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Un gaucho entrerriano en las desoladas Islas Malvinas

 

 

por Rubén I. Bourlot   –    

Cuestionado por algunos historiadores, aunque afirmado en la memoria popular, el nombre de Antonio Rivero, unido al apelativo “gaucho”, es sinónimo de soberanía y resistencia al invasor. Un repaso de su actuación en las Islas Malvinas, en 1833, sirve de fundamento a los que lo consideran un patriota.

A cuatro décadas de la recuperación transitoria de las islas Malvinas, el heroico “gaucho” Antonio Rivero emerge como símbolo de la resistencia al invasor. Poco es lo que se sabe de este paisano que pasó a la historia como entrerriano. Inclusive algunos autores lo dieron como nacido en Concepción del Uruguay en la primera década del siglo XIX por un error de interpretación de un acta de nacimiento. Pero, curiosamente, lo cierto es que la tradición lo ubica en nuestra provincia y como ninguna otra lo reclama nos lo podemos apropiar.

La historia no solo se construye con documentos escritos. Los testimonios orales, las tradiciones y los mitos también constituyen valiosos aportes para interpretar el pasado.  A este recurso puede adjudicarse que haya sido conocido por el apelativo de “gaucho”, que seguramente le fue adjudicado con posterioridad, ya que en su época ese término no era habitual.

No obstante, la actuación de Antonio Rivero en 1833 contra el invasor inglés en Malvinas es negada en los dictámenes que oportunamente emitieron catedráticos de la Academia Nacional de la Historia, a quién consideraban un simple bandido rural.

Más precisamente en 1966, Ricardo Caillet Bois y Humberto Burziola dictaminaron que nuestro ‘panza verde’ no era ningún patriota; por el contrario, Rivero y el resto de peones sublevados actuaron así “molestos porque no se les pagaba debidamente por sus tareas”.

La fuente documental en la que se basaron los académicos fue la instrucción que se realizó con el objeto de procesar a Rivero por su rebelión cuando Gran Bretaña se apoderó de las Malvinas en 1833; es decir, las fuentes proporcionadas por el enemigo. De la misma surgiría que Rivero se habría alzado contra la patronal de la estancia donde trabajaba, cometiendo una serie de asesinatos y saqueos, motivado por la falta de pago de su sueldo. Ese mismo dictamen fue el que impidió que el actual puerto Argentino (Stanley para los ingleses) pasara a denominarse Rivero cuando las tropas argentinas recuperaron transitoriamente las islas el 2 de abril de 1982.

Historia y memoria

No es ocioso interpretar que el nombre Gaucho Rivero trasciende los anaqueles de las bibliotecas y los cenáculos de la historia oficial para pertenecer a la memoria popular en donde podemos auscultar los retumbos de una verdad también histórica. Como se ha dicho, la documentación escrita es escasa y parcial. En su mayoría se trata de cartas, informes y diarios de los protagonistas que fueron víctimas de la acción de Rivero y que no tuvieron la intención de otorgarle entidad de beligerante sino de simple delincuente. Pero de esa documentación, si leemos con atención, surge claramente que su actuación tuvo un carácter reivindicativo. Esta interpretación está avalada también por investigadores de prestigio como Martiniano Leguizamón Pondal o José Luis Muñoz Azpiri.

En efecto, Rivero era peón de una estancia de Luis Vernet en el momento de producirse la usurpación de las Malvinas por parte de Gran Bretaña, el 3 de enero de 1833. Instalados los ingleses reemplazaron la bandera argentina por la suya y se apoderan de todos los bienes, incluidas las propiedades de Vernet. Las relaciones entre los nuevos patrones y los peones (14 personas) desde el principio fueron tensas y la mecha que encendió el conflicto fue la negativa de la proveeduría, ahora en manos inglesas, de recibir los vales con que Vernet (que se había asociado a la fuerza de ocupación) pagaba los sueldos. Los ingleses exigían abonar en monedas de plata, algo imposible para esa peonada perdida en las turbas malvineras.

 

La rebelión

En la noche del 26 de agosto de 1833 estalló la rebelión que no se limitó a manifestarse ante los administradores de la estancia. Los conjurados se dirigieron hacia la comandancia situada en Puerto Soledad (hoy, Argentino) y en el camino se encontraron con el capataz Juan Simón que intentó resistirse y fue muerto por Rivero. También dieron muerte a otros tres miembros de la administración y el propietario de la proveeduría. Posteriormente tomaron la comandancia y sustituyeron la bandera inglesa por la azul y blanca. Los ingleses y franceses que habitaban el lugar (unos 17) huyeron y se refugiaron en los islotes cercanos. En tanto, Rivero y su grupo se hicieron fuertes y permanecieron en el lugar hasta el 10 de enero de 1834. Este hecho constituyó un verdadero acto de soberanía que sentó un precedente más en nuestro reclamo por el territorio irredento.

Fuente: El Diario

Esta nota fue publicada por la revista La Ciudad el 30/4/2022

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