La humanidad ha pasado por diversos sistemas políticos y económicos, desde el feudalismo medieval hasta el capitalismo moderno. Hoy, las grandes corporaciones tecnológicas están abriendo paso a una nueva organización social y económica: el tecno-feudalismo.
Este concepto describe un sistema en el que el poder y los recursos se concentran en unas pocas empresas tecnológicas. Así como en la Edad Media el poder estaba en manos de los señores feudales que controlaban la tierra, ahora el control lo ejercen corporaciones que dominan los datos y las infraestructuras digitales. Empresas como Amazon, Google, Facebook, Apple y Microsoft gestionan casi todos los aspectos de nuestra vida, desde las interacciones sociales hasta las decisiones de consumo y políticas. Estas plataformas se convierten en intermediarios de casi todas nuestras actividades digitales: búsqueda de información, compras, trabajo, etc.
Lo más preocupante es que, al igual que en el feudalismo, los usuarios –los “siervos digitales”–, no reciben compensación justa por el valor que generan. A cambio de utilizar estos servicios, entregamos nuestra privacidad y decisiones personales, que luego son explotadas para generar enormes ganancias para estas corporaciones. En el tecno-feudalismo, somos como los campesinos medievales, pero sin derechos sobre los frutos de nuestro trabajo.
Esta concentración está creando una creciente desigualdad, ya que las corporaciones monopolizan el control de la economía digital, mientras los usuarios se limitan a consumir servicios y generar datos. Yanis Varoufakis señala que la digitalización ha creado nuevas formas de explotación. Advierte sobre el peligro del capitalismo de plataformas, donde las corporaciones no solo monopolizan los mercados, sino que también explotan la información generada por los usuarios, sin ofrecerles una compensación proporcional.
Cada vez más, nuestras decisiones son mediadas por algoritmos que no solo determinan qué información recibimos, sino cómo percibimos el mundo. Curtis Yarvin argumenta que esta concentración de poder podría dar paso a un sistema pos-democrático, donde la soberanía de los ciudadanos sea reemplazada por el control privado de la información y la sociedad.
El tecno-feudalismo no solo genera desigualdad económica, sino que también amenaza los cimientos de la democracia. Así como los señores feudales controlaban las tierras y a los siervos, las plataformas tecnológicas tienen poder absoluto sobre la opinión pública y la política mediante la manipulación de la información. Como indica Varoufakis, el control de la información es ahora tan valioso como lo fue la tierra en la Edad Media. Plataformas como Meta (Facebook) y Google ejercen un poder casi absoluto sobre lo que las personas ven, leen y comparten, lo que pone en duda la compatibilidad de este sistema con una democracia saludable.
A pesar de los avances tecnológicos, la promesa de un progreso democrático parece cada vez más lejana. Desde la Revolución Francesa hasta la caída del Muro de Berlín, la humanidad avanzó hacia un mundo más justo. Sin embargo, hoy la concentración del poder digital está erosionando los principios democráticos. La pregunta fundamental sigue siendo la misma: ¿quién controla los recursos? En la Edad Media eran las tierras; hoy son los datos. Si no tomamos decisiones políticas ahora, el tecno-feudalismo podría convertirse en una tragedia, llevándonos a mirar atrás con nostalgia por un sistema que alguna vez estuvo basado en el equilibrio y la justicia social.
(fuente: https://www.perfil.com/)
Colaboración de Hugo «Cacha» Boiero