Es el porcentaje más bajo desde el ciclo 206/17. En tanto, la superficie sembrada con estos cultivos creció apenas 2% respecto de 2022/23.
La superficie con cultivos de servicios en 2023/24 fue de 453.000 hectáreas, esto es un 2% de la superficie apenas mayor que la campaña anterior, mientras que el porcentaje de productores que realizan esta práctica fue 11%, el valor más bajo desde la campaña 2016/17, cuya métrica alcanzo el 9%. Así lo señala un relevamiento de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA) que advierte que es necesario “seguir fomentando esta práctica que conlleva a incrementar la productividad y retomar los valores alcanzados entre 2019 y 2022″.
En su relevamiento de tecnología agrícola aplicada, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, puntualiza que el porcentaje más alto de productores que efectuaron esta práctica en el ciclo agrícola 2023/24 se registró en la zona del sur de Córdoba (30%), por encima del NOA (15%), mientras que los valores mínimos se observaron en la zona Núcleo. En tanto, las mayores caídas respecto de la campaña anterior, se verificaron en el Centro Norte de Córdoba y Centro Este de Entre Ríos.
El sur de Córdoba, lidera
En la campaña 2023/24, se destinaron 453.000 hectáreas para la siembra de cultivos de servicios, alcanzando un valor similar en comparación a la campaña anterior. Al igual que ocurre con el caso del número de productores, en la campaña 2022/23, la disminución en superficie sembrada se debió en parte a la sequía que afectó la incorporación de esta práctica de manejo, teniendo efectos también sobre la campaña 2023/24, indica el informe elaborado por la BCBA. Cabe mencionar que, si bien los cultivos de cobertura evitan pérdidas de agua del suelo mediante menor escurrimiento y evaporación, necesitan el consumo hídrico para elaborar materia seca.
En las regiones del NOA y NEA, el cultivo de cobertura predominante es el trigo. En tanto, la zona con mayor superficie sembrada de cultivos de cobertura fue, al igual que desde la campaña 2019/20, el sur de Córdoba. Dentro de esta zona también se encuentra el mayor porcentaje de productores.
Por otro lado, las regiones con menor superficie sembrada con este tipo de cultivos fueron Norte de Santa Fe y Centro Este de Entre Ríos.
Las gramíneas son las más utilizadas
En cuanto a la evolución de la proporción de cultivos de servicios más utilizados en las últimas cinco campañas agrícolas, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, detalla que las gramíneas representan el grupo de mayor proporción desde 2019/20 hasta la campaña 2021/22, que se retomó en la campaña 2023/24. Durante esos cuatro ciclos agrícolas, del total de hectáreas con cultivos de cobertura, entre el 50% y 72% del total fueron seguidas por soja.
En tanto, en la campaña 2022/23, las leguminosas alcanzaron un valor del 48% donde la especie más utilizada fue vicia, un cultivo que posee la característica de fijar nitrógeno y se emplea principalmente como cultivo siguiente. En esa campaña el 73% de los cultivos de cobertura tuvieron como destino maíz.
En cuanto al ciclo agrícola 2023/24, el maíz ocupó un 36% del área sembrada con cultivos de servicios, mientras que en la campaña anterior el valor fue de 73%. Esto va acompañado de cultivos antecesores de la familia de las leguminosas, como vicia, que pueden lograr un aporte estimativo de unos 100 kg de Nitrógeno por hectárea, explican desde la BCBA. Y agregan que, por otro lado, aumentó el uso de cultivo antecesor en soja pasando de un 8 a 50%, y por ende el uso de gramíneas en la rotación, como por ejemplo centeno.
¿Para qué se utilizan los cultivos de servicios?
Los cultivos de servicios son especies vegetales que se establecen entre dos cultivos, no son pastoreados, incorporados, ni cosechados, quedando en superficie protegiendo al suelo y liberando nutrientes como resultado de procesos de degradación de la biomasa aérea y radicular.
Entre sus funciones se destacan la mejora de la fertilidad del suelo mediante el aporte de materia orgánica, la fijación biológica de nitrógeno y la reducción de la lixiviación de nutrientes. Además, mejora la distribución del agua al aumentar la macroporosidad, disminuye la erosión hídrica al evitar el escurrimiento, incrementa el almacenaje de agua mediante una menor evaporación y drenaje, y contribuye al control de malezas y plagas.
Entre los posibles aspectos negativos se destacan el costo de implementación y la falta de conocimiento en su manejo. Esto último se relaciona con la elección de las fechas de siembra, el tiempo y método de desecación y la interferencia en el uso del agua, lo cual podría afectar la implantación del cultivo posterior o comprometer su rendimiento.