El edicto de Milán del año 313, concedió la libertad de culto a lo largo y ancho del Imperio Romano.
Con este edicto, los grandes beneficiados fueron los cristianos, quienes venían de padecer casi tres siglos de crueles persecuciones.
Desde entonces, los cristianos pudieron profesar pública y libremente su fe, comenzando a construir sus templos para celebrar la Santa Misa.
En este contexto, el emperador Constantino, otorgó al entonces Papa Melquíades, el Palacio de San Juan de Letrán, a fin de que el Sumo Pontífice pudiera tener su propia sede.
Inmediatamente se erige el gran templo sobre el monte Celio, el cual fue consagrado un 9 de noviembre del año 324, dedicándose al Salvador, es decir, a Nuestro Señor Jesucristo.
Este templo experimentó una gran reforma edilicia por el siglo XVI, pudiendo apreciarse en su pórtico un grabado sobre mármol, el que dice: «Omnium urbis, et orbis ecclesiarum mater et caput» (Madre y cabeza de todas las Iglesias del Mundo).
Este gran templo de 140 metros de longitud y 73 metros de ancho, fue sede de los Papas que se sucedieron entre el siglo IV y el siglo XIV, cuando el papado se trasladó a Aviñon, Francia.
También este templo, fue sede de cinco importantes concilios ecuménicos, desarrollados en los años: 1123, 1139, 1179, 1215 y entre los años 1512 al 1517. Otro de los importantes acontecimientos que tuvo lugar en el monte Celio, fue cuando en la jornada del 11 de febrero de 1929, la Santa Sede y el gobierno italiano acordaron destinar 44 hectáreas, a fin de dar origen al Estado del Vaticano.
El templo de la Inmaculada Concepción, filial de San Juan de Letrán. El 23 de noviembre de 1851, a instancias de Justo José de Urquiza, y gracias a las gestiones del Pbro. Miguel Vidal, la Santa Sede le confiere al templo de la Inmaculada Concepción de nuestra ciudad, el título de Filial de San Juan de Letrán.
Esta designación otorga grandes gracias espirituales a una comunidad. Por lo tanto, los fieles que ingresen al templo y recen con gran devoción, obtienen los mismos beneficios espirituales que en San Juan de Letrán, en Roma.
Este beneficio espiritual de nuestro querido templo de la Inmaculada Concepción, se vio coronado 129 años más tarde, cuando el Papa Juan Pablo II la designó con el título de Basílica Menor.