Además, que Argentina no pertenecía a Latinoamérica y menos al Tercer Mundo, cantinela del establishment eterno, estatus que por otra parte quebró la realidad con la crisis económico-social y política de finales del 2001, que acabó con la convertibilidad, esa que presumía que un peso era igual a un dólar y endeudó a este país de modo tal, que cayó en default igual del que ahora se busca salir y no con un pequeño costo.
Un estudio revela que de la población actual, el 44% desciende sobre todo de ancestros europeos, pero el resto -la mayoría-, tiene un linaje parcial o totalmente indígena. Así lo determinó el Servicio de Huellas Digitales Genéticas de la Universidad de Buenos Aires, a partir del análisis de casos en 11 provincias.
“Lo que queda al descubierto es que no somos tan europeos como creemos ser”, dice Daniel Corach, director del Servicio, profesor en la cátedra de Genética y Biología Molecular de la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA e investigador del Conicet (Consejo Nacional de Investigaciones).
A partir de 1992, y tomando muestras de ADN al azar de un total de 12 mil personas, los científicos pudieron ir tirando del hilo de la madeja de los genes, para reconstruir la historia de la población que vive en el país.
Querían saber cuánto había aportado la población originaria en la formación de la actual Argentina. Ahora, con el estudio terminado, parece que fue mucho.
El análisis implicó leer los códigos inscriptos en el ADN mitocondrial, que aportan todas las madres, y en el cromosoma Y, que sólo tienen los hombres y que les legan los padres. Y, que al no combinarse durante la unión para crear un nuevo ser, permanecen inalterables en las distintas generaciones.
La combinación de ambos datos dio que hubo cruzamiento y que en el 56% de los casos había un legado indígena en algún lugar del ADN. De este segmento de la población, sólo el 10% era amerindio puro, sin ningún componente europeo.
Todos los colores, todos
La sorpresa para Corach se explica así: “Se cree que las dos grandes matanzas de población aborigen terminaron con 30.000 personas. Se supone que había más población. Seguramente lo que sucedió es que ellos tuvieron descendencia que está presente todavía”.
El científico sostiene que “la muestra del estudio es representativa porque incluye a la población urbana, pero no sólo de la Capital Federal”, explica. “Si analizamos a la población de barrio Norte (una de las zonas más ricas de la Ciudad), nos dará un alto porcentaje de origen europeo”.
Ahora, Corach y compañía quieren averiguar cómo se movió esta población.
Otra cosa más. La mayoría de los argentinos piensa que en el país casi no existen descendientes de africanos, que los negros acá son cosa del pasado. En realidad, se calcula que hoy, los afrodescendientes en Argentina son entre 1.500.000 y 1.800.000, casi el 5% de la población total del país .
Esos fueron los resultados que obtuvo Laura Fegelman, una genetista argentina radicada en Oxford, EE.UU, al realizar un estudio.
Fueron los negros un componente muy importante en el Buenos Aires de mediados del siglo XIX. Las guerras de la Independencia, la que se libró contra Paraguay, las pestes, diezmaron pero no acabaron con lo afro en la sangre criolla.
¿ Por qué tanta dificultad para distinguir los amerindios o los negros?. Las mezclas entre español e indias han dado 23 colores de piel distintas. Las mezclas entre españoles y negra, 21. Entre negros e indias, 14. Los considerados mestizos secundarios, o sea, los entrecruzamientos sanguíneos entre los descendientes de las anteriores mezclas, 45.
Es muy posible que muchas de estas divisiones hayan dado colores de piel que fluctuaron entre las pieles de los padres respectivos, de acuerdo al grado de mezcla anterior de cada uno de ellos y por eso la adopción el término trigueño, para separar las evidencias manifiestas en los llamados mulatos, zambos, cholos, chinos, castizo cuatrialbo, coyote, coyote mestizo, chamizo, barnizo, puchuelo, tresalbo, torna atrás, tente en el aire, galfarro, salto atrás, zamabayo, lobo, cambujo, jarocho, gíbaro, etc.
(fuente: http://www.lr21.com.uy/ – publicación uruguaya)
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 30/1/2020