Por Ángel J. Harman –
A mediados del siglo XIX vivían en Concepción del Uruguay varias familias de origen africano (unas 160 personas), la mayoría de las cuales tenían sus viviendas en los cuarteles 3º y 4º, es decir, la zona sureste de la ciudad. Otros habitaban en las casas de sus patrones; entre ellos doce, en condición de esclavizados.
Muchos figuraban como “Africanos” (en general); otros se identificaban como originarios de Guinea; Congo; Angola; Banguela; Mina; Mozambique; Cangela; Lubolo; Monyolo; Quisamá, Songa; Luanda (Angola); Cambunda; Lévora; Manguela (sic) …Otros eran afroamericanos, de Brasil y de la República Oriental del Uruguay, de Paraguay, o afroargentinos de Buenos Aires, de Córdoba, de Corrientes, de Entre Ríos.
En el cuarto cuartel, a pocas cuadras hacia el este de la plaza “General Francisco Ramírez”, vivía la familia de Melchor Ríos, africano, de 50 años de edad y de profesión carnicero. Desde 1808, Melchor estaba casado con Ana María Espino, también africana, de edad de 40 años. Años antes ésta figuraba como “esclava de don Cristóbal Espino”. Un hijo de esta pareja se llamaba Trifón Ríos, quien en 1849 contaba con 20 años. Años después, Trifón Ríos, que había quedado manco a raíz de una herida que había recibido en la batalla de Caseros, fue recompensado con un empleo como portero del “Colegio del Uruguay”.
Otra hija del matrimonio era Damasia Ríos, casada con el africano Antonio Florín.
Hacia 1857, sólo había casas de material hasta una cuadra de la plaza. De allí hacia el sudeste, apenas había unos ranchos “habitados por gente de color, que constituían la cuarta parte de la población”.
“Los varones adultos todos eran soldados del famoso batallón ‘Urquiza’, el más leal y guapo –que se dice- habían tenido –recordaba tiempo después el ex alumno Luis Aráoz, oriundo de Tucumán. Más al Sur, (donde está hoy la Escuela Normal de Profesores), era mayor el rancherío.”
El candombe:
Aráoz agrega en sus recuerdos de Concepción del Uruguay que los sábados no se oraba en el Colegio, debido a “los gritos al son de tamboriles de los negros, que pasaban toda la noche bailando candombe. Había bastantes africanos viejos”. Estas reuniones se efectuaban “en la propiedad de la familia de los morenos Ríos”. Allí se reunía mucha gente de color en los candombes de los días Sábado, Los gritos al toque de tamboriles se oían claramente desde el Colegio”.
Nada dice el autor sobre las características del candombe, ni de los cánticos que lo acompañaban. Tal vez era similar a lo que por la misma época se hacía en el barrio del Tambor –barrio San Miguel- en Paraná. ¿O quizás se dijeran expresiones como muchos años más tarde relatara un afrodescendiente de Rosario del Tala?:
“Canoan viró/ no fondo ri má/ bomba güé/ bote lunga, lunga/ cai aquí/ Cai inagurá/ Cachora ri negó/ no sabe rimá/ a ti cuncundú/ ti maracau/ ti maria mamangué/ e gachuto rimbamba/ Carungué/ rungué, rungué, carungué/ rungué, rungué, carungué …”
Y aquí concluimos, con muchas dudas y otras tantas penas, pues esa música y los cantares de los africanos, recreados en nuestro suelo por sus descendientes, se han perdido, quizá para siempre. Se trataba, no sólo de la transmisión de antiguas costumbres africanas, sino también de una forma de mitigar las consecuencias de la explotación, de los abusos y de la pobreza a los que fueron sometidos.
Fuentes:
HARMAN, Ángel J, Los rostros invisibles de nuestra historia. Indígenas y africanos en Concepción del Uruguay, Vice-gobernación de Entre Ríos/Uader, C. del Uruguay, 2010
Encuesta de Folklore, realizada por el Consejo Nacional de Educación de la República Argentina. Legajo Nº 33, por María Consuelo Canto de la Escuela Nº 48. Rosario del Tala (Dto. Tala). Folio 71, 1921. Citado por Norberto Pablo Cirio, Antología de literatura oral y escrita afroargentina: Segunda edición, corregida y aumentada, 2012
