestabilidad económica, se trasladan a las familias, unidad y sostén de nuestro bienestar.
En consecuencia aparecen conflictos conyugales y familiares, que provocan falta de comunicación, baja afectividad y rendimiento escolar y depresión, con la consecuente aparición de enfermedades que llevan a los niños y adolescentes a la consulta sicológica. Los elementos contenedores o factores protectores están en las familias y su entorno y en la toda la sociedad. Los comportamientos sociales cotidianos envían permanentes señales contradictorias y patológicas. La educación por su parte transita un camino lleno de enormes falencias, alejada del marco de contención de los niños y jóvenes. Si bien el origen de la violencia comienza en la familia, sigue luego en la escuela y finaliza en la sociedad. A veces, es difícil comprender el aumento de las conductas violentas porque son muchos los responsables. Hay normativas legales que fueron suscriptas por nuestro país referidas a los derechos del niño, sin embargo, entre nosotros, es cotidiana la violación de estos derechos. La pirámide debería tener desde la base fundamentos de sostén con verdaderas políticas que tiendan a mejorar las condiciones de vida de las personas sin distinciones ni desigualdades, con recursos que favorezcan la educación, la salud, la seguridad y la justicia.
Sq. Junio 2024