Por Rodolfo Oscar Negri –
Es muy fácil decir (o no decir) que se es tal o cual cosa, el tema es serlo realmente.
El 17 de Octubre es el día en que el peronismo, como parte de su liturgia, rememora la jornada histórica del Día de la Lealtad. Aquella jornada en que el pueblo argentino liberó al Coronel Perón, preso en Martín García, e inició un ciclo dentro de la historia argentina que todavía hoy está vigente.
Pero muchos son los que se reivindican como “peronistas” y sostienen posturas totalmente opuestas a lo que son sus principios y sus valores. Es bueno, dentro de cualquier movimiento, el tener diferentes voces, eso enriquece; pero hay límites donde -cruzados los mismos- se pasa de la innovación a la desvirtuación, desde el disenso a la traición.
Entonces ¿Qué es ser Peronista? ¿Es un sentimiento? ¿Una liturgia? ¿Un discurso? ¿Es estar con Cristina? ¿Con Moyano? ¿Con Massa?… Si bien no hay nadie que pueda arrogarse el privilegio de tener un “peronómetro” y decir quién es y quien no es, está claro que en nuestra Argentina existe un gran Movimiento Nacional y Popular desde sus raíces y que hay constantes en sus postulados políticos, económicos y sociales.
El Peronismo es parte de él y su continuidad histórica. No creo equivocarme si digo que el Peronismo es una filosofía de vida nacional, simple, práctica y popular; esencialmente cristiana y humanista, con brazos fundamentales que son la justicia social, la ayuda social y la protección y el amor por los más humildes.
Dando prioridad a los niños, a las personas discapacitadas y a los ancianos. Defendiendo la Vida, los Derechos Humanos y el Medio Ambiente por sobre la rentabilidad económica. Que –por otro lado- tiene postulados básicos que se definen en las tres Banderas: Justicia Social, Independencia Económica y Soberanía Política y en la Constitución de 1949.
El Peronismo se basa en un Estado organizado que es propietario y debe manejar los recursos estratégicos de la Nación, porque concibe al Estado como una comunidad que está sobre los intereses particulares, entendiendo que se debe dar el imperio de lo que nos es común, por sobre los intereses individuales.
Además, es su obligación proteger los derechos de cada persona en equilibrio con los de la comunidad, pero entendiendo que ésta está sobre aquellos. Por eso mismo es esencialmente popular y debe apoyar todo mecanismo institucional que posibilite o incentive la participación de la gente; sea en las decisiones políticas, en la designación de dirigentes o en cualquier otro rubro donde pueda darse válidamente, asimismo tiene la obligación de fomentar todo tipo de asociación popular que promueva el bienestar comunitario (Cooperativas, Mutuales, Clubes, Juntas Vecinales, sindicatos, etc.)
Por otro lado, cree en la Economía Social, poniendo el capital al servicio de la economía y la economía al servicio del bienestar social. Desde su esencia, el Peronismo busca deshacer todas las nuevas formas de dependencia, coloniaje y esclavitud en que ha sumido a la Argentina, la concentración económica, recuperando la capacidad de decisión nacional.
Para él, la política no es un fin, sino un medio para lograr la felicidad del pueblo y la grandeza de la Patria.
Asimismo, entiende al trabajo como derecho, porque crea la dignidad del Hombre, por eso asume como un deber defender el trabajo argentino, la creación de fuentes laborales, la defensa de las economías regionales, la promoción del afincamiento de las nuevas generaciones en sus lugares de origen a través del incentivo de la producción local, y todo otro medio que asegure el bienestar a cada trabajador.
Por eso, también, debe igualar las posibilidades de cada uno de los habitantes de la Nación para poder educarse y capacitarse a los efectos de prestar un servicio útil a sí mismo y a la comunidad, en la medida de sus talentos naturales, sus capacidades y premiando el esfuerzo.
El Peronismo anhela la Unidad Nacional, respeta a quienes opinan diferente, y es históricamente frentista: Un movimiento abierto a toda persona de buena voluntad que adhiera a los postulados señalados y que no puede ser víctima de discriminación de ningún tipo, ni burocracia alguna, que le impida sumarse al movimiento.
El Peronismo debe oponerse a toda política de círculo, acuerdos a espaldas de la gente o contubernio. El orden del peronismo es, primero la Patria, luego el movimiento y después los hombres. Hombres que, despojados de personalismos, sirvan a un proyecto de construcción colectiva. Que cualquier acción que se realice, debe cimentarse en los valores de Justicia, Equidad y Solidaridad; y que sus principios prácticos deben ser la austeridad, la transparencia y el sentido común.
Por otra parte, no concibe a la Argentina, sino como una parte inexorable de la Gran Nación Latinoamericana. También está claro que estos lineamientos son las guías que deben ser rectoras y que quien no cumple con estos postulados, puede pregonar ser lo que quiera, pero no es coherente ni con sus principios ni con su historia y está jugando “la propia”.
Los ladrones, si los hay, son doblemente traidores. No solo roban el dinero del Pueblo, sino que atentan -además- contra el Proyecto Nacional. En otras épocas se los hubiera fusilado por la espalda, por lo que representan. Hoy alcanzaría con que vayan a la cárcel.
Bien decía John W. Cooke que el Peronismo solo puede destruirse desde adentro y hemos vivido ya experiencias históricas que así lo demuestran, pero que –por suerte- no quedaron más que en intentos fallidos. Dirigentes cooptados por los poderes vinculados a las grandes corporaciones que asumen sus propios discursos e intentan confundir, segmentar, dividir y disgregar al Movimiento Nacional, otros -lisa y llanamente- están siendo juzgados.
El tema es que no los juzguen los medios monopólicos, sino la justicia. Una justicia que DEBE SER ecuánime, independiente y que lo debe hacer con las pruebas correspondientes.
Así como no hay países dependientes sin un sector social cómplice, suele ser cierto aquello que dice la canción cuando sentencia que “un traidor puede más que mil valientes”.
Así se asumió al neoliberalismo y a la destrucción del Estado, en los noventa con una fachada de Peronismo –con una caterva de dirigentes cómplices- y hoy nuevamente se pueden observar a sectores –otrora defensores de los trabajadores- asociados a lo peor de los intereses monopólicos. Nada nuevo bajo el sol.
Por eso, en los momentos de confusión, hay que recurrir al sabio simplismo que alguna vez esgrimió Evita: “cuando no veo las cosas claras, dicen que decía, solo me fijo que es lo que hace la Oligarquía. Lo correcto es lo contrario, porque ella jamás equivoca sus intereses”.
Nada mas claro para comprender la situación actual y no dejarse confundir por los bombardeos mediáticos.
El camino de Evita es el que no debemos abandonar si queremos tener un país, si deseamos construir -algún día- una Nación.
Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 14/10/2016