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Sin perder su esencia, la comunidad indígena Guaraní Yasy Porá se adapta a los cambios

La Comunidad Yasi Porá, uno de los cuatro asentamientos indígenas que habitan Puerto Iguazú, en convivencia con el turismo de la provincia de Misiones, no ha registrado casos de Covid 19 pese a la pandemia que modificó la vida de la población.

Forman parte de la población Mbya Guaraní, que ronda entre 10.800 y 11.000 habitantes, con 127 comunidades conformadas en toda la provincia de Misiones, según el censo oficial del Gobierno misionero.

Viven en un predio de algo más de 600 hectáreas de la denominada Selva Iryapú (Sonido del agua) que es una reserva provincial sobre el Rio Iguazú y a 15 kilómetros del Parque Nacional, y que comparten con otras comunidades, Iryapú, Ttá Poty y Tupá Mbae.

La comunidad Yasy Porá está conformada por 75 familias, unas 260 personas, que viven en su mayoría en chozas de madera, aunque también hay algunas de material, pero contando con televisión satelital en gran parte de ellas, agua potable producto de una perforación con la cual abastecen un tanque, desde el cual han tendido un sistema de distribución por mangueras que llega a casi todas las familias.

«Pudimos concretar esta perforación y con ella logramos abastecer a un buen parte de la comunidad, pero desde que la hicimos la comunidad creció y se fue ampliando el radio de ubicación de viviendas, por lo que ahora necesitamos otra perforación para alimentar exclusivamente a la Escuela y de esa manera poder utilizar esta para el resto de la comunidad», comenta Santiago, quién oficia de guía durante la recorrida realizada por Télam dentro de la Comunidad.

Los mbyá hablan el idioma mbyá o ayvú, que difiere del guaraní criollo, tanto en la fonética como en la morfosintaxis y el léxico.
Santiago (su nombre indígena es Caraí Tatemdy) relató con inocultable orgullo, cómo y de que manera la comunidad se fue adaptando a los cambios de la sociedad y reconvirtiendo sus costumbres sin abandonar la esencia de las mismas.

«Antes la naturaleza nos daba todo lo que necesitábamos, la caza, la pesca, la tierra nos brindaba alimentos y medicinas. Hoy todo ha cambiado y nosotros tuvimos que cambiar también. Ya no pescamos ni cazamos, no al menos cómo lo hacíamos antes, sino solo eventualmente porque estamos dentro de la reserva natural y está prohibido», destacó.

Detalló que «ahora vivimos de la agricultura, en estas épocas de pandemia hemos revitalizado el trueque entre las comunidades, apoyándonos para subsistir y, pese a que el turismo ha disminuido mucho, seguimos con las tareas del turismo comunitario, que es mostrarles a los visitantes nuestra forma de vida».

«Cada una de las comunidades lleva adelante una actividad vinculada con el turismo, nosotros el comunitario, otras al ecológico, otras instalaron un museo y así nos vamos adaptando a las nuevas circunstancias», indicó.

«Básicamente, vivimos en armonía con la naturaleza, nos compenetramos con ella y así estamos, cuidándonos para evitar contagios, pero a la vez seguros dentro de nuestra comunidad»

La actividad económica principal de la comunidad es la elaboración y venta de artesanías con sus típicos diseños y materiales obtenidos del entorno natural y en la aldea se encuentra una feria permanente donde se exhiben y venden sus productos artesanales.

Aunque la mayoría de las viviendas son de madera, ya hay construcciones de material.

Aunque la mayoría de las viviendas son de madera, ya hay construcciones de material.

Roberto Moreira (Carí Tataembe) es el cacique y representante de la comunidad hacia afuera, organiza internamente a las familias en las tareas comunales, además administra y delega responsabilidades y su elección es democrática, ya que cada integrante vota por quién considere que haya hecho una gestión loable.

«Hace 10 años que soy cacique y todos los años la comunidad elige si sigo o dejo mi lugar a otro. Hasta el momento están conformes conmigo», argumentó Roberto, mientras preparaba una clase en la «escuela de peluquería», que habrían de brindarle a integrantes de la comunidad un grupo llegado desde Puerto Iguazú.

Mostró su preocupación por la unidad de las comunidades, como eje central de la buena convivencia. «Mi objetivo es que todos estén unidos y estemos trabajando juntos para mantenernos en buenas condiciones, sin que eso signifique resignar nuestras costumbres», detalló.

«Hoy los jóvenes de la comunidad son más libres en sus elecciones», apuntó Roberto, pero aclaró que «generalmente no se casan con personas de fuera de la Comunidad. Saben que si lo hacen deben dejar la comunidad, Porque quien viene de afuera no puede compenetrarse con nuestra cultura y nuestros ancestros, es muy difícil que así suceda. Pero ya no hay impedimentos de ningún tipo para que eso suceda».

La riqueza de la tierra colorada protegida por ríos y arroyos es un paraíso que tiene la mayor biodiversidad de la Argentina y la comunidad indígena de Puerto Iguazú es una de las más preocupadas por la preservación de estas condiciones.

Es así como trabajan fuertemente en la reforestación de especies autóctonas, para lo cual han instalado un vivero, donde cultivan ese tipo de flora local, no solo para su propia tarea de reforestar, sino para que aquellos que los visitan puedan también adquirir un árbol o planta autóctona y contribuir a la reforestación en la región.

«Buscamos en todo momento salir adelante buscando nuestro sustento y que nuestro pueblo vuelva a sus raíces, a su cultura y por eso tenemos nuestra escuela, la escuela de nuestros hijos, con maestros que vienen a enseñarles como es la vida fuera de la comunidad y prepararlos para compartir esa vida y con nuestros maestros, que les enseñan nuestras tradiciones», argumentó Roberto.

La aldea está asentada hace 5 años en una reserva natural con un apacible bosque de 600 hectáreas con árboles de más de 400 años como la Caña Fístola y el Palo Rosa.

Desde el año 2005 por iniciativa del gobierno provincial y municipal se definen espacios para el sector hotelero y otros de carácter social, cultural y deportivo además algunas hectáreas fueron asignadas a ciertas comunidades guaraníes.

Los mbyá hablan el idioma mbyá o ayvú, que difiere del guaraní criollo, tanto en la fonética como en la morfosintaxis y el léxico.

Así, en Misiones los guaraníes son ejemplo de solidaridad, amor y sobre todo respeto por la naturaleza porque siguen siendo sus insobornables y fieles defensores y buscadores incansables de «La tierra sin Mal», espacio de felicidad eterna.

Fuente: Télam

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